domingo, 30 de abril de 2017

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El paseo

Un hombre viejo camina solo. Hace frío; va entre troncos de pinos; crece en el suelo la yerba raquítica y pobre. Es invierno. El hombre lleva un abrigo de paño largo. Le llega por debajo de las rodillas. Una mano, la derecha, en un bolsillo; la otra, a la espalda. El hombre se toca con un sombrero; se resguarda el cuello con una bufanda. Es Don Pío.

Don Pío vive en el barrio de los Jerónimos, Ruiz de Alarcón 12. Sube despacio; cruza la calle Alfonso XII  que corre paralela al parque; atraviesa por una de las puertas la verja del Retiro, porque Don Pío pasea cada día; mejor, cada mañana, cuando el tiempo lo permite. La calle va de la Puerta de Alcalá hasta el Paseo de la Infanta Isabel. Después del  paseo, cuando viene de vuelta,  la atraviesa de nuevo, y baja un poco, solo un poco, y más allá, al otro lado, y…ya está en la puerta de su casa.

 Don Pío, de viejo, él que había recorrido tantos caminos,  dice que no le gusta viajar a un lugar desde el que no pueda volver a su casa andando… Queda muy lejos el Don Pío estudiante de medicina en Valencia; el exiliado en Paris donde en la casa de España buscaba el plato de sopa; el que recorre El Maestrazgo en la posguerra.

De pronto me viene a la mente un montón de recuerdos. Biblioteca pública de pueblo. Un muchacho comienza a devorar todo lo que cae en sus manos. Se engolosina con la obra de Don Pío. ¿El primer libro?: Las inquietudes de Shanti Andía;  luego, vienen otros: Don Silvestre Paradox; Paradox Rey…

Después, un rosario de obras: La casa de AizgorriEl mayorazgo de Labraz; Zalacaín el aventurero… Hace unos días, un amigo me regaló La tierra Vasca. Recoge la tetralogía de don Pío. Inserta la cuarta obra, la que todavía no había leído: La leyenda de Jaun de Alzate.


Don Pío es, también, un escritor de relatos cortos. Deliciosos. He releído tantas veces El Angelus… Eran trece hombres, trece valientes curtidos en el peligro y avezados a las luchas del mar. Con ellos iba una mujer, la del patrón.  A Don Pío, en España, ahora, lo lee muy poca gente…

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sábado, 29 de abril de 2017

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Las nuestras: Carolina Coronado

Los retratos que nos han llegado de ella la muestran como una mujer de belleza fuera de lo común; tez fina; órbitas de los ojos remarcadas; mirada melancólica y triste, como perdida y ausente. Tenía la nariz larga; boca sensual; los labios remarcados y amplios; la barbilla pronunciada…

Siendo niña Espronceda, paisano y admirador le dedica unos versos bellísimos que comienzan: “Dicen que tienes trece primaveras / y eres portento de hermosura ya…! Y concluye: “… para ser, yo el insecto, tú la flor”.

Nació en Almendralejo (Badajoz) el 12 de diciembre de 1820; murió nonagenaria en las cercanías de Lisboa, en Poço do Bispo el 11 de enero de 1911. Procedía de una familia acomodada; recibió la formación propia de las niñas de su tiempo: labores del hogar, bordado y encaje  extremeño, en su opinión “tan enredoso como el código latino”.

Su padre fue encarcelado por motivos políticos. Fue secretario de la Diputación de Badajoz; la reina regente, María Cristina lo liberó. Ella le estuvo siempre agradecida y bordó una bandera para un batallón de apoyo a Isabel II.

Sufrió la enfermedad de catalepsia por lo que en varias ocasiones la dieron por muerta. En Cádiz sufrió una enfermedad nerviosa que la dejó con enormes dificultades de movimiento. Los médicos le recomiendan la toma de aguas en las cercanías de Madrid.

Casó con Justo Horacio Perry, diplomático de la delegación de los Estados Unidos. Por  influencias de Isabel II, el marqués de Salamanca le vende parte de su finca. Se construye un palacete en la calle Lagasca (entonces, calle de La Reja),  y se convierte en lugar de reuniones para muchos de los que participan en las intentonas tan propias del siglo XIX.


Su obra principalmente es poética. Escribió, también novelas, quince, y una obra de teatro que no se estrenó. Tuvo muchas dificultades para publicar. Fue reconocida por Espronceda, Quintana, y Castelar. Su belleza, además de la calidad literaria deslumbró a los escritores de su tiempo. Está considerada como una de las grandes en la Literatura del siglo XIX.

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viernes, 28 de abril de 2017

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Sueños

Me gustaría andar esos caminos y dar riendas sueltas a los sueños;  me gustaría ir a dónde ellos llevan y, en las espaldas colgada una mochila de recuerdos y, los ojos mirando y mirando... , porque dicen que es en los ojos donde primero se leen los sueños.

Me gustaría soñar, Sevilla, contigo al lado, y ver cómo pasan esas nubes – ¿de dónde vienen con sus vestidos grises de estreno? -  que van camino de otros cielos, a contar lo que han visto, a decir, que todo lo que les digan, es cierto. Me gustaría…

Me gustaría ser un niño de los que jugaban en la calle, en  otro tiempo, que saltaba engañando al tiempo, y que nunca terminaban en la punta porque una voz llamaba: “No te vayas tan lejos” Y, el niño volvía al amparo de la voz protectora.

Me gustaría sentarme en esa orilla y ver cómo quieta, se están yendo en cada momento el agua del río,  y  soñar con veleros blancos que venían de otras tierras. Eran tierras de lejos. Tan lejos, tan lejos… Traían plata y oro y tabaco y pájaros  y plantas comestibles y gente muy rara, que hablaban de aventuras y conquistas y…

Me gustaría sentir cómo la brisa acaricia las copas de las palmeras y ese murmullo de vuelos de palomas que bajan a la tierra desde el cielo y picotean, de aquí y de allí… ¿Qué comen las palomas urbanas en esas horas en que no hay gente en la calle?

Me gustaría saber qué piensa la Torre y conocer todos sus secretos. La Torre dice que la leyenda se encargó de hacer soñar a mucha gente pero solo  ella conoce la verdad de todo lo que el tiempo le hizo encerrar en sus adentros.


Me gustaría saber qué fue de aquellos pilluelos que pinto Murillo en las puertas de los templos, y si don Miguel de Mañara subió al cielo, y si el obispo de Valdés Leal fue consciente que de cuál era  el mensaje del “sic transit gloria mundi” y…

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jueves, 27 de abril de 2017

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El campo

El campo lo está pasando mal. Falta agua. Falta el agua del cielo que trae la bendición de Dios. Los olivos están cuajados de trama; limpian el azahar naranjos  y limoneros; están encañando los trigos y todo el cereal puede agostarse si les falta, como está faltando,  el agua de abril que es el mes que saca el campo.

Las parras, entre hojas tiernas, enseñan los primeros racimos limpios. Dentro de muy poco serán uvas para una mesa del Corpus y, luego, solo uno poco después, manjar de mesa o pasto de mosto  de uva pisada cuando la madurez diga que ha llegado su tiempo y les lleve a la vendimia.

