sábado, 30 de noviembre de 2013

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Ahogado en la bulla


                                               
                                                          
                        A mi amigo, José María Lopera que ha sido el instigador de este artículo

Entre la Fuentarriba y ‘La Balita’ se cocía la comidilla del pueblo. En la plaza se arreglaba el mundo, y como el mundo no tiene arreglo, se dejaba el resto, para el día siguiente; en el bar de ‘La Balita’ fundado en 1911 se remataba el resto.

España, casi en los albores de la Democracia, era un runrún de noticias. Discuten, entre ellos, los nuevos cambios. Y, ahora, dice uno, la gente se casa en el Juzgado, en la calle Santa Anta. ¡Anda, ya! - contesta otro-. Allí ¿cómo se va a casar nadie si en el Juzgado no hay cura? Sí, que es verdad, que te lo digo yo,  el cura no está allí, pero el sacristán es Juanito ‘el de la Fonda’…

Siguen calle arriba. Se anima la charla. Pasan por delante de la barbería de ‘Salmorejo’. En la puerta, en un jaulón, venden canarios ‘cuneros’. En la calle Escribanos, una lápida,  a tanta altura, que casi es ilegible desde el suelo, anuncia que en esa calle nació el imaginero José Navas-Parejo Pérez…

 Y, segunda parada. Ahora toca en La Balita. Durante muchos años hicieron el mejor café de Álora y, luego, en el patio, ante la mesa y la partida de dominó, tratos, muchos tratos. Todo se vende y todo se compra, y horas de cháchara. El patio era fresco en verano y acogedor en invierno. Íntimo, recoleto, ni grande ni pequeño; en su justa medida.

Estuvo abierto - el bar - hasta que Paco se nos fue…Se enfrascan la conversación. ‘Y dicen, que va a venir, entre otras cosas que va a traer la Democracia, el divorcio’. Que no, hombre, que no, eso pasa sólo en el extranjero y en la películas…


Uno de los del grupo, da su aprobación y dice que eso está bien… El más viejo que no había hablado en todo el rato, escucha y asiente y, de pronto, sin que nadie diga nada, va y larga: si es así, como decís, yo me ahogo en la bulla… 

viernes, 29 de noviembre de 2013

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. San Andrés

                                             

Cierra el mes. “Dichoso mes que entra con los Santos y sale con San Andrés”. Hoy, hoy es. O sea, último día de noviembre antes que llegue diciembre, el de la Pascua, el de las chimeneas con leña de encina, el de Santa Lucía que acorta las noches y alarga los días…

Hoy cierra un mes que debió empezar con nieve en los altos y campanas a muerto en los campanarios. Se va sin haber soltado una gota de agua, con las sementeras pardas y el grano sin nacer. Sin ‘alzacolas’ picoteando insectos detrás de la reja del arado. Se va noviembre. Se lo lleva San Andrés.

Por algunas tierras canarias, al atardecer de la víspera de San Andrés, los niños arrastraban latas viejas, cacharros metálicos y hacían ruidos. Querían los niños – y, los grandes, también - ahuyentar brujas y plagas de langosta que esquilmaban los campos y se comían las cosechas.

Le da nombre, también, San Andrés, a una temida y horrible falla. Va de norte a sur. Atraviesa California desde San Francisco hasta la costa occidental mexicana. Se desplaza la tierra a ambos lados, dicen los que saben, con una lentitud imperceptible y, cada vez que le parece, se deja caer con un terremoto devastador que siembra muerte y destrucción.

Ha dejado este noviembre demasiado interrogantes en el aire. Terroristas y violadores gozando de una libertad por mor de no sé qué aplicación de una ley mal ejecutada. Esto tiene tufillo a una amnistía encubierta
¿Quién retorna el sosiego a tantas mujeres violadas? ¿Quién devuelve a tantos padres a sus casas? ¿Quién  da respuesta a tanta pregunta suelta? ¿Dónde anida el pájaro que ha dado esta camada de polluelos?


Me cae bien, muy bien, San Andrés. Lo de los interrogantes del párrafo anterior, por supuesto que no. De las cosas malas - terremotos y desastres-, el santo, por supuesto, no tiene culpa, pero que ninguna culpa.

jueves, 28 de noviembre de 2013

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. La Media Verónica

                                  

Bajábamos, el otro día, frente a la sierra el Oreganal, camino de Parauta. Riscos y piedra caliza,  tanta que las aguas se filtran para aparecer, por Igualeja, en el nacimiento del Genal. Romero, esparto y espliego; cuando llega la tierra de labor, castaños vestidos con la Gracia de Dios. Los pueblos de las Serranía eran pinceladas blancas como salpicadas a boleo.

Me contaba Antonio García Barbeito la anécdota. Le preguntan a Juan Belmonte, Maestro ¿por qué inventó usted la media verónica?  Para ahorrarme - dicen que contestó - la otra  media.

No está España de ahorros. No. Está de recortes, que aunque parezca igual no es lo mismo. Leo en un periódico que Alemania se lleva a un puñado de enfermeras con un contrato de trabajo… Inocentemente me pregunto. ¿si tan mal esta la Universidad española por qué se las llevan?

Formamos a los jóvenes. Magníficos, excelentes profesionales. No desentonan en los países a donde llegan. Son tan buenos como la media verónica del maestro Belmonte (la compañía, de Barbeito, la supera, lo siento) y ellos se ahorran la otra mitad de la formación.

 La Escuela Pública fue hasta hace unos años –ahora no tengo ya datos para reafirmarlo- muy buena. He conocido profesores de Matemáticas, Lengua o Geografía  autoridades auténticas en su materia. Domínguez Ortiz o Gerardo Diego – por no irnos más lejos- enseñaron en Institutos Públicos…


La ha liado el ministro Wert. Reprobado  -¿por error?- hasta por los suyos. Ha batido el récord. Como en el circo: más difícil todavía. Ha conseguido que todo el mundo esté descontento. Al ministro, si yo pudiera le recomendaría tres cosas: una vuelta por la Serranía en otoño, la media verónica de Belmonte  y un día con Barbeito.

miércoles, 27 de noviembre de 2013

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. A veces llegan cartas...

                               

Había, en los pueblos, un sentimiento raro hacía los telegramas. Era algo, que sin saber porqué, anunciaba, si venían, algo malo. “Le han mandado un telegrama”. Corría la voz y la gente entendía que aquello traía dentro algo que venía con el pie cambiando.

Tienen también mala uva las cartas que vienen certificadas y con acuse de recibo. Si son de Hacienda, lagarto, lagarto, y si no, que sea lo que Dios quiera que, como dice el maestro Alcántara, “no será nada bueno”.

Esta mañana, Carlos Herrera, abrió el programa, a las ocho, con una sintonía inusual; luego comenzó la lectura de una carta… La carta la remitía José Luis Alvite. Naturalmente traía un mensaje malo. Anunciaba eso que no queremos nombrar y lo daba con sentido doble: colon y pulmón.

Hace un rato, cuando he abierto, como cada día, internet, Antonio García Barbeito, en una nota, nos dice que en la punta esa del mapa, que está a la izquierda y que se viste de verde –como San Juan de la Cruz, pintaba sus prados con la mano de la Amado, eso lo digo yo- el gran Alvite quiere tomar un tren para ir a una estación que no tiene ferrocarril…

A veces llegan cartas… A Alvite sólo lo conozco de haber leído sus artículos. ¿La imagen? Esa fotografía regular con la que algunos periódicos le ponen cara a sus colaboradores…Herrera, a media mañana, dijo que es un gran hipocondríaco y, que ahí, tenía él - Carlos – encerradas muchas esperanzas.


