domingo, 3 de mayo de 2015

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Luna de mayo

“Por fin trajo el verde mayo / corregüelas y albahacas…”, cantó Miguel Hernández en unos versos excelsos a uno de los meses más bellos, más floridos y más alabados de los que forman hilera en el calendario.

La primera luna de mayo se paseó anoche por el cielo limpio y placentero. Siguiendo a Miguel, al cielo le venía como anillo al dedo: “con luna y aves, las noches / son vidrio de puro claras”. Los demás versos son un canto al campo y a todo lo que el campo encierra.

Cuando éramos niños los últimos momentos de la clase de la tarde, en el mes de mayo, olía a Mes de María. Don José Oropesa no enseñó aquello de: “Es más pura que el sol…” y “Venid y vamos todos con flores…” Un aroma denso a chilindros y a sudores de niños apretujados en pupitres bipersonales llenaba la tarde.

Ya “no resonaba en el fondo de la galería un piano destemplado que parecía balbucear de mala gana…” ni “España limita al norte con el mar Cantábrico y los Montes Pirineos”, ni aquella tabla de multiplicar de tres por ocho…, y los raspados de turno agregaban un estribillo con algo impublicable, ni…

Han aparecido cruces de mayo en rincones pintorescos; en patios y en recodos de las calles; en lugares donde se dan cita los vecinos. La cruz lo llena todo: flores, muchas flores. Las cruces están ahítas de flores y detrás toda la retahíla totémica que el pueblo llano encierra junto a tanto misterio.
Se ha engalanado Álora y Granada y muchos pueblos de la Sierra de Huelva: Almonaster la Real, Alosno… y muchos más. Y, en esta luna de mayo en que sabemos que nos hicimos mayores y buceamos en los recuerdos echo mano al fandango porque es tiempo de fandangos: “Pensé echarte al olvido / y no te pude olvidar / soy como el pájaro herido / vuela siempre al lugar / donde tuvo el primer nido”.

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