Cantan las alondras, cuando viene el alba, en las lomas del Chopo; hay una sinfonía de ruiseñores en las alamedas de río; las riberas y los sotos acogen cantos de mirlos. Cantan en los bordes del camino jilgueros, verderones y chamarines.  El campo pide agua, el campo pide que Dios no lo deje de su mano y le eche un rocío, con tiento, con cariño, con toda la Gracia que  Él y solo Él puede darle.

La jara se ha pespunteado de blanco con pinceladas amarillas dentro. Hay un ir y venir de abejas. Van de visita a las calles de las flores. Les hacen una parada breve, corta. Llegan, dejan parte del polen que traen de otras flores,  y se llevan algo de ellas. Cuando castren las colmenas algo exquisito saldrá de sus panales; lo llamamos miel.

Se han derramado las amapolas entre los sembrados; en la lejanía es una alfombra roja. Llama, atrae, deja su impronta. Quizá sea la amapola la flor más efímera. No puede cortarse. Quizá Dios la creo pensando en Platero. No sé, ¿ustedes que opinan?


Están llenos los bordes de los caminos de florecillas lilas, amarillas, blancas… Las magarzas, ahítas de floración, sobresalen a las demás y dejan una marca única, excepcional pero el campo pide agua. El campo necesita agua, el agua de abril que trae la Gracia y la bendición de Dios.

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miércoles, 26 de abril de 2017

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Dehesas y más dehesas





Arroyomolinos de León fue tierra extremeña hasta la división territorial de 1834. En 1840 pertenecía al Priorato de León, Orden de Santiago, y a la Vicaría de Santa María de Tentudía.

El viajero va por terreno pedregoso. Cercas de piedra delimitan el campo. Pasta el toro bravo, el porcino y la oveja. Habla con la gente. Nota que cambia el acento y el giro de la oración y el uso de expresiones como “quédele, el coche allí...”, “tome agua que sea” o, “vaite po tras del cercado”... y ahora, más que nunca, comprende que Extremadura está a vista de poco que se levante las cabeza. Es decir,  al lado.

Se encuentra con alguien que como él recorre lugares y da en ir a sitios como estos. Y detecta a quien no respeta la intimidad de las personas que viven por allí, y que hay quienes se visten de espantapájaros  para ir por esos mundos de Dios. Pero esos no son viajeros. Eso es otra cosa...

Pasa por Calera de León, Cabeza la Vaca y Cañaveral de León. De paredes blancas y casas enrejadas. De flores cabe la fuente y de verdor a orillas del agua en los veneros que alimentan al río Rivera de Huelva por terreno “abrupto y serrano”.

Busca casi la protohistoria; llega a Cala pregunta por las minas de hierro y de cobr. Las explotaron los fenicios y aún siguen  en pleno (¿?) rendimiento. Descubre que le dedican una plaza al minero; una calle tiene rotulado: ‘Málaga’.

Por aquí, la agricultura, para complemento del vivir cada día. Es decir: subsistir. Le dicen que hay lugares de interés. Están – no va-  en las sierras del Castillo y Valdenueces. Como si el verdadero interés no estuviera en saber qué hace, cómo vive, qué sueña la gente que, por mediados de agosto, van, en romería, a ver a San Roque y, por septiembre, a la Virgen de Cala.

Está al pie de la Sierra de San Benito. Del castillo, sólo ruinas, pero en la mente de muchos la creencia del tesoro oculto que, algún día, alguien tendrá la fortuna de encontrar.

¡De ilusión, sabe, también se vive! La dehesa está con la yerba de primavera. Casi no ha llovido; cerdos bajo un bosque de alcornoques y encinas…


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martes, 25 de abril de 2017

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Monsaraz

El viajero llega al pueblo más bello del Alentejo pasado el mediodía. Ya ha estado otras veces. Siempre vino por diferentes caminos; supo que llegaba a un lugar único. La llanura a los pies del castillo; en la media distancia, el pantano de Alqueva que hace mar al Guadiana; al otro lado, España…

Una vez,  desde Beja y Serpa. Traía el recuerdo de una plaza con monumento a Camoens; otra, desde Évora. En Reguengos de Monsaraz compró cerámica alentejana. Repitió el mismo viaje pero sin cerámica y con calor de infierno alentejano en verano. Ahora, llega desde Barracos, por Mourao…

La puerta de entrada al castillo se abre a la llanura. Todavía no tiene claro si es un pueblo amurallado con su castillo dentro o es un nido de águilas, o sea un castillo, que cobija al pueblo. Todo es encanto; misterio; todo es paz. Aquí un día dijo a pararse el tiempo. Y se paró.

Por Monsaraz transita el silencio. Calles empedradas con pizarra negra; granito en los dinteles y cal, mucha cal, abundancia de cal que deja paredes impolutas. Reverberan con el sol; dan un toque diferente.

Monsaraz tiene dos calles. La calle Recta y la de Santiago. Flota la sombra del rey Don Dinís y la de los Templarios (por cierto el viajero repone fuerzas en un restaurante con ese nombre. Si les digo, que todo bueno, pueden pensar que se vino de rositas. Piensan mal, pero hay que indicar dónde está lo bueno en calidad, precio, trato, decoración y vistas…Espléndidas).

La gente es amable. Saben del porqué se llega hasta ellos. Son conscientes que a sus pies, además de la llanura hay, también dólmenes, menhires, cromlechs. Hablan de tres mil años antes de Cristo; año más o año menos.


El viajero tiene la sensación de que, esta vez, tampoco quiere irse. Sube al castillo. Desde la torre del homenaje ve lo que se extiende a sus pies. ¿Será por eso el llamarla  la Torre de las Brujas? Monsaraz tiene siete iglesias; macetas con flores en las puertas de sus casas; una picota que recuerda otros tiempos. Monsaraz es un pueblo medieval; tiene novecientos habitantes. El viajero sigue camino…


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lunes, 24 de abril de 2017

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Flores, Flores, Flores

Cierro los ojos. Hay por dentro un hervor de sensaciones. Media tarde; calor de primavera; apunta a verano. Llamo – y digo a los amigos que ya he llegado -. Uno, se pone ´de bonito’. O sea, traje y corbata. Las circunstancias mandan.

Iglesia – la parroquia de San Andrés de Encinasola – llena. Saludos. Corre un río de afectos. El protocolo dice dónde hay que sentarse. ¡Con lo a gusto que…! Bueno, otra vez, las circunstancias.
Isabel – Isabel del Carmen Domínguez Jarillo – es la pregonera. Le pongo el toro en suerte. La niña lidia de cine. Emotivo, directo, sentido… Deja con ganas. Le apoya un grupo. Cantan por Huelva; es decir, por fandangos. Interrumpen los aplausos una y otra, y otra, y otra… Isabel deja con ganas.

Noche de convivencia. Imposible departir con todos; imposible estar unos cuantos minutos con todos; imposible… ¡Es que vienes con tan poco tiempo…! Y sonrío y agradezco desde lo más adentro a esta gente tan buena que derroche tanta amabilidad.