Dice el aforismo periodístico, que si no hay noticias: buena noticia. Pero en el caso de hoy es que sí hay noticias. Las da él mismo y la difunden todos los medios; los de papel, y los otros, estos modernos, que ya son como el pan nuestro de cada día. Y es que, a veces, llegan cartas…

martes, 26 de noviembre de 2013

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Tres en uno

                                                

Como el aceite mágico que todo lo abre, la Unión General de Trabajadores, ha hecho tres presuntos ‘arreglos’ en uno: compra material falsificado - ¿presunto delito? pregunto -; lo adquiere en un país donde el trabajador no es precisamente sagrado; y, encima, con dinero público que iba para otro fin.

Según los periódicos el guiso tenía otros condimentos. Usted lo habrá leído. No le canso ni  le abrumo. No merece la pena ¿Para qué? Si según el guarda que tiene que vigilar la viña esto es una estrategia mediática contra él u otra pamplina parecida.

¿Se acuerdan? Sí, aquel señor bajito, de voz aflautada, y tripas sin estrenar… Sí, el que sentía punzadas de patriotismo, y el que por cierto se murió en su cama… Entonces era yo muy joven, lo recuerdo como un señor que siempre veía conspiraciones ‘judeo-masónicas promovidas desde las instancias comunistas internacionales”.

No sé cómo los niños de hoy recordaran a este señor  - don Cándido, por nombre – Paradojas de la vida.  Dicen que gusta mucho de los ‘malos’ restaurantes que, por ‘malos’, son caros, y de los relojes (no como los bolsos de imitación, no por Dios) los buenos, y otras cosas…

Me viene a la mente el chiste de la pareja que, en el bar, el mozo pide, un plato de jamón de pata negra y, a ésta, le dice, señalándole al camarero, su novia, le pone un vaso de agua y un palillo. Pepe, le dice la incauta muchacha que, a mí, también me gusta el jamón, y el pollo – no sé si tenía dejada la barba- va y contesta. ¡Mira ésta, y a aquel y aquel y a aquel!


Estoy seguro. Don Cándido no lo sabe. No se lo han dicho nunca. Cuando hay tantas auroras boreales con la luz del día, la vergüenza - que no se vende en la botica -  le dice a uno por donde debe buscar la puerta; el juez, tiene que indicarle las otras. Ya me entienden…

lunes, 25 de noviembre de 2013

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Sombra negra

                                            

Salen –morbo de buitres y necrófilos televisivos, aparte- noticias espantosas sobre la muerte de la chiquita que trajeron de tierras lejanas para matarla en Galicia. Es un horror. No se puede ser más cruel, más sádico y más hijo e hija (aquí hay que emplear masculino y femenino) de eso que usted están pensando, para hacer – presuntamente, claro- lo que hicieron.

La tierra de los ‘airiños’ de Rosalía, la tierra en donde decían los papales viejos que se acababa la tierra firme y empezaba la mar tenebrosa y oscura, no lo merece. Han sido dos tragedias casi en el mismo sitio y con pocas diferencias: el tren de la tarde aquella de Santiago y, hace unos días, esto.

¿Hemos perdido el norte? ¿Sabemos que estrellas nos guían? Cuando el ser humano pierde su condición y se convierte en bicho, entonces cae, aún, más bajo. Los bichos no actúan con tanta maldad como revela el auto judicial que obraron estos tipos.

Acuñaron mensajes preciosos: “Galicia punta verde” o “Santiago donde la lluvia es arte”. Y otros diferentes. Y, y es, más. Es ese embrujo que se levanta con las nieblas que suben por los ríos y se enroscan en los bosques. “Sombra que siempre me asombras” porque es canto y es murmullo de río y es noche y es aurora… que escribía Rosalía y, luego, cantaba Luz Casal…


La Galicia de la Colegiata - emulación de la torre de Pisa, por su inclinación - del Sar ¿Te acuerdas, José Luis? Los dos, por la vía adelante,  cuando nos dijeron, aquella tarde, en el ferrobús de Vigo que no nos podíamos venir sin verla. Y la vimos. Me quedo con aquella Galicia. Con ésta, como que no. ¿A qué, ustedes, tampoco? 

domingo, 24 de noviembre de 2013

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Guadalhorce

                                                

Es el más largo, el más caudaloso, el más importante de los ríos que, por las tierras de Málaga, bajan hasta la mar. “A la mar se van los ríos,/ paloma revoladora / no pongas el pie delante / deja que ruede la bola…”

Nació, allá arriba, donde la geografía política dice que se dan las manos las provincias de Granada y Málaga. Puerto de los Alazores, piedras calizas y aulagas, vericuetos ocultos y chorreo de caños - fuente de los Cien Caños - cuando revienta de pura agua la sierra.

Entre dos luces lo veo venir. Me siento un rato, en la nerisca de Lería, junto a su orilla. Todo habla. Todo se reivindica. Chopos, álamos negros, tarajes, junqueras, almeces… Canta, entre la maleza un carbonerillo. No se deja ver. A lo lejos ladran los perros. Pasa, por la carretera, una moto. 

Porque han abierto compuertas de alivio en los pantanos - dicen que para que no se salinice y,  si lo dicen los que saben…- va de orilla a orilla. Cuando las bestias pasaban por el vado de la Albina, la gente del campo, a estas horas de la tarde, le temía al ‘aumento’. Ahora, ni aumento, ni bestias que crucen, ni vado perdido entre caminos de olvidos.

En vuelo rasante, casi a ras de agua, una pareja de patos suben bordeando las cañas de la orilla de enfrente. Vegetación enmarañada y tupida.  Por la hora que es, deben ir de recogida. Va el río esta tarde tranquilo y bello, hermoso y placentero. ¡Qué tenga yo que decir, como el gitano al borrico, que tú eres bueno!

“A la mar fui por naranjas / cosa que la mar no tiene…” No, no puede tenerlas. Las naranjas desde que comenzaron los fríos cuelgan ahítas ya de color en las huertas de los Aneales, en la Vega Redonda, en La Molina, aguas abajo…

Escribía el maestro Barbeito “si tuviera fuerza el río/ para arrastrar desengaños / iba y le echaba los míos”… Por lo pronto, estoy sentado a su orilla, lo veo irse…


Me quedo con Jorge Manrique. “Nuestras vidas son los ríos / que dan en ir a la mar…” Ya saben lo que sigue. Esta tarde me ha dado por ahí. Refresca cuando se va el sol. Tengo que levantar el hato. Es una pena. Se está bien, muy bien aquí porque uno se encuentra consigo mismo. 

sábado, 23 de noviembre de 2013

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El puesto

                                                           

Venía el aire de arriba racheado y recio. Entraba por entre las claros del puesto y hacía frío. Mucho frío. Se hacía más intenso conforme la tarde se iba y, el sol dorado del otoño hincaba la cresta por lo alto de Sierra de Aguas.

El niño se acurrucó en la pelliza del abuelo. En el tanto - sin sayuela -, el reclamo llamaba;  no le respondía el campo. Por una tronera, camuflada, la escopeta de dos cañones, esperaba el momento. La tarde se hacía larga, tan larga que el niño miraba y miraba y, como le decía su abuelo tenía que estar muy callado para no espantar a los pájaros, ni siquiera se movía…

Dónde apeonaban los pájaros aquella tarde no lo sabía nadie. El abuelo del niño amarró la yegua overa en unas palmas, más allá del majano grande, conforme se caía hacia la cañada. Desde el puesto no se veía la yegua pero el abuelo y el niño sabían que la yegua estaría allí cuando ellos volviesen ya casi si luz.