La Virgen de Flores recorre el pueblo. Cae la tarde; revuelos de vencejos; van y vienen al alero del tejado. No cesan las campanas; cohete con estruendos en un cielo azul. No me hacen gracia los cohetes. Yo aquí… A callar y obedecer…

La procesión con la Virgen de Flores – manto de terciopelo rojo bordado en oro -   se detiene en lugares puntuales: Un grupo le reza cantando en la puerta de los Mártires; en  la calle Álora, la coral, una salve: Música, Abel Moreno; letra, Antonio García Barbeito. Hay lágrimas, y nudos en las gargantas, y un murmullo de recuerdos  por dentro.

Flautas dulces, tamboriles; carrozas y caballos; gente a pie… La romería, en marcha. Bullicio; gentío. Mujeres guapas; elegancia. Carrozas numeradas. La gente va a pasarlo bien; muy bien. Voy a hasta la Fuente del Rey. ¿Y no vienes a Flores? Ven  al menos hasta la Peña de los Valientes… El año que viene, no hay excusas; tienes que estar en Flores…


Gente buena; buena, buenísima gente. Otros, hace más de quinientos treinta años, sembraron y dejaron una imagen con la misma advocación, Virgen de Flores, en Álora. Quinientos años son más de tres días rezándole a la misma Madre. Los marochos y perotes somos así…


jueves, 20 de abril de 2017

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Temporal

Arrecia el Levante desde ayer.  Agita las copas de las palmeras; troncha ramas a los árboles; vuelan los cañizos; no sé sabe dónde va a parar la ropa que arranca de los tendederos; dan portazos las ventanas y las puertas del palomar no cesan en su golpeo constante…

Hay temporal en la mar. Oleajes que van y vienen embravecidas. Impresionan a la gente de que somos de secano; a los marengos, también. Dicen que las olas vuelven a tomarla con los paseos marítimos. Claro, hay una duda que no se despeja, ¿la habrán tomado los paseos marítimos con el mar y se han adentrado más de la cuenta en el rebalaje?

No sé cómo van a terminar los temporales políticos. Probablemente en nada. Algunos, los menos espabilados unos cuantos años de cárcel. El dinero, mucho dinero, está a donde no llegan las olas de la mar bravía ni las de las investigaciones…; los listos, nada de nada. Se irán de rositas.

Las imágenes que salen cada día de otras partes del mundo acongojan un montón. Pateras a la deriva por un mar desconocido. Esa gente nunca ha visto el mar; muchos de ellos ni saben nadar. Vienen de tierras donde lo que sobra es arena, sequedad y pobreza.

Me decía el otro día un amigo a raíz del  referéndum turco que Europa nunca ha tenido un tiempo de aparente paz  tan largo. A lo mejor necesitamos un latigazo de de ven cuando para que las conciencias se pongan al día. No sé.

Por si no hubiera bastante con el patio de la casa, ahora la Universidad de Southampton que está muy lejos pero no tan lejos como las piedras, es decir los asteroides que vienen del espacio, anuncian que hay peligros ciertos de que alguno pueda caer sobre la tierra.


Por lo pronto, el otro día pasó uno relativamente cerca o relativamente lejos, depende del color del cristal con que se mire, por la acera de enfrente. Dicen que es de grande algo así como el Peñón de Gibraltar. ¿Se lo cambiamos a los ingleses? Total, si lo tenemos repetido…

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miércoles, 19 de abril de 2017

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora: Rinconete y Cortadillo

Rinconete y Cortadillos vivieron en la Sevilla del Siglo de Oro. Se bajaron de tierras de Castilla y vinieron a dar, en convivencia, con los más florido y exquisito del hampa que deambulaba por el Arenal y por los aledaños del río.
Allí se encontraron con los golfos que andaban por las alojerías y que llevaban a los incautos a beber; con donilleros pendencieros en el juego de los garitos;  viejas cobejeras, alcahuetas de rosario colgados en la cintura, alfileres y randas.
Rinconete y Cortadillo dieron en caer en el patio de Monipodio. Era la universidad de los bajos fondos. Aprenden el más práctico de los consejos. Robad, todo lo que podáis y repartid. Repartid mucho porque luego es imposible recogerlo y todos callarán por la cuenta que les tiene.
Los pobres en aquella Sevilla de finales del XVI y el XVII vivían mal. Como viven mal los pobres en todos los siglos y en todos los lugares. Los ricos ¡ay los ricos! tenían su asistencia de criados, buenos mansiones y comida en abundancia.
Han saltado hoy - ¿y van?- nuevos escándalos de corrupción. Se ve que los ricos siempre quieren más. Era tan pobre, dice el refrán, que solo tenía dinero; pues bien, a estos todo les parecía poco. Querían más y más y más…
La diferencia con el consejo de Monipodio es que aquellos a lo mejor robaban y repartían, que está por ver lo del reparto, claro. Parece que estos se lo repartían consigo mismo. Ya se sabe donde arranca el camino de  la caridad bien entendida.
Unos se flotan las manos por ver a los enemigos en el furgón de la Guardia Civil. A lo mejor cualquier día se vuelve el aire, y entonces los inquilinos del furgón son los que sonríen de oreja a oreja. Dicen que el mundo da muchas vueltas; una cada día, y trescientas sesenta y tantas – depende de los bisiestos – al año.
Yates y pisos de lujo; empresas de tres al cuarto compradas por millonadas de euros; vida de opulencia y oropel; dinero y más dinero fuera;  mucho veraneo en playas de lujo y niñas guapas – con lo monas que están las niñas guapas - alrededor.

Y yo que pensaba que eso de Rinconete y Cortadillo fue algo que nos contó Cervantes…


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martes, 18 de abril de 2017

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Cal

L a cal le dio su esencia y lo hizo blanco. Cada mañana le da la bienvenida al sol cuando aparece por detrás de las crestas de los Lagares y lo baña con los primeros rayos del día…

La cal de dio su esencia y le da envidia al pueblo que se extiende, cuesta arriba, enfrente, empinándose para llegar hasta los pies del Hacho que casi toca con la yema de sus dedos y no lo puede alcanzar nunca…

La cal le dio su esencia para que desde la altura lo vean los pájaros de acero. Vienen de tierra de muy lejos y descienden, suavemente, con un rugir de motores que retienen el vuelo porque ya presienten cercano el aeropuerto…

La cal le dio su esencia, y hace que mire al río que va despacio, y juega entre el verdor de las huertas, y caracolea en meandros de capricho en un sí quiero y no puedo porque presiente su entrega al mar que tiene al alcance de la mano…

La cal le dio su esencia para que desde la lejanía las montañas recortadas en el añil del cielo lo vean como un deseo que se ve, que casi se toca, que casi… pero está allí, en su sitio, quieto desde el paso de los tiempos…

La cal le dio su esencia para que otee horizontes  desde donde viene la brisa que refresca los atardeceres del verano  cuando las estrellas salen – porque las estrellas no hacen buenas migas con la luz – más tarde al recreo y pueblan el cielo de puntitos parpadeante, distantes…

La cal le dio su esencia para que se conjuguen todos los verbos con los que juega la Historia y se acunen al amparo de los muros del castillo que sobrevive y está ahí y es emblema y seña y orgullo de su pueblo….