Pasaba - mejor, para el niño no pasaba - la tarde. De pronto se arranco el pájaro de la jaula. Respondía el campo… Apareció, apeonando uno, otro, y otro. Eran tres. El niño miraba con los ojos grandes y muy abiertos. Se entrecortaba la respiración. El abuelo no perdía vista…

El pájaro de la jaula se hacía polvo. Entre dientes el abuelo comentó: ‘no entran, puñeteros, no entran’ y el niño, en su impaciencia dio un brinco en el puesto y con voz de quien espera mucho preguntó: ¿dónde abuelo…?


La volada traspuso el viso y  llegó a la loma de enfrente. Enmudeció el pájaro de la jaula y el abuelo, con voz de mando dijo: “vámonos”. El niño, de grande, supo que en los puestos hay que estar calladito - como en la vida - y que él, en su recuerdo, agradecía no haber sido nunca cazador.

viernes, 22 de noviembre de 2013

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Recuerdos


                                              

Están ahí y, nosotros, sin saberlo… Un día, sin que haya una explicación, nos asaltan, de pronto, y hacen que vengan, otra vez, los años que ya se fueron. ¿Dormían? NO. Estaban aparcados en esos rincones del alma donde casi nunca llegamos.

Dice alguien que la niñez marca. A medida que se va el tiempo - es decir, nosotros – afloran; revivimos con demasiada añoranza aquel tiempo que, en la distancia engrandecemos y, de manera furtiva, hasta se escapa alguna lágrima rápida.

¿Quién no recuerda que el cine tenía dos sesiones los días de fiesta?  Sesión de tarde y de noche. (Lo de las matinales vino después). La gente hacía cola. Se abrían, para el desalojo, las puertas, entre función y función. Desde el interior salía una atmósfera viciada y caliente.

Los niños casi sentíamos los tiros del rifle de John Wayne que siempre mataba a los malos…; Gary Cooper caminaba solo por una calle que no terminaba nunca y Marilin Monroe… ¡Ay, Marilin! y el puñetero sexto Mandamiento.

Algunas niñas iban a casas de Mariquita, ‘la de Fabián’. Bordaban, en punto de cruz, una talega para el pan. Era su primer trabajo. Primoroso. Una ratita presumida y coqueta con unas orejas grandes, muy grandes. Hilos de colores: rojos, verdes, azules… Un bastidor de madera y todas las horas de la tarde para ellas.

Ha corrido mucho el tiempo. Otras niñas, hoy, se emplean en otros menesteres y ni tienen que pedir el consentimiento a los padres… Ya se sabe. Cosas que vienen con otras modas y otros entretenimientos.


Lucas López –Luquitas- desde la Voz de Álora hacía llorar con aquel ‘Maletilla’ que buscaba la gloria…y ciego iba a saltar hasta el anillo de la plaza; Antonio Molina se empeñaba en vender agua fresca, ‘tan fresca como la nieve’, y los primeros emigrantes cogían el correo camino de un sitio muy lejano  que se llamaba - y se llama - Alemania…¡Recuerdos!

jueves, 21 de noviembre de 2013

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Frío

                                                           

España –bueno, algunas partes de España- tirita de frío. Tienen la culpa unos vientos que vienen de no se sabe donde pero que al parecer está muy lejos. Tan lejos como esas tierras cercanas a la Polo Norte. Vienen cargados de mala uva y han puesto a tiritar a más de uno, y de dos, y de tres.

Dice la estadística – la más falsa de todas las ciencias exactas- que un veintidós por ciento, o sea muchos españoles, están por debajo del umbral de la pobreza. Es decir: tiritan de frío y de necesidad. Me pregunto ¿qué hemos hecho tan mal después de más de treinta años de democracia para llegar a ese récord?

Tiritan de poca vergüenza algunos políticos, sindicalistas, empresarios, otros que pasaban por la calle y el… de la Bernarada, sí ese que usted está pensando. No hay lío,  en que no estén metidos, pero como no pasa nada. Se han llevado hasta los ‘ataeros’. La puerta de los Juzgados parece un desfile de modelos. Pero la culpa no es de ellos, ¡Qué va! Es de los jueces que los llaman a declarar.

Tiritan muchos españolitos de a pie - una de las dos Españas, dijo don Antonio Machado, ha de helarte el corazón - acribillados por impuestos y más impuestos. Se van a quedar, como siga así el ritmo, los cinturones sin agujeros para enganchar la hebilla. Ya mismo pagamos… hasta por pagar.

Tirita España en este medio otoño que apunta a invierno. Nieve en las cumbres; nieve en muchos puertos, en los pueblos perdidos por esos lugares desconocidos. Sólo salen en los telediarios cuando viene un temporal.
 

¿Usted ve la estrella de nieve que ponen, en el tiempo, en el telediario? - me preguntaba una chica, en el restaurante de Villablino, este verano-  pues ahí debajo, debajo de la estrella, estamos nosotros. Y pregunté ¿por la mina? ‘Ande, hombre, la mina no importa, por el frío’ Lo dicho: España tirita.

miércoles, 20 de noviembre de 2013

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El pichi


                                                            

El camino se alarga por un vallado de granados. Conforme se pasa el arroyo, por debajo de la vía del tren, en el puente donde anidaban, en primavera, las lavanderas, tuerce el camino, a la izquierda. Zarzas, higueritas del diablo, candilitos, cañas, valliscos… forman la vegetación natural.

Han llegado los pichis. Suena a chotis  -Las Leandras - de  Celia Gámez. No, no es ese. Celia, también, vino de lejos, desde el otro lado del mar, y revolucionó la revista, pero no es ese el pichi de hoy.

Es un pajarillo diminuto. Se viene, cuando llega el otoño, de los países fríos. Busca las tierras cálidas del sur. Es sociable y poco temeroso. Tiene la pecherilla color anaranjado y el pico fino. Oculto entre los naranjos, el carbonerillo común – el pajarito del agua – anuncia que, hoy, tampoco llueve.

 Mientras yo me las andaba en mis cosas, él, con vuelos cortos y breves, -del suelo a las ramas bajeras-  ha estado un rato conmigo. Parecía como que me pedía explicaciones del porqué de la limpieza de las zarzas del vallado… Puede. Allí, entre bayas, está su comida.

Hacía viento del norte – o sea, frío – y había que buscar la recacha. El campo va a su aire. Por lo alto de la Huma se columbraban las nubes de paso. Van como para la parte de Granada… No verdeguean las lomas; el zumbido del AVE que cruza por enfrente, irrumpe con estruendo.


La ‘civilización’ manda a la Audiencia Nacional excarcele a nueve etarras (uno con once asesinato a las espaladas) y a un grapo; Hacienda dice que  Aizoon defraudó 218 mil euros, - Urdangarín y señora se llevan la Monarquía por delante, al tiempo-, y  la prensa publica que  UGT está pringada – presuntamente - hasta… ¿Merece la pena? 

martes, 19 de noviembre de 2013

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El Molino

                                           

España estaba revuelta - ¿y cuándo no es Pascua? -. Transición. Se auguraban nuevos tiempos. Todo iba a cambiar; todo sería diferente. Parques con niños jugando, árboles y mariposas. Había, también, ruido de sables y movimiento - decían - en los cuarteles.