La cal le dio su esencia…“Pongamos que hablo” de Álora, blancura del cal blanca, y del Barranco, el Albaicín nuestro bajo un cielo de azul  con palomas y estorninos en el campanario y vientos que juegan al escondite con nubes de algodón… 

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lunes, 17 de abril de 2017

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Pedro

Calor. La primavera apunta a verano. La gente suda.  Aglomeración. No se cabe. La bulla empuja. Todos quieren un lugar de primera fila. Está ocupado; otros llegaron antes. Y, claro, ya se sabe…

Baja el trono – porque en Álora, mi pueblo y el vuestro, o se sube o se baja,  por eso tenemos el cielo tan cerca, algunas veces…- baja, el trono, les decía, por la calle Santa Anta; esquina del Chismo.

Pedro es un niño que se hizo grande. Pedro vive lejos, casi en la otra punta del mapa. Pedro ha vuelto cuarenta y algo años después a ver cómo defilan sus compañeros del Tercio ante el Cristo de la Buena Muerte y ante la Virgen de los Dolores en Álora, la mañana del Viernes Santo…

Eso dice él. Yo creo que Pedro ha vuelto a reencontrase consigo mismo. O sea, con el niño que se fue, con el muchacho que se alistó voluntario al Tercio Duque de Alba, en su Cuarta Bandera.  Supo que aquello es algo distinto a todo lo demás; es único. Pedro ha vuelto y se ha reencontrado con quien desembarcó una mañana en el puerto, y luego, por la noche, cantó, bajo el palio de árboles de la Alameda…

Pasa una sección legionaria. El cornetín ordena, ‘media vuelta’. Obedecen. Entonces, hay un toque mágico de corneta. Los hombres comienzan un rezo…. Una sola voz: “Nadie en Tercio sabía…”

Le siguen las voces de los más cercanos. El rezo legionario es de todos. Avanzan el canto: “soy un hombre a quien la suerte…” A Pedro comienzan a humedecérsele los ojos; a los que estamos cerca, también. La voz arrecia. “… hirió con zarpa de fiera / soy un novio de la muerte…”

Cantan; suavemente, con los pies sobre la tierra, un balanceo. Se acera el trono. Viene Ella, sublime, preciosa. Dice una mujer – también llora – “viene de dulce”; yo diría que de Legión y oro.  La mecen. Sudor bajo el varal. Van camino de la Despedía… Será dentro de un rato, cuando entre el gentío logren llegar…


Siguen los caballeros legionarios… “por ir a tu lado a ver te, / mi más leal compañera, / me hice novio de la muerte, / la estreché con lazo fuerte / y su amor fue mi bandera…” Pedro llora; los demás, también.




domingo, 16 de abril de 2017

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Intolerantes

En el manual de primero en la Facultada de Periodismo se dice algo así como que no se debe comenzar un artículo con un refrán o con una frase hecha. Rompo; desobedezco y comienzo con el dicho de mi pueblo: “hasta que el guarro no vuelca la pila, guarro no es”.

Verán. Viene esta consideración a raíz de los sucesos del Lunes Santo en Málaga y la ‘Madrugá´, en Sevilla. Parecía que los muchachos estaban ansiosos por meter la patita y volcar la pila. Lo han conseguido. Naturalmente la cohorte de voceros y estómagos agradecidos le han hecho su eco correspondiente.

En Málaga la trifulca comenzó porque, al parecer, unas sillas colocadas en a acera les estorba el paso… En Sevilla la orquestación ha venido desde tres sitios diferentes en la ciudad. Y, ¡ay, coincidencia! Todos a la misma hora.

Miles de personas se han echado a las calles de España en cualquier pueblo grande o pequeño, ciudad importante o mediopensionista. Celebran a su modo y costumbre la Semana Santa. La gran fiesta barroca – dejo a un lado la connotación importantísima de la religiosidad – con que cada primavera el pueblo rememora unos hechos, empañada.

¿Cabe más arte transitando por la calle? ¿Cabe más esfuerzo, más trabajo, más entrega que la que dan estos cofrades? Ah, y todo gratis. Solo tienes que abrir el bacón si por tu calle pasa una procesión o irte – que es como a mí me gusta – al encuentro de esquina en esquina…

A la España con la juventud más preparada de su Historia, a  la España que supo pasar de la dictadura a una Democracia con ejemplos de tolerancia y generosidad viene un puñado de ‘artistas’ y dicen que aquí no se juega. ¿Razón? Una potentísima: a ellos no les da su real gana que la gente pueda echar unos días de romper la monotonía y celebrar algo especial.


¿Adónde queremos llegar? Me temo que estos – los adjetivos calificativos los dejo quietecitos en el Diccionario – ya han demostrado que son guarros y saben volcar la pila. Ahora toca dejar los paños calientes en su sitio y aplicar sencillamente la ley. Lo dijo un poeta hoy olvidado, José María Pemán, en el 'Divino Impaciente´ “No hay virtud más eminente / que el hacer sencillamente, / lo que tenemos que hacer”. Al buen entendedor…


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sábado, 15 de abril de 2017

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Las nuestras: Beatriz de Cabrera

Fue mujer, pobre, y vivió en Sevilla, en siglo XVII. Hasta ahí, algo aplicable a otras muchas mujeres que vivieron por el mismo tiempo. Sevilla no era ajena a la crisis que azotaba España y sus calles estaban llenas de gente del hampa, niños andrajosos y pedigüeños.

Beatriz de Cabrera es una mujer del pueblo llano, con carestías y no sobrada de bienes aunque algunos investigadores afirman que tenía ‘tierras’ en una zona cercana al río Guadalquivir. No está enraizada con la nobleza ni provenía de la aristocracia como se ha pretendido. Viene a la historia porque contrajo matrimonio con uno de los más grandes pintores del Siglo de Oro,  Bartolomé Esteban Murillo, cuatro años mayor que ella.

Beatriz de Cabrera y Villalobos nació en Pilas, en 1622. Con tres años quedó huérfana de padre. Su tío Tomás Villalobos, platero de profesión, con veinte, o sea en 1642 la lleva a Sevilla. Vive en el mismo barrio que Murillo, - lo que entonces se conocía como collación o territorio propio de una parroquia - que también estaba emparentado con  una familia de plateros.

Documentos hallados, “en pésimas condiciones”, en la sección de Protocolos del Archivo Histórico Provincial de Sevilla dan cuentan que Beatriz de Cabrera aporta al matrimonio dos mil ducados “cantidad aceptable pero que demuestra que no era rica”. El dinero se recauda entre amigos y familiares; Murillo, quinientos. Él sí tiene posibilidades y una buena situación económica.

Se casan en la parroquia de la Magdalena el 26 de febrero de 1645. Posteriormente, se trasladan a la calle Corral del Rey donde sufren la terrible epidemia de peste que asoló todo Andalucía y, en especial, Sevilla en 1649. Muere casi la mitad de la población, entre ellos cuatro hijos pequeños del matrimonio Murillo.

Beatriz de Cabrera sirve de modelo, primero, para un ángel cuando trabajaba en un pieza para la iglesia de San Jerónimo de Pilas. Luego  para sus vírgenes; sus hijos posan como querubines en sus cuadros.

Tuvieron nueve hijos, uno Gabriel con veinte años, en 1679, marchó a las Indias.  Solo cinco sobreviven a la madre; la décima, una niña a la que ponen por nombre María, muere quince días después del fallecimiento de Beatriz de sobreparto en la noche del treinta y uno de diciembre de 1663 con cuarenta y un años.


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jueves, 13 de abril de 2017

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Viernes Santo

“La Virgen de Gracia era mi vecina de enfrente cuando yo era niño”. Lo dijo el Maestro Alcántara. Ya ves, Maestro, la Virgen igual decidió regar todos tus escritos con la gracia de sus manos;  tu sabiduría de andar por la vida puso el resto.  Muchos bebemos en tu fuente inagotable.

La Virgen de Gracia, la que está en la calle del Agua, en la pequeña capilla, a mano derecha, conforme se sube hacia la Victoria haciendo esquina… Se procesiona la noche del Martes Santo junto a Jesús del Rescate. Dicen los que saben que el Martes Santo es el día ‘victoriano”.

Pero hoy es Viernes Santo. Cuando éramos niños mi madre, a las tres de la tarde, nos congregaba junto a ella. Nos arrodillábamos delante del Crucifico y mi madre entonaba el Credo. Rezábamos tres Credos… Estaba ya el Señor muerto y no se podía hacer ningún ruido.

Hoy no he tenido valor para ir a casa de mi madre, o sea, a mi casa. Desde que ella falta se me hace cuesta arriba, muy cuesta arriba. Dios dispuso que un Martes Santo de hace un puñado de años a ella te tocaría rezar, desde ese día,  los tres credos en otro sitio y desde entonces… pues eso.

Hay un bullicio de gente en la calle. Esta mañana de primavera con el campo reventando de flores, en Álora, mi pueblo desde no sabemos cuándo ni porqué se celebra la Despedía. Los portadores de tronos de Jesús y Dolores se arrodillan tres veces, a la señal convenida de un maestro de ceremonias.

Tres caídas, tres Credos. Soledades de los recuerdos que deambulan por dentro. Viernes Santo. Está el Señor muerto y no puede hacerse ningún ruido y los niños, obedientes, rezaban junto a su madre, delante del Crucifijo. 

Pasa el tiempo. Falta uno de los niños y la madre que rezaba el Credo con ellos. Al otro, se le viene un puñado de lágrimas, y un nudo a la garganta. Viernes Santo. Demasiados recuerdos.

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miércoles, 12 de abril de 2017

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Jueves Santo

Lo dice el calendario. Mañana el mundo cristiano tiene uno de los días grandes. Mañana se celebran muchas cosas en un solo día. Es uno de los días señalados en que mucha gente se para y piensa y medita y sabe que no es un día cualquiera que trae el viento o que viene de la mano de las olas; no. Es especial.

La Iglesia Católica celebra la institución de la Eucaristía. Dicen que al caer la tarde se fue con los suyos a un lugar apartado. Cuentan que no estaba a ras del suelo, sino en el primer piso. Subieron las escaleras. Se sentaron al modo hebrero y celebraban la comida de Pascua.

Las Sagradas Escrituras dejaban claro que era cordero y lechuga amarga. Se recordaba una noche trágica de muchos años antes en Egipto. Los primogénitos fueron exterminados por la  mano del  ángel,  pero en aquellas casas  marcadas con la sangre del cordero no entró; siguió de largo…

Entonces, Él, comió con ellos y le anunció todo lo que iba a venir y dijo que uno le traicionaría, - “¿soy yo, Maestro?, “aquel que…”,  y algo muy directo; bueno, uno, no; dos: “lo que has de hacer, hazlo pronto”, y otra, la principal, “hacedlo en conmemoración mía”… y Ahí quedó por todos los tiempos.

Es también día de la celebración del amor fraterno. Uno de los cánticos más bellos, el ‘Ubi caritas  et amor…’ (Donde hay caridad y amor…) continúa el cántico y dice que allí está Dios. El mundo da bandazos desorientados (ayer, en Dortmund otro atentado), y a lo mejor es que no encuentra el sitio o no percibe el mensaje del cántico.

La cosa no queda ahí. Habrá una Madrugá en Sevilla excepcional; la Legión dirá por la calles de Málaga  que su Cristo de la Buena Muerte es parte consustancial con ellos; la Brigada Paracaidista, en Álora, le  cantará a su Nazareno de las Torres que “la muerte no es el final”,  y que “en tu palabra confiamos con la certeza / que tú ya le has devuelto a la vida / ya le has llevado a la Luz…”


Un hombre que viste de blanco – al que no hacen mucho caso – lavará los pies a otros doce hombres. Jueves Santo: Ubi caritas et amor Deus ibi est…

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martes, 11 de abril de 2017

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Música

La música al final, lo arregló todo. La banda comenzó a tocar. Los que aún estaban por la zona siguieron viendo el cortejo que se reanudaba; ¿los otros?, averigüen dónde llegaron algunos corriendo. Estampida; desbarajuste; desorientación y más desinformación.

No tenía que pasar; pero pasó. Hay psicosis de atentado. Da la impresión que alguien está interesado en que pase algo fuera de la normalidad para sacar pecho, y luego, contarlo. Y, después, un rosario de medallas…. ¡Si lo decía yo!

Claro, muchacho, claro que lo decías tú. Pero, fíjate no pasó nada. Dos heridos por cortes de una valla. (No tendría que haber habido ninguno; lo hubo). Todo comenzó por una pelea callera. ¡Qué cosa más rara! De momento voces, gente que corre, rumores; se rompe la procesión.

 El miedo es el libre; la conciencia de dónde y el porqué se va es otro cantar. Algunos de estos no tienen nada que ver con los cristianos de otras zonas de ese pequeño mundo donde sí se juegan la vida de verdad. Por cierto, pregonan que son cristianos donde saben que les va la vida. Aquí ¡qué quieren, sale más cómodo!

Me concome un razonamiento. Prescindo del fervor y religiosidad.  El Cautivo lleva detrás una auténtica manifestación. Una pregunta, sin acritud. ¿No existe un servicio de orden como en cualquiera otra aglomeración humana? Hay que hacérselo ver a quien corresponda.