Carlos Cano cantaba una nueva copla. Pedía la vuelta de los emigrantes y a María la Portuguesa; Serrat a don Antonio Machado; Paco Ibáñez decía no sé que de progresismo… desde París, Jarcha quería libertad sin ira y Pablo Guerrero lluvia a cántaros. Raimon hablaba de otras cosas.

Emprendió  la Junta - la Junta de Andalucía - ‘su’ Reforma Agraria. Comarcalizan la tierra. El profesor Clavero, con la Ley en la mano, después, desmanteló, uno a uno, todos los intentos y las buenas intenciones. No hay manera. El profesor sevillano sabe más que los ratones colorados.

En el pueblo flotaban aires diferentes. Tienen que venir nuevo ‘amos’. Comienza el ‘reparto’ autóctono de las huertas. Todos saben la que quieren. De perrutales, herrizas y hazas con piedras, majanos, barrancos y cañadas… de esas, no.

 Juanito era un molinero a la vieja usanza. Boina calada y blanquecina por la harina. Isidoro alimentaba la tolva, y el molino muele que muele. Desde lo alto de la calzada de la calle Erillas gustaba  más de ver los transeúntes que aguantar el runrún de la piedra.


Juanito, pasaba horas al pairo de la calle. ‘Sostenía’ la baranda. Pasa uno de los más exaltados. “Juanito, a ti no te vamos a quitar el molino… Te vamos a quitar… la baranda”. Ni lo uno ni lo otro. A Juanito lo retiró, el paso inexorable del tiempo. O sea, la jubilación.

lunes, 18 de noviembre de 2013

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Olores

                                              
¿Te acuerdas, Ignacio, del olor de la panadería cuando apuntaba el alba…? Olía a pan caliente, a horno caldeado con retamas y aulagas, a vaho reconfortable. Al pasar, por delante de la puerta, en los meses de invierno, pulseaba al frío de la calle.

Olía el pueblo a pueblo. O sea, a esencia que estaba al redoblar de cada esquina. Cuando llegaba abril, de las huertas subía olor a perfume de azahar que embrujaba el aire; en las noches cortas de verano, olía a rastrojo y a parva seca y, en otoño, a tierra mojada con las primeras lluvias.

Por el Camino Nuevo, ‘de la fábrica’ de Mariscal, subía aroma a aceite nuevo. Llegaban las aceitunas al molino. Gloria de Dios arrancada por la mano del hombre al olivo. En el patio, lleno de capachos de esparto, daban cita al vaciado de los sacos - sudaban ya  aceite nuevo- en las trojes.  Era la lista de espera para la molienda.

Cantaba en las cercanías de las almazaras el alpechín y el orujo. Algo flotaba por el aire y,  no sabíamos qué, pero sí que la fábrica estaba allí, incluso en los meses en que la fábrica estaba cerrada.

Las mujeres - casi todas vestidas de negro – daban, a las fachadas de las casas, bajeras de cal blanca… La pared impoluta y, el filo del dintel de la puerta, de añil refulgente. Reverberaba con el sol de la siesta y el azul, entonces, era más azul y, el blanco, más blanco.


Entre dos luces, volvían las piaras de cabras al corral. Pasaban el día en el campo. El cabrero con zurrón y perro… Invadían por un momento las calles. Y, como decía Juan Ramón, el pueblo se hacía nuevo cada año y seguían tocando, cada tarde, las campanas del campanario… El pueblo olía a pan caliente, aceite y campo.

domingo, 17 de noviembre de 2013

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Serranía...

                                                         

A mediados de noviembre, la Serranía, ya está vestida de otoño. Entre Igualeja y Pujerra el sol gambetea por entre las ramas de los castaños con las sombras. Se filtra. Llega al suelo alfombrado de hojas secas… Las figuras parecen que juegan a un ‘pilla-pilla’ infantil donde siempre las atrapa el tiempo.

El Genal lleva el agua clara, limpia, como recién salida de las manos de Dios. “Mil gracias derramando / pasó…” Y saben. Marca su ruta. Deja estandartes de chopos empinados, esbeltos, - algunos ya medio deshojados - vestido de oro viejo. Los castaños –centenarios, algunos - trepan por la ladera arriba; se pierden por la cumbre del monte.

Todo es paz y quietud. El día toma corondilla y enfoca la tarde. Pasa un coche. Lleva  un remolque lleno de perros: cazadores; por un camino suben dos hombres. Por debajo de Cartajima se eleva una columna de humo blanco. El cielo está azul y muy alto…

Autocares, coches y turistas domingueros – la mayor plaga que puede caer sobre el campo- invaden las calles de los pueblos. El marketing deja al descubierto hasta donde llega la estulticia humana. ¿No me creen? Intenten cruzar Júzcar una tarde de domingo…

Pujerra tiene, aún, parterres con flores, rosas, geranios y claveles. “Es que todavía, me dice una mujer del pueblo, no ha llegado el invierno”. Se huele a chimenea, a calor de dentro, a hogar, a misterio.

Cuando aparezca la luna corniveleta y se apatarre sobre Sierra Bermeja, se habrán ido los pajarillos de los sotos del río, se alargarán, entrelazándose,  las sombras y el castañar se llenará de ensueño.


¿Qué importa, entonces - díganme - que Microsoft niegue su interés en cambiar el nombre al Bernabeu? ¿Qué el Consejo Nacional del PSC avale a Pere Navarro en su apuesta por una consulta pactada con el gobierno o que la cúpula del PP esté de boda en Sevilla? ¿Qué importa que…? Díganme.

sábado, 16 de noviembre de 2013

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Ya viene...

                                                

Arreciaba un aire racheado y revuelto. De banda a banda, en el Parque de Málaga, se bamboleaban con el viento. Eran luminarias raras –con la luz del día – pero de noche serán ascuas de luz. Dicen que  ya viene. Preparan para hacerle sitio a la Navidad.

Nostalgias, recuerdos, añoranzas, penas que se asoman y no dejamos salir… Todo eso y más. Por mor de la crisis no van a gastar, lo que otros, años en luces y en árboles exóticos que traen de otros montes y que llenan de bombillas de colores y pascueros rojos y no sé cuántas cosas más.

De niños, montábamos el Nacimiento. La casa, por unos días olía a romero, a tomillo, y aulagas en flor, y a ríos con papel de plata, que no era de plata, y que ‘Juanico el Bonela’ nos guardaba cada vez que vendía una libra de chocolate. (Del bueno, que era el que había entonces, del de ahora ni…).

Lavaba una lavandera día y noche -.con lo fría que está el agua de los ríos en invierno- y por el puente de corcho pasaba un hombre con un borriquillo cargado de leña, nadaban una pata seguida de sus patitos, trepaban ovejas y cabras por la gandinga convertida en roquedos de ilusión.

No faltaba la piarita de cerdos -¡por Dios cerdos en el mundo hebreo¡- ni pitas ni chumbas que todavía no habían venido de América.  Nosotros  las arrancábamos en los pechos del Calvario, en el Quebraero o en la herriza…Un hombre araba con una yunta.

Un castillo almenado, escoltado por dos soldados  - lanza y escudo- vestidos de romanos protegían al rey malo. El Rey bueno, estaba en el establo. El buey y la mula y María y José y unos pastores, de rodillas;  por las montañas bajaban unos  Magos que venían de Oriente. No sabíamos dónde estaba oriente pero sí que estaba muy lejos…

Un ángel con una banda y un mensaje. “Gloria a Dios en las altura y, en la tierra, paz a los hombres de buena voluntad”. El Vaticano II –el Concilio- cambió el texto y puso “a los hombres que ama el Señor”. El Señor tiene que amar a todos los hombres; a algunos, más; lo necesitan más. Con la que está cayendo… Pero, eso, dicen que ya viene.

viernes, 15 de noviembre de 2013

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. 16-11-2012

                                               
                                                                                        A Paco Rengel, mi amigo

Hoy hace un año. Eran las 23:08. Paco puso un mensaje escueto. Anunciaba, en portada del periódico digital - el primero que nacía en Málaga con esa vocación tan abierta- que por razones de fuerza mayor… Ya se sabe. No hay nada más definitivo que lo que se anuncia como temporal.

Ymalaga.com cerraba porque su alma, Paco Rengel, tenía que acometer empresas de más importancia en otros sitios, en esos sitios de  los que no se viene y, a donde a él, lo llamaban y, encima, con urgencia.
Todo fue bonito, muy bonito. Demasiados problemas, demasiada zancadillas, demasiados sinsabores (todos venidos de fuera) y, a los que Paco, que era un niño grande, muy grande, más que su propia estatura, siempre respondió desde el optimismo y la generosidad con que lo trataba todo.

Dice el Maestro Alcántara que hay gente que se muere y gente que se nos muere. No hace falta decir donde estaba Paco. Nos dio la libertad de escribir de lo que queríamos y cuando queríamos. Siempre tuvo la palabra de cariño, de apoyo, de guía y, ante la duda, siempre me decía lo mismo, tú a “tu aire”.

Ymalaga.com recogió un elenco de colaboradores que escribían muy bien. El ramillete fue tan amplio que las varillas del abanico llegaron a Rosario (Argentina), Kansas (EE.UU.), Qatar, Barcelona, Tenerife, Madrid… o cualquier punto de  nuestra Península. Todos, en su estilo, aportaron frescura, ilusión, mensaje…


La marcha de Paco nos dejó huérfanos, desorientados, perdidos en medio de muchas preguntas sin respuestas, de muchos ‘porqués’ que flotan esperando lo que sabemos que nunca llegará. Hoy hace un año. En el recuerdo todo está como el primer día. No ha corrido el tiempo. Son cosas que pasan, amigo. 

jueves, 14 de noviembre de 2013

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Isabel (y II)

                                               

¿Cuándo se toma Álora por los Reyes Católicos? Varias versiones y muchas discrepancias. El cronista Andrés Bernáldez, cura de los Palacios, hace la descripción de la toma de la villa. Dice: “Álora se tomó en dentro de ocho días de su asedio”.

Valera: “otro día después del Corpus Christi que fueron 17 de junio”;  Pulgar que “fue entregada a 20 días del mes de junio”;  De la Torre aporta documentos  del rey fechados  el 13 y 18 de junio, en el Real sobre Álora, destacando “castris contra Villam de Álora” (en el campamento contra la Villa de Álora) y del 24 al 29 en “castris apud Villam nostram de Álora”(en el campamento junto a la villa nuestra de Álora).

Garibay dice que Álora se rindió el 21 de junio. Mármol que “Álora se ganó por san Juan de Junio, aunque algunos dicen que adelante, por julio”. Henríquez de Jorquera: “en lunes 30 de junio”. Galíndez de Carvajal que comete dos errores al situar la toma en julio y al confundir Illora por Álora, y Benito Ruano que la sitúa en 18 de julio de 1484…

Según Menéndez Pidal,  Bernáldez y Valera están en lo cierto.  La reina sabía en Córdoba el día 20 la noticia; aparece en documento firmado “por la propia Isabel y por Fernand de Aluares” que dirigen al “Concejo de Sevilla que por haber sabido como se ganó dicha villa por ende yo vos mando que pongays en obra de enviar los dichos mantenimientos a la villa de Álora o a donde quiera que el rey mi Señor touise su Real”.

Pulgar tampoco yerra al hablar del 20, pues si tomaba el 28, el de la entrega efectiva y total fue el 20, para dar tiempo a la entrada de don Gutierre de Cárdenas “entretanto los moros de la villa recogían sus bienes e los sacaban fuera” y se aposentan pendones, insignias y estandartes”.

Efectivamente, Gabriel de Cárdenas, acompañado del señor del Palma [Porto Carrero] con veinte hombres de armas tremolaron las banderas reales y el pendón de las Cruzadas.


Todo fue en 1484. Comenzaba otro tiempo…

miércoles, 13 de noviembre de 2013

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Isabel

                                                           

Pone TVE, los lunes, por la noche, la serie Isabel. Un magnifico - licencias aparte - compendio del Reinado de los denostados - por algunos - Reyes Católicos. Cuando se estudian los hechos fuera del espacio y el tiempo, pues pasa lo que pasa.

A lo que iba. La Guerra de Granada queda reflejada, dentro de las limitaciones que da una serie, con gran aproximación. Al menos muy acorde con lo que escribieron gentes que vivieron en aquel tiempo.
Abordan los hechos de la guerra abiertamente. En uno de los capítulos la Reina le dice a la Princesa. “Tu padre ha partido para Álora”. Más o menos. Primera exactitud histórica: el Rey tomó Álora; la Reina, no estuvo nunca.

¿Por qué es importante la conquista de la plaza? Varias razones la avalan: último reducto fortificado como defensa de Málaga (o sea, castillo que tiene la ‘llave’ de la toda la Hoya y, por consiguiente, de Málaga.
Otra: aquí, en la ‘moderna’ historia de la artillería se usa, por primera vez, la lombarda. Para hoy un cañón pequeño; para entonces un arma letal. No hay fortaleza, torre, muralla o espigón que se le resista. No da tiempo a reparar los daños y, además, dispara desde lejos. Deja ‘anticuados’ a los pasavolantes y ribadoquines y ¿ante eso? Lo hicieron maestros borgoñones. Los había hecho venir, ex profeso, el Rey.

La resistencia de sus vecinos tuvo mucho que desear. No quedaron bien parados. Traiciones entre ellos y, a su propio alcaide. Por cierto, su nombre Hamete el Cordi y no Alí ben Falcún el Baeci. Otro error.

El Baecí, prisionero en la batalla de Lopera, ofreció mil doblas de oro por su rescate. No lo escuchan. Fue canjeado por Juan de Robles, alcaide de Jerez y, posteriormente, vendido como esclavo a Luis Méndez de Figueredo, alcaide de Morón y, éste, a doña María de Acuña… En 1484 se le pierde el rastro.


(Continuará)

martes, 12 de noviembre de 2013

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El olivo

                                               

Está solo. Trasplantado de no sé donde a un lugar de pueblo, de plazoleta, de encrucijada de calles. A un sitio que no es el suyo. Lo trajeron unos hombres desalmados – quiero decir, sin alma cuando le rompieron las raíces para arrancarlo de su tierra – y colocarlo allí…

Hace unos días, en un vivero de la carretera de Córdoba - ¡será por olivos en aquella tierra! – vi unos cuantos en macetones grandes, tan grandes que casi hay que moverlos con una pequeña grúa. A esos macetones, de manera eufemística lo llaman ‘container’. Esperan la orden y, luego el traslado. Ya no se verán, entre ellos, nunca más.

Santiago Rusiñol escribió un texto precioso y preciso con un diálogo entre los árboles del bosque que se hablaban y transmitían su temor. Presentían el hacha cercana. Venían, unos hombres en cuadrilla, cortando troncos, porque había que hacer leña…

Me pregunto que se dirán entre sí estos olivos que esperan destino. No son los olivos de los que hablaba Fernando Villalón: “Ya se ven por la ladera / los ejércitos nudosos / de los olivos leñosos / que suben de la pradera”. No.