El Cautivo, bueno, la procesión de Jesús Cautivo bajaba por Carretería. Dicen que la cosa empezó con dos en una agarrada. Se suman otros. Se desata el desatino. Hay quien ve – lo cuenta el periódico – armas, fogonazos de disparos, un coche que viene a toda velocidad por dirección contraria…

La cosa no queda ahí. Comienza a acudir policía. Un helicóptero sobrevuela la zona. Todo cuadra. Solo faltaba escuchar la deflagración. El cóctel servido; el pánico libre. La gente comienza a sacar conclusiones erróneas. El vehículo policial solo pretendía una información para poderla transmitir a los que estaban en tierra…

Alguien, una vez superados los primeros momentos, tiene una idea lúcida. Ordena que toque la banda; lo hace. La música ayuda a recomponer el cortejo. La procesión se pone en marcha. Viene apelo lo de Lorca: “Señores guardias civiles: aquí paso lo de siempre. Han muerto cuatro romanos / y cinco cartagineses”.

Pues ya ven, ni eso.

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lunes, 10 de abril de 2017

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Bullicio

España se ha echado a la calle. Lo cuentan los telediarios, los periódicos, la radio. No se cabe en ningún sitio. La bulla lo copa todo. Terrazas de bares, hoteles, parques, playas,  aceras repletas de gente que va y viene. Gente con cara de ser de otros sitios que se han acercado para pasar estos días.

El campo está ahíto de flores; el campo tiene la bendición de Dios que parece que les ha dejado encargado que ya que Él no sabe dónde acudir, que se porten bien y está…¡cómo está el campo!
Los pueblos quieren hacerle la competencia. Se han llenado de colgaduras.  Según qué devoción tienen vía libre en el corazón los colores que llenan las calles de un arco iris y aparecen celestes pollinicos, morados jesuitas, negros dolorosos.

No quieren ser menos los balcones. Hay quien lo ha llenado de flores. Hay balcones que son lecciones de belleza. Algo sublime. Aportan sensibilidad, hondura de bien hacer. Buen gusto; regocijo de los que viven dentro; alegría para los que los vemos desde fuera.

Dicen que esta noche de Lunes Santo, en Málaga, no cabe un alfiler. Puede ser una exageración; es cierto. El Hombre-Dios de túnica blanca, de piel de ángel - ¡cómo será la piel de los ángeles que sirven para vestir a Dios!- cruzarán al filo de la media noche el puente de la Aurora; luego, ya saben los que viene luego…

Dice mi amigo José María Martín Urbano que la Semana Santa es diferente cada año pero maravillosamente igual. Así en todos sitios. No hay ciudad grande ni pequeña, rincón escondido o a la vista que no tenga su Cristo o su Virgen…

Veo imágenes de otros lugares. El diccionario, siendo tan generoso, se queda corto. No hay palabras. Los sentimientos brotan desde lo más adentro y en cualquier esquina puede que surja ese ahogo que se escapa de la garganta… A eso, en algunos sitios, se le llama Fe.


España se ha echado a la calle. Hay olor a incienso, a cera que arde, a candelería apagada por mor de esa brisa que viene de alguna parte, y también, quiere su protagonismo, si no, ¿cómo íbamos a hablar de ella? Cristos y Vírgenes, nazarenos y turiferarios, el hombre que vende los globos,  cruz guía y su incuestionable banda de música…

domingo, 9 de abril de 2017

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Fútbol

Noche ventosa de abril. El aire despeinaba las palmeras que rodean el estadio; de vez en cuando  un olor penetrante, fuerte, sensual;  es el azahar de los naranjos en flor. Tremolan inquietas las banderas que coronan la grada.

Tuve sensación de sentirme extraño en la masa. La gente acudía; unos solos, como yo; otros,  en grupos. Pequeños grupos que hablaban entre sí. Algunos llevaban camisetas de sus equipos. La gente se comunicaba; andaban de prisa, como quien va tarde, como quien cree que aquello se acaba…

Se fue llenando la grada. Saludos, buenas palabras. Pequeños, minúsculos objetos, que llamamos personas ocuparon los asientos. Cambió el colorido. La megafonía  estruendosa; ahogaba. La gente se hablaba casi a voces.

Salen a hacer ejercicios físicos los equipos. Los seguidores del equipo que viene de otra ciudad están colocados en una esquina del estadio; están ¿protegidos?, ¿custodiados? Están rodeados de agentes de policía que tienen cara de indiferentes a todo lo que pasa.

El campo es una alfombra verde; preciosa. El campo es un sueño de tapiz propio de una mesa de billar. Ponen en marcha los aspersores. El  viento arrastra el agua pulverizada. Moja a los jugadores que hacen el calentamiento; se apartan hacia un lado. No necesitan ese riego inoportuno.

Un señor viste de uniforme diferente a los jugadores;  es el maestro de ceremonias. Antes vestían de color negro; ahora, de colorines. Los porteros de los equipos también visten con colores chillones. Uno de amarillo limón; el otro, de verde desleído. No coinciden con los colores de sus equipos. Once y once, todos llevan los mismos colores; los otros, los porteros, no.

El maestro de ceremonia tiene la autoridad. Manda, ordena, para, vuelve a mandar. Gesticula con las manos; se hace notar por medio de un silbato. A pesar del ruido ensordecedor el silbado se percibe desde la grada…

Cuando marca el equipo de casa el griterío ahoga;  los que acompañan al equipo que viene de fuera, enmudecen;  se oye su silencio. Solo las voces de los seguidores, los que están por todo el estado gritan desaforadamente; ¿los otros?, los otros, enmudecidos, callan…


La gente abandona la grada. Exultantes. Les ha ido bien – irles bien es sinónimo de haber conseguido la victoria – a los de aquí. Y, así una, y otra, y otra vez… Ah, se me había olvidado: Málaga 2; Barcelona 0.

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sábado, 8 de abril de 2017

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Las nuestras: Carmen Laforet

Carmen Laforet nación en Barcelona, 1922. Era una mujer menuda, morena de ojos grandes, mirada profunda. Era una mujer solitaria que se apartó voluntariamente del mundo de rencillas, envidias y zancadillas que proliferan en el mundo de la literatura.
De niña vivió en Canarias. Carmen volvió a Barcelona, a la casa de la calle Aribau donde vivían sus abuelos y donde sitúa la novela Nada en septiembre de 1939… Una placa en la puerta lo recuerda.

Su padre, arquitecto, profesor de la Escuela de Peritaje Industrial. Con dos años, Carmen pasa a vivir a Las Palmas por traslado profesional de su padre. En Canarias sufre la muerte de su madre; la marca para siempre. Su madre, toledana,  de origen humilde pero una riqueza interior enorme le deja una huella indeleble.  Siente también la unión con sus hermanos.

En septiembre de 1939, recién acabada la Guerra, en Barcelona comienza Filosofía y Letras; no la termina. Tres años después marcha a Madrid a estudiar Derecho; tampoco la concluye. Carmen es una  mujer introvertida y lee todo lo que cae en sus manos.
Con veintidós años llega la fortuna a su puerta a modo de premio. Gana el Primer Planeta. Su obra Nada, la premiada. No es una obra autobigráfica pero tiene mucho de ella.  Nada comienza a ser un clásico. Es 1944; España está en la posguerra de represión. 