Tampoco es el olivo del que la lechuza trajo un ramito verde a Santa María y san Cristobalón la quiso espantar al ver que bebía… ¿Se acuerdan? Sí. Aquello del aceite que nos contaba don Antonio Machado. Y, Baeza, y los cortijos blancos…

No son tampoco los olivos de los que hablaba Federico cuando contaba el camino de los dos ríos de Granada, que bajan de la nieve al trigo; el Guadalquivir entre naranjos y olivos… Suspiros, nieve, trigo, azahares en abril y barbas granates y llanto y sangre. Todo eso y más.


Pedro Macías colgó en facebook una foto, del olivo grande que trasplantaron, hace unos años, a la Plaza del Médico Zamudio en Álora.  Dos grandes, sin ellos pretenderlos, juntos: el Médico y el Olivo. ¿Será casualidad? ¿Será el destino? Es cosa de olivos.

lunes, 11 de noviembre de 2013

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. La ventana de mi amiga

                                 

Mi amiga vive, cerca del mar, donde llegan los alisios atlánticos. Cuando soplan por la tarde, la ponen  - a la tarde- brumosa y con gotitas de fantasía, o sea, lluvia suspendida en el aire que no es aire sino brisa y que según dicen los que saben de las cosas de la mar y de los vientos, hacen que toda la costa norte de la isla de Tenerife, se parezca a Galicia.

Mi amiga vive en Tacoronte. Desde su ventana - bueno, desde un poco más allá de su ventana - ve el Teide. Oigan. Algo único. Imponente. Según qué hora, el monte sagrado de los Guanches se torna azulado, violeta, oscuro, enigmático…

Algunas veces sobresale por encima del mar de nubes, la cumbre, claro. En los meses de invierno se ve cubierta de nieve. “Todas las canarias son / como el Teide gigante / fuego en el corazón / y nieve en el semblante”. Eso dice la copla. Creo que es totalmente cierto.

Hay ocasiones en que el volcán se pone la sombrera. ¿La sombrera? Sí. Una caperuza de nubes que no va más allá de donde tiene que ir. Pone una imagen tan diferente, tan premonitoria que entra en juego el refrán de la tierra: “Cuando el Teide se pone la sombrera / llueve aunque Dios no quiera”.

Tiene la ventana de mi amiga, además, el don privilegiado de ver hundirse el sol en la mar océana. Dicen que no se hunde, sino que se va para América, que está solo un poco más alejada pero que la bruma - bueno la bruma y la distancia - no permiten que se vea.


Y… ve palmeras y buganvillias y dragos y un valle fértil de plataneras. Muy fértil. Tanto que  le sobran flores. Por el Corpus las ponen de alfombras…Por el otro lado, Taganana;  enfrente, la mar abierta y entre espumas de sal leyendas de Guanches. 

domingo, 10 de noviembre de 2013

Una hoja suelta de cuaderno de bitácora. Queremos a Barrabás

                                           

Se quieren a muerte. O sea, se odian. No hay más que asomarse a un telediario. Los abrazos efusivos, las sonrisas abiertas, las caras de felicidad y esas posturas de galanes de cine o estrellas (todavía no estrelladas) pero lo conseguirán, seguro, lo cantan desde lejos.

La hipocresía es el boato exterior. Cuando el banquero que arruinó a media España (la otra no tenía dinero para entrar en Banesto y se escapó de chiripa) se peinaba con aquel pelo brillantísimo, muchísimos jóvenes españoles querían peinarse así, vestir traje azul con rayitas disimuladas y ser… Mario Conde.

Cuentan de Ramón y Cajal que acudía humildemente a su trabajo; que casi no daba importancia a lo que hacía y que pasaba horas y horas en el laboratorio; don Gregorio –don Gregorio Marañón- al que muchos ya ni conocen se autodefinía como un ‘trapero’ del tiempo, y de Jiménez Díaz, que al concluir su última lección magistral, le daba tres consejos a los futuros médicos. “Estudiad, estudiad, estudiad”.

En la España de las televisiones de basura; de políticos con las mejores facas de Sierra Morena; de tertulianos con  más cuento que Calleja, no tendrían cabida. Esas tres figuras en la España de hoy, como que no. No le demos más vueltas.

Dicen –yo no sé si es verdad- que coincidieron en su estancia en Madrid, el doctor Fleming y Jorge Negrete. El pueblo enfervorizado, aplaude, grita, proclama y vitorea al que cantaba rancheras. No hay que asombrarse. De aquellos polvos, estos lodos.


Las sementeras piden agua. Está reseco el campo –una parte del campo – porque no ha caído ni una gota. La yerba agostada proclama que el verano ha sido largo. Más largo que el ofrecido por Wert a los Erasmus. Hace falta agua que refresque y fertilice. De la que tiene que bajar del cielo y de la otra. Ustedes me entienden.

sábado, 9 de noviembre de 2013

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. La Virgen de Gracia

                                             

¿Sabes? A la Virgen de Gracia le llevé memorias tuyas. Subimos a la ermita cuando la mañana apuntaba a final. La niebla – que lo cubrió casi todo desde muy temprano – se levantaba con pereza. El día estaba sucio; en la lejanía sobresalían las siluetas de las sierras de Gibalto, Camarolos, Chimenea… y, al fondo, a la derecha, El Torcal.

Entre las sierras y la ermita, abajo, el pueblo. Un poco más allá, el arroyo Marín vestido de otoño;  las choperas estandartes de oro viejo y, los campos de olivos con las ramas dobladas de  la aceituna. Toman color, caminan hacia la madurez, o sea a tiempo de molino.

La Virgen estaba como siempre. Al fondo, en su altar, con el Niño en brazos, y orlada por un marco de plata. Detrás de ella, dos ángeles despliegan un velo blanco como para darle protección. Se respiraba belleza y paz; armonía y buen gusto; encanto y murmullo perdido de ángeles jugando al escondite – hasta le han quitado la manilla al reloj de sol – en la torre.

La mujer que atiende (por cierto todo está primoroso, limpio, exquisito) la tienda, a la entrada,  me dice que no sabe nadie - porque se lo pregunté – qué significan la letras marcadas sobre los arcos. Puede,  - piensa -, que esas letras tengan que ver con el nombre del alarife que realizó la obra. Una pena que no se conozca. El lugar es de ensueño.

Usted verá, me advierte, que es un icono. Le digo que sí. “La estampa vino pegada en el estandarte de don Pedro Girón, cuando la toma: Nuestra Señora que es Gracia os la doy”. La mujer está satisfecha con lo que me dice. Y, así desde entonces… Y me habla y me cuenta muchas cosas, tantas que habrá que volver sobre el tema, otro día.


Por la radio del coche me entero: “Los altos cargos detenidos de  CAM pretendían huir al Caribe”, “Hacienda confirma que pagó en negro a Garzón”, “El PP montó en Canal 9 una red corrupta donde compró a todo Dios”, “Las calles de Madrid hieden”… ¿Y si me vuelvo a la cumbre?. “Nuestra Señora que es Gracia os la doy”. Mejor, que si no…

viernes, 8 de noviembre de 2013

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Viento

                                                

Entró por el camino racheado y suelto, desbocado.  Arrastraba hojas sueltas. Sopló con fuerza. Dice, el hombre del tiempo, que viene del norte. O sea, frío y seco; azul el cielo (quizá lo único bueno que tiene). Cuando se baja por la chimenea hace sonidos extraños, raros, como de otro mundo.

Quieren que soplen vientos de renovación entre los socialistas reunidos en Granada. Me parece que están olvidando el refranero, que no se ha llevado el viento, pero que duerme olvidado en un cajón con telarañas. No quieren saber que “en nidos de antaño no hay pájaros de hogaño”. O, lo que es lo mismo: alguna idea nueva y menos odres viejos, si no se pide mucho…

No piden -¿a qué esperan?-  viento de limpieza entre los populares de Valencia. Y ¡mira que hace falta! Un juzgado ordena un embargo preventivo - 600.000 euros -  a la expresidenta de las Cortes valencianas. ¿Las minucias? Nada. Cuatro fruslerías: supuestos delitos de prevaricación, cohecho y malversación de caudales público en Fitur.

“Vientos del pueblo me traen / vientos de pueblo me llevan” cantó Miguel Hernández. El pueblo, quiere vientos nuevos. Algo que cambie la inercia viciada. El viento fuerte es molesto y, aturde. La brisa renueva y es agradable. Pero que no sea un sutil arrullo. No. Algo con más pinta de viento que se lleve tanto plástico y papeles viejos.


Hablaba  García Barbeito de un viento  que, como el de hoy, achancaba los trigos espigados de abril. Pero, aunque lo estemos mereciendo, ahora que se llena el cielo de arreboles y de hojas de oro algunos árboles, que no sea una ira de Dios - como decía su madre - Maestro. 

jueves, 7 de noviembre de 2013

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El Eslogan

                                                

No saben qué inventar. Pero inventan. Ruta de la tapa, ruta del callo, día del tiro con honda, el no sé qué de la semana del marisco… Matanzas, sopas, migas, nísperos, espárragos. Comida gratis o a bajo coste. Gente y más gente y, cuántos más vengan, mejor.

Otras veces sube el nivel. Aparecen la “luna mora”, “embrujo andalusí”, “noches de al-andalus”, bandoleros y moriscos, festivales donde aflora el cante (ya hay pueblos que no pueden pagar el elenco de artistas), música popular importada de países lejanos o de sitios más cercanos.

Donde hay toros… Los corren ensogados o libres, que si varios días o en fiesta determinada, que si por la Virgen o por el santo, que a campo abierto o cerrado. (Lo del toro de la Vega de  Peñafiel, pues como que no, y eso que, a uno le gusta la fiesta, pero eso, no).

Decía Pérez-Reverte el otro día en una entrevista que la gente quiere que pase la crisis para volver a hacer lo de antes. O sea, vuelta a las andadas. Puede. Me pregunto, maestro, y con la pléyade de inútiles – es decir políticos de todas las leches y colores- que no han visto la crisis ni desde lejos… ¿Con esos qué se hace?


En todos sitios para atraer exhiben literatura y, alguna, de la buena. Mucha inteligencia práctica. Anzuelo aplicado al momento. De todo lo leído me quedo: “Santiago, donde la lluvia es arte”; “Salamanca, arte, saber y toros”; “Alicante, donde el sol pasa el invierno”; “Marruecos, el amable vecino de enfrente” o “Y, Sevilla”… ¿Más? Imposible.

miércoles, 6 de noviembre de 2013

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Francisco

                                              

Se llama Francisco y viste de blanco. Ha llegado de un país - hermosísimo- y muy lejano a una ciudad donde todo es tan barroco, rebuscado y extraño que algunos hombres mayores visten de púrpura y otros de manera muy rara.

Este Francisco, en su pueblo, bueno en el pueblo donde trabajaba, vestía de negro, usaba el metro y calzaba zapatos viejos. De muchacho - dicen que tenía una brillante carrera por delante - cambió de acera y va el tío y se hace cura. Pero no cura de ‘misa y olla’. No. Se hace cura de los de compromiso.

Francisco, como quien no hace nada especial, se ha entretenido en dejar sin resuello a muchos de los que estaban delante. En la audiencia - porque Francisco recibe en audiencia a mucha gente - había un hombre enfermo, muy enfermo, tanto, que dice el periódico que ni se atrevían a mirarlo. Se acerca a él lo abraza, lo acaricia y lo estrecha contra su pecho.

A eso se le puede llamar como se quiera. Eso es solidaridad de quien siente el dolor de los demás como el suyo propio. Cantaba Facundo Cabral - que también era de aquellas tierras - que “hay medio mundo esperando con una flor en la mano / y la otra mitad del mundo por esa flor esperando”.

Me dice una amiga comprometida con Caritas que hay mucha gente esperando un gesto de otra gente.  Al igual el nuestro  pasa desapercibido. No importa, si le sirve a alguien de los que suspiran por la flor…


A Francisco lo han hecho Papa. Ha cambiado Buenos Aires por Roma, el coche oficial por un utilitario, pide a la gente actos de caridad - no se asusten dicen que dijo que no voy a pedirles un colecta - “recen por una niña chiquita que está muy enferma”. La Plaza de San Pedro enmudeció. A éste cómo lo dejen… 

martes, 5 de noviembre de 2013

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El Amor Brujo

                                              

Toronto va a recibir a Antoñita - Antonia Contreras - vestido de otoño. Abedules, olmos, hayas, arces, fresnos…, han sacado la ropa del armario y se han acicalado. La ocasión lo pide. Antoñita les va a ‘hacer’, como dicen los flamencos, “El Amor Brujo” de don Manuel de Falla. ¡Ahí queda eso!

Toronto está lejos, muy lejos. Más allá del mar grande, el mar que Colón conocía tan bien como conocemos el pasillo de nuestra casa. Pero ella se va, a la parte más arriba de donde llegó Colón. A donde  el frío que viene del  Polo, arrasa y corta el resuello.

Cuando llega este tiempo ponen tierra de por medio los gansos de los lagos, los pájaros del bosque, los patos de los ríos y, al Ontario, por las mañanas, se le pone la piel de gallina. Pero Antonia vendrá a decir - es una de las ciudades más cultas de toda América, y lo van a entender perfectamente - que “lo mismo que er fuego fatuo,/ lo mismito es er queré./ Le juyes y te persigue, / le yamas y echa a corré…”

No conoció, obviamente, don Manuel de Falla a Antoñita. La obra rezuma acento andaluz. Lleva esencia y duende; pellizco y entrega; canta y llora; tragedia y vida… Fue un éxito cuando, al finalizar el  primer cuarto del siglo XX, salió a escena. Ha sido un éxito desde entonces...

Ahora lo va a ser, también, cuando en noche cerrada – en noviembre y en trece, por más señas- , Antoñita, diga aquello de “yo no sé que siento, / ni sé que me pasa…” No te hagas más preguntas, Antonia, no hace falta. Es el embrujo que llevas dentro y que, en noche de otoño, cuando arces,  hayas, fresnos y olmos se acicalan para asistir a la fiesta, a su fiesta, a tu fiesta, sale de lo hondo de tu alma…


Es el fuego fatuo. Ah, y cuando baje el telón y la gente aplauda, piensa que en nuestra tierra: “¡ya está despuntando er día! / ¡Cantad, campanas, cantad! / ¡que vuelve la gloria mía!”

lunes, 4 de noviembre de 2013

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Rosario

                                              

Rosario - la Rosario de la que escribo hoy está lejos, muy lejos - tan lejos que la baña el Paraná por el que suben y bajan barcos cargados de mercancías. Vienen o van. Traen brisas de otros mares. Gaviotas que, como otras de antaño, saben de olas grandes, de espumas de sal. Bañaban cubiertas repletas de emigrantes camino de la tierra de promisión.