Se casa, del matrimonio nacen cinco hijos. El matrimonio se rompe en 1970. Pasa momentos de dificultad. Carmen vive en un mundo machista amparado por una Dictadura. Comienza una relación epistolar con Ramón J. Sender a quien había conocido en Estados Unidos unos años antes. Sus conversaciones epistolares sobre Dios – ambos son creyentes aunque de modo distinto – y Santa Teresa, los hijos, la inseguridad…Se publicaron un año antes de su muerte bajo el epígrafe Puedo contar contigo.

De Carmen quedan patentes tres cosas: es la autora de Nada; su fobia social, y su retirada de la primea plana para sumergirse en un mundo de silencio. La obra de Carmen es extensa. Azorín, José María de Cossío, el propio Sender, Melchor Fernánez Almagro, Juan Ramón - de quien toma Nada – , o Laín Entralgo hablan del impacto que tuvo fuera y dentro de nuestras letras.


Carmen Laforet muere en Madrid en 2004

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viernes, 7 de abril de 2017

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Dios está en la calle

Dios se ha salido a la calle. Es normal. Dios ha llegado a la hartura  de estar en el cielo, tan lejano, tan alto, tan difícil de alcanzarlo que se ha bajado a pie de calle. Dicen que para hacerse el encontradizo porque como algunos no tenemos mucho tiempo de ir a verlo pues se ha venido Él a nosotros.

El otro día una amiga me ponía un comentario a un artículo. Lo comparaba con el paisaje de esa región mítica y casi mágica que en Italia se conoce como La Toscana. Le contesté, sí, sí pero éste no tiene cipreses. Los cipreses son los árboles que cada mañana le dan la novedad a Dios y le cuentan cómo ha ido la noche por aquí abajo.

Hay un rosal de pitiminí que ha saltado la tapia. Al rosal le ha venido estrecho el espacio de su arriate y ha decido ampliar horizontes. Se asoma a la calle. Ayer tarde había un montón de abejas libando en sus flores.  Ya se sabe. Las abejas sacan la esencia de Dios y luego, nos la devuelven a manera de miel…

Dios se ha venido al campo. Están los olivos cuajados  de trama. Compiten entre ellos para estar más frondosos y ser los elegidos el Domingo de Ramos y tener una doble bendición, la del agua bendita y la que Dios le da cada mañana.

Los cerezos se han vestido de primera comunión. Saltan imágenes bellísimas. ¿Es una nevada tardía o un rocío de mariposas de paseo? Tienen la blancura de los vestidos de novia y la ilusión de quien va cerrando etapas en su vida.

A Dios se lo ponemos difícil. Somos durillos de pelar. Les retorcemos las manos; las clavamos;  le ponemos nombres: Estocolmo, Siria, África; pateras  en el azul del Mediterráneo. Y, luego le echamos la culpa a Él. Hombres,que cuando se hablan, se escupen acíbar…


Dentro de unos días Dios se volverá a echar otra vez a la calle. Veremos crucificados que chorrean sangre. Las gubias de Juan de Mesa, Martínez Montañez, Ruiz Gijón, Ocampo, Navas-Parejo, Benlliure… serán la palabra de Dios que habla desde la distancia y pregunta: ¿os dais cuenta de lo que sois capaces de hacer cuando se os cruzan los cables? Y nosotros, nosotros… Dios está a  pie de calle.

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jueves, 6 de abril de 2017

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Realismo

La corrupción (hasta la palabra es fea), dicen, es principal problema que tenemos encima los españoles.  Están cargados los telediarios de noticias de ese tinte; empachan. Más de lo mismo y vuelta la burra al trigo. Unas, verdad; otras, pura invención. O sea, corruptos en los dos caminos.

Hay  varios artistas que jugaban en un equipo de Segunda B, el Eldense, acusados de fraude por tema de dinero y compra de partidos con juego – no del balón, no; del otro, por medio  - y ellos que están a la cuarta  pregunta; mejor a cuarto y mitad, que es bastante menos, lo han visto tan claro que… coherencia con su  situación y sentido de su realidad.

Unicaja  puso una pica en Flandes; bueno, en Flandes, no; en la orilla del desviado Turia donde han hecho jardines y campos de deportes, y ¿mira que si a algunos de los nuestros les diese por copiar la receta?  Se imaginan el cambio de la ciudad y del Guadalmedina? Se imaginan que, por una vez, se asentase por aquí la  coherencia y  el sentido de la realidad…

La victoria del Málaga anoche en Gijón dejó palpable que la eclosión de alegría que tuvimos los malaguistas era proporcional al miedo que no nos dejaba que la ropa llegase al cuerpo. ¿Y todo eso por un partido de fútbol? Cuando se han visto de visitantes – con el debido respeto - equipos del potencial de Garrucha o de la Estación de Cártama… Coherencia y realismo.

Revuelo con la entrega de armas de la ETA. De eso probablemente no entienda mucha gente; los que están en el ajo, sí. Dicen que hay doscientos veinticuatro asesinatos sin resolver. Me acuerdo de niños criados sin padres; de viudas que ya no tienen nada que ver con el pueblo del que salieron; de personas hechas añicos en su interior por mor de canallas sin escrúpulos. No se  les puede dejar tiradas.  El único delito que cometieron fue vestir un uniforme, huir de una realidad dura o pasar, simplemente, por aquella calle. Coherencia y sentido de la realidad.

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miércoles, 5 de abril de 2017

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Flores

Decorado de cartón piedra. Sevilla, una ciudad irreal de personajes y situaciones que hoy nos parecen cómicas. A través de una ventana el público contempla, como quienes acudían a las ejecuciones públicas, la faena del fígaro empleado en una víctima entregada. ¿La película? El barbero de Sevilla

Y, en ese momento, aparece Estrellita Casto. Caracol sobre la frente; vestido tópico;  calle concurrida; van y vienen; ella tira de una burra con los serones repletos de rosas. Sobresale la voz;  pregona: “A las niñas morenas, / y a las rubias encendías…” y dice que vende flores, y hace una retahíla de posibles clientes; y anuncia y: “para las que sufren de mal de amores”. ¡Casí ná!

 Ha encendido la primavera los arriates y las medianas, los pequeños jardines y los parques grandes; los patios interiores, íntimos, encantadores, umbríos. Se ha vestido el campo de flores nuevas; están ahítos los naranjos de azahar que  embriaga las noches de abril; llenos de trama los olivos. ¡Flores!

Lina, una mujer excepcional, tuvo una idea brillantísima. La proclamó con un mensaje claro: “Pon flores en tu balcón”. Con mucho trabajo ha tenido eco. Muchos los balcones  han cambiado el aspecto exterior. Están preciosos; ahora, con el tiempo que entra, más.

El Ayuntamiento de mi pueblo le ha seguido la idea y como su balcón son las calles, pues  eso, hace sus pinitos. Desconozco los nombres (de saberlo, los pondría como el listín telefónico) de quienes llevan a cabo el empeño; merecen el reconocimiento.

Han cambiado el aspecto exterior de algunas zonas. Las calles Puerto, Alfonso Navarro, Veracruz, Folclórico Pepe Rosas, Chozuelas… (y que no quede ahí la cosa, por favor), ya tienen un sello especial. Algunas de una belleza excepcional, siendo posible, la han incrementado y ahora lucen de una manera diferente.

Apuntan los rosales a una oferta de colorido para dentro de unos días. Ya mismo estarán abiertas las rosas y todo será una sinfonía, mientras tanto me quedo con la intimidad y el embrujo del patio de mi amiga Pilar.



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martes, 4 de abril de 2017

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Lío

Las noticias vienen como los estorninos, en otoño, sobre los olivares: en bandas. Llegan del Este y del Oeste; del Sur y del Norte…Casi todas son malas. ¿Se acuerdan de Mary Poppins cuando en casa de los Bank había que sujetar todos los posibles objetos voladores? El viejo almirante Boom disparaba sus cañones cuando cambiaba el viento.

El lío aquí no es tan fácil de solucionar. Tampoco ha llegada una Mary Poppins con la maleta repleta de magia. Colombia, Venezuela, el Mediterráneo; Oriente Medio, y el otro, el que está muy lejos, y donde manda un gordito pelón con cara de pocos amigos. Hay otro rubio de purpurina que parece que tiene tripas sin estrenar. Ha llegado al poder por las urnas.

Ahora de la tierra de Mary Poppins ha llegado el mensaje de unos pocos de iluminados, almirantes algunos por cierto, quieren perder la cabeza por otro gordito que vive como Dios en Soto Grande y tiene un andaluz tan cerrado que, a veces, ni él mismo se entiende, y quieren mandar a la Royal Navy y hablan de guerra como mi nieto esta mañana antes de entrar en clase hablaba con sus amigos de intercambiar cromos….

De todas las noticias quizá bate muchos records lo del metro de San Petersburgo. La policía cree que el autor de la proeza es un hombre de 23 años natural de Kirguistán.  Me documento. Es un país montañoso del Asia Central. Un mosaico de culturas y muchos conflictos internos. La conocemos mejor por los documentales de la cuando dormitamos en la siesta y ellos toman leche de yegua en la yurtas…


El tío se ha ido con una mochila cargada de explosivo y se ha metido en el metro… Lo que ha venido después lo conocemos de sobra. Dios nos libre de esos locos salvadores y de los que llevan a otros al poder también con vocación de redentores… “Madrecita mía, que me quede como estaba”…

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lunes, 3 de abril de 2017

Una hoja suelta del cuaderno de bitacora. Campo de Calatrava

La dehesa, en flor. Apuntan las primeras jara en Sierra Morena; las encinas ya tienen sus zarcillos colgando sensuales, reventones. Todo es un manto verde; todo es exuberancia. El tren va  rapidísimo. No da tiempo a ver el paisajes en la proximidad; en la lejanía huye como las sombras de las nubes.

Es una alfombra verde el Valle de Alcudia; Puertollano muestra signos de un pasado industrial un día floreciente; ¿hoy?  Una lucha por la supervivencia. El tren pasa por la estación con la velocidad muy aminorada. Dos iglesias, en piedra, majestuosas; un monumento al minero; instalaciones de construcciones nuevas. Puertollano está en el límite Sur del Campo de Calatrava; Valdepeñas, en el Este; Abenójar por poniente.

Casi todos los pueblos tienen por apellido ‘de Calatrava’.  Parece un intento de reivindicar un pasado esplendoroso de guerras y luchas en la Baja Edad Media. Argamasilla, junto a la vía; un poco más allá, pero no se ve, Almodóvar del Campo, tierra de San Juan de Ávila, patrón del clero secular, apóstol en las predicaciones en tierras de Andalucía; lo cubre la tierra de Montilla.

En la Laguna Blanca, bandas de patos. Centellea el agua con la luz de media mañana; la de Caracuel es de origen volcánico. La guía que lleva el viajero dice que según qué estación del año acoge una fauna diferente. Desde el tren, un imposible. El maar del Mortero un cráter volcánico relleno de agua. Es Monumento Natural.

Ciudad Real es la capital. De aquella ciudad de los finales de los sesenta no queda  nada. Bueno, sí, el estadio de atletismo. ¿Qué fue de aquel Delihah de Tom Jones, en las horas del parque? Cuando “unos trenes en la noche / el ruido de algunos coches  / unos patos que se escuchan…” (De música el aleluya de Aute). ¿Dónde fueron aquellos tiempos?

El tren no para; sigue. El embalse del Vicario remansa el Guadiana. El campo está verde. La llanura es una eclosión. Un poblado abandonado, como el aborto de aeropuerto que un rato antes dejó el tren a su derecha, apetencias soberbias de políticos con afán de notoriedad pero con el dinero de otros, claro.

Salimos de Málaga; pasamos por Malagón. Ni fue mala la situación primera ni, ahora, ésta. El tren va raudo; el campo precioso. Está aquí la primavera.

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domingo, 2 de abril de 2017

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El mar

No se ve. Los que vivimos tierra adentro no vemos el mar. Sabemos que está ahí.  Un poco más allá, solo un poco más allá, conforme el río hace un regate al Hacho de Pizarra – porque Pizarra también tiene un Hacho – y se cuela por entre las huertas. Se retira a conciencia y deja los montes de siempre, y los ve  quietos, allí en la lejanía. Son las sierras que abrigan a Coín y a los Alhaurines y más allá, la sierra de Alpujata y las estribaciones de la Serranía de Ronda.

No se ve. Alberti pedía que le hablasen de él. Cuando éramos niños, y no sabíamos que existía ese señor, nosotros subíamos al Monte Rendondo. “Desde el Monte Redondo decían otros niños más expertos en alejarse del pueblo, se ve el mar”…

Nosotros teníamos la ilusión óptica. Fue rara la vez de las que subimos que el día estaba claro. Siempre había bruma. Era una niebla que alguien levantaba para que los niños del pueblos que no veíamos el mar, en esa ocasión, tampoco lo viésemos.

Una vez ocurrió el milagro. Era invierno. Hacía frío. Subimos por el Baece; luego, por el Hoyo del Olivo; de allí, a una especie de cercado que lo llamábamos ‘los toriles’ - ¿por qué?, no tengo ni idea – y por otro Hoyo,  el de ‘Brioles’ que era una deformación de Aurioles, llegamos a la cumbre.

Un  almecino había enraizado entre la arenisca… En la lejanía algo insólito. ¡Era el mar! Era verdad, desde el Monte Redondo se veía el mar. Los niños del pueblo aquel día tuvimos una experiencia única. Ya no se volvió a repetir.

El niño se hizo grande y supo que el mar viene a la orilla y entrega una caricia de espumas de nácar en la arena y, luego, se aleja profundo, limpio, misterioso. Alguna vez, pasan unos barcos grandes; van a alguna parte; en el horizonte, unas nubecillas deshilachadas…

No se ve. El río, aguas abajo, forma meandros y da tumbos por la vega. Está ya próximo a llegar. Casi llega. Se hace el remolón. ¿Tendré miedo, también, a aquellas sirenas de las que hablaba Ulises que embaucaban a los navegantes y los volvía medio locos?


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