Rosario desde la lejanía  -uno nunca ha estado en Rosario, pero le echa el ojo, a un ramillete de fotografías – parece una ‘Chicago’ en chiquito. Como de juguete. Ambas  flirtean con su río. La ciudad yanqui con el que le da nombre, y se va, y busca el Mississippi; Rosario con el Paraná. Se une, aguas abajo con el Paraguay y, de allí, al Mar de la Plata y a la mar océana.

Vive  José Luis – José Luis Delgado-  junto al río, en Rosario. Añora su tierra malagueña, añora España… La España que él dejó no tiene nada que ver con la España de hoy. Los nacionalistas hacen bueno el refrán: “vuelta la burra al trigo”; un obispo culpa a las víctimas; gente que vive de mentiras y chantajes; cosecha abundante de sinvergüenzas y corruptos…

Cuenta William Saroyan, en la ‘Comedia Humana’, que Homero Macauley, el muchacho repartidor de telegramas,  recibió al soldado amigo de su hermano Marcos, muerto en la guerra – como todas – absurda. Le enseña Ihtaca, California. No hace falta. La conoce al dedillo. Se la había contado, tantas veces, que sabe de las calles por su nombre… Ulises, el niño pequeño, observa y mira.


Maestro, dicen que le dijeron, en cierta ocasión a Agustín Lara ¿cómo escribió Granada si nunca había estado allí? “Por eso, por eso, -contestó- Granada, tierra soñada por mí…” Rosario, la veo junto al río. Un río muy grande por donde también subieron muchos españoles buscando lo que aquí no tenían. Rosario, Rosario…

domingo, 3 de noviembre de 2013

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El Pueblo

                                              

Está donde siempre. A sol naciente, frente a los Lagares y, a poniente, en las faldas de El Hacho; abajo el río. El río se escabulle entre las huertas. Este año parece que aguantan - las huertas -  más el verde que otros o será porque las lomas están huérfanas de otoñada y pardean más de lo que deben hacerlo por estos días.

Se va el río camino de la mar. Se siente cercana. Casi al alcance de la mano, pero no se ve. Hay más sol porque amanece antes; las tardes son como pensar un rato, despacio. Como decía la madre de una amiga mía: “aún hay sol en el peral”. El sol dorado –porque no hay un sol mas dorado como el que se va, en otoño, por monte Redondo-  tiene la Gracia de Dios.

Dice mi amigo Antonio Javier Trujillo, siguiendo el consejo de otro amigo, “que siempre hay que volver al pueblo”. Y ha vuelto pero no nos hemos visto. Será por culpa del tiempo… será porque me fui al campo. Sabía, por su madre, que venía pero no nos hemos visto.

Ha vuelto, también, por estos días,  mucha más gente al pueblo. Otra gente. Vienen a lo que vienen y, algunos, de paso, a echar un rato, corto porque siempre traen bulla, con los recuerdos.  Por cierto, a quien tengo muchas ganas de ver, porque haya vuelto, es a Manonillo, “el Albulaguero”… Las ha pasado negras, negras, negras…

Hay que volver al pueblo. Calles largas; casas blancas y el cielo casi siempre azul. Si la veleta de la Veracruz apunta a sol naciente, sopla Levante, nubes mañaneras: abren al medio día; si hacia la Cancula, cielo limpio y día claro; si es al tejado de La Balita, (casi nunca) agua segura. Anuncia que vienen vientos atlánticos…


El pueblo siempre recibe al que viene. Espera y no tiene prisas. Está donde siempre. Si le hacemos caso a Juan Ramón se hace nuevo cada año y, ofrece sus casas blancas, su cielo con palomas que vuelan, con gorriones en los árboles del parque, con niños que juegan, con campanas que tocan en el campanario…

sábado, 2 de noviembre de 2013

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. La Mañana

                                   
Cada día, como una hora antes de que abra el banco, esperan a la puerta. Se saludan, se hablan entre ellos, ocupan los asientos disponibles en la losa de hormigón que el Ayuntamiento colocó para descanso de transeúntes…Y, tosen y pregonan bronquitis enquistadas desde hace  años por mor del tabaco.

Llegan, unos antes; otros, con el tiempo en los talones, -los talones de los pies, los otros, no- los empleados. Caras de sueño; fruncido el seño. Como con mal humor. Como quien va a disgusto desde casi antes que apunte el día. Se adentran en la oficina.

Sigue  la espera. Son los mismos de cada mañana. Si vienen antes parece que su problema tendrá la solución con más prontitud. Cuando abran las puertas de cristales entrarán con prisa. Casi se empujan. ¿Se acabará el dinero? Preguntan si les ingresaron el subsidio, si le vino lo que tenía que venir, si… Su esperanza, ¡ay, su esperanza! Cuando salen se va con ellos.

Descarga Jesús el furgón de fruta; de la panadería salen las bolsas que huelen a pan caliente. La hogaza pide aceite de oliva virgen extra y un café con leche, calentito y humeante; pasan los coches; tienen prisa - como el tribunal del otro día que se reunió casi antes para…- y van escopetados.

Miguel, (Miguel se encarga de la limpieza de la zona) se empeña en dejar la avenida como una patena. Miguel es ‘culé’. Le doy los ‘buenos días’, le digo que se van a salir de la tabla. Miguel es un tío llano y lo agradece; todos agradecemos que nos digan cosas bonitas, aunque no sean nuestras.

Monta, en la esquina, cerca de la iglesia, el vendedor de cupones, el tenderete: un tablero largo, dos sillas - porque junto a él se sienta su mujer -. No se hablan entre ellos; van a su trabajo. Extienden un puñado de papelitos garabateados y con números de colores. Todos,  todos llevan la suerte. “Pacheco, dame, el siete”; “Pacheco, el nueve”; “Pacheco, el mío” Y Pacheco atiende y da la suerte, a todos; la suerte, no se va con ninguno.


Y, la mañana, sigue su curso…

viernes, 1 de noviembre de 2013

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. La Escarcha

                                           

Ha sido la primera de la temporada. Brillaba el campo cuando el sol se levantó un par de palmos por encima de los Cerros de Virote. Todo estaba chorreando y quieto. Se echó, anoche temprano, el aire, y la yerba se ha puesto la mantilla nácar. Ofrece, generosa, un rocío precioso y blanco. La escarcha mala, dice la gente del campo, es la negra.

El refranero, para estas fechas, habla de nieve en las cumbres. “Por los Santos, nieve en los altos”. No es el caso. El verano largo que tiene un brazo que parece que no toca el fondo,  no se va. Sólo refresca algo en los extremos del día, cuando despunta el sol o al atardecer.

Miguel Hernández vio una escarcha diferente: “La cebolla es escarcha / cerrada y pobre: / escarcha de tus días y de mis noches…” Era otra España. Mucho dolor y más incomprensión. De ajustes de cuentas donde el rencor parecía que estaba, siempre, un peldaño más alto que la Justicia.

Blanca como la escarcha es la leche… ¿se acuerdan?, en el mismo poema: “una mujer morena / resuelta en luna / se derrama hilo a hilo / sobre la cuna…” Pedía Miguel al niño que no despertase, nunca, de serlo. Él que sí había despertado saboreaba una escarcha fría que helaba el corazón.


Día de crisantemos y flores; idas y venidas, comercio en muchos sitios y corazones helados que llorarán en la escarcha de su soledad. Pero me voy – me quiero ir – con Antonio García Barbeito y asomarme a los olivares “cuando la yerba de los vallados viste aún su toca de escarcha”.