miércoles, 30 de noviembre de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Peer Gynt

De Noruega sabemos muy pocas cosas. Noruega está al norte de Europa. La Geografía dice que forma parte de la Península Escandinava, esa que tiene una forma muy rara que parece como un animal, con cabeza y cola, y que mira hacia no sabemos dónde…

 La bañan mares de aguas muy frías, tan frías que a uno le pusieron por nombre Océano Glacial Ártico que ya su nombre dice bastante. En el Cabo Norte se acaba el continente y un paso al frente significa que se ha terminado la tierra firme…

Noruega es un país precioso. Ciudades de ensueño; paisajes, únicos. Nebulosas de auroras boreales y salmones. Sol de medianoche y oscuridades. Fiordos, valles invadidos  por el mar… Nieves en demasía; bosques, lagos, arces y renos que, en verano, pastan a orillas de la carretera.

Oslo, la capital es una ciudad fea; Bergen, la entrada a los fiordos; en Tromson, dentro del Círculo Polar Ártico, ven el primer rayo de sol el dieciséis de enero. De allí partieron las expediciones de Amundsen y Nobile al Polo Norte; Trondheim alberga a la Universidad Noruega de Ciencia y Tecnología; Narvik vivió una batalla naval en la Segunda Guerra Mundial…

En Noruega nacieron Henrik Ibsen y Edvard Grieg. Uno, dramaturgo; el otro, músico. De Ibsen se dijo que era el autor de la obra bien hecha; casi perfecta. Sus personajes, casi tan reales que se hacían creíbles. Grieg recogió la música popular de su país.

Peer Gynt es una de las obras de Ibsen; Grieg le puso música. Conjunción bellísima del romanticismo noruego. Juego de literatura y música. En “La mañana”,  la flauta y el oboe llevan a entornar los ojos y soñar con el sol que sale y se abre paso entre el ramaje de los árboles…


Es la música necesaria para algunos momentos,  y ¿entonces?… Entonces, se agradece que existan los hados, que los sueños pulsen a la realidad, y que siempre ganen los sueños… 
Resultado de imagen de bergen

martes, 29 de noviembre de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Las cosas pequeñas


 San Andrés…  Casi se toca con la yema de los dedos la Navidad. De los cuatro nietos solo uno, no se llamaba Andrés.  De los tres, falta el de mi casa; y, con los otros dos se hace piña de familia…
¿Sabes?  En el recuerdo del niño aflora la chimenea con la candela encendida desde temprano. Troncos de olivo ardiendo. La madera verde aún, sangraba babas blancas por la corteza. Formaban un borrajo de ascuas rojizas; desprendían calor; caldeaban la casa.

Calderas y peroles de cobre sobre la basareta esperaban su hora y su día: la matanza, la carne de membrillo, el arrope.... Los utensilios que no se usaban habitualmente permanecían en la habitación contigua en sus sitios quietos, inmóviles. La artesa, la ‘cerniera’, la pala de caldear,  los cedazos del amasijo, la orza con la levadura…

Mi abuela siembre vestía de negro. Luto riguroso. Vestía así desde que murió, su marido, mi abuelo, que también se llamaba Andrés y a quien yo no conocí, pero que presidía desde la pared, en un retrato, sentado, junto a ella que estaba de pie, con su antebrazo apoyado sobre el sillón… Mi abuelo, por lo que aparentaba, en la fotografía debía ser muy serio. Mi abuela se llamaba María.

Los hombres le hablaban a mi abuela de usted. Era de estatura mediana; tenía los ojos grandes;  no era delgada y se peinaba con un roete en el pelo. Morena, guapa y de cara redonda. Cuando mi abuela tenía que realizar alguna gestión importante, se ponía un vestido nuevo – naturalmente, negro – y se echaba sobre los hombros un mantón de ganchillo…

-          Abuela, cuéntame cosas…

Del campo - porque mi abuela vivía en el campo – llegaba a la casa una sinfonía que anunciaba la llegada de la noche. Las cencerras de las cabras; los chivos primerizos que berreaban cuando sentían a sus madres cerca;  los esquilones de las vacas; el piafar de las bestias en la cuadra; el uh-uh del búho. O los cantos de los gallos al alba. Si ladraban los perros es que alguien venía por el camino…


Las cosas pequeñas que forman parte de uno mismo…Cae la tarde. El sol dorado de otoño pone de color miel los cerros lejanos; hay un vaho de nubes en el horizonte. ¡Ah, estamos en San Andrés!

Resultado de imagen de chimenea encendida

lunes, 28 de noviembre de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Demasiados

La noticia del periódico da una cifra escalofriante. Cuarenta mil personas ‘viven’ – es un decir, claro – en la calle. Demasiados. Todos juntos formarían una ciudad de consideración.
Cuarenta mil personas tienen por hogar un banco del parque, los bajos de un edificio abandonado, una bocana en desuso, un escalón cualquiera, o vaya usted a saber dónde se guarecen como animales abandonados y desorientados.

Adrede he usado la palabra animal. ¿Podemos sentir sentimientos positivos hacia otros seres de la naturaleza y no hacia nuestros semejantes? ¿De verdad que los hemos relegado a ese lugar donde casi ni llega la conmiseración?

La cosa no queda ahí. Las organizaciones altruistas denuncian que hay más de tres millones y medio que viven en hogares inseguros. Hay más: sobre cinco millones, poco más o menos, en chabolas…
La noticia, sobrecogedora. Culpar a las clases dirigentes puede ser acertado. También es  lo más fácil sobre todo cuando la conducta de uno llega poco más allá de devolver el saludo de un ‘buenos días’ o de dejar unas monedas sobre la mano que la pide.

Hay, en este colectivo, gente de todas las condiciones sociales. Cuando se hurga en sus vidas se ven causas que sencillamente podrían haber venido para nosotros pero, miren por dónde, cuando se acercaban, esa mano que llamamos destino, las pasó a la acera de enfrente y, siguieron de largo por la calle.

Sus almas fueron mariposas libres. Están atrapadas por los alfileres de una sociedad entomóloga y acaparadora de egoísmo. Piden la oportunidad de un segundo vuelo. ¿Se lo negamos?
Se acercan meses tremendos en la meteorología. Vendrán nieves, heladas de madrugada, lluvia y frío, mucho frío. Quizá algunas de ellas serán noticias en el periódico cuando informen que ‘un indigente murió a causa de la ola de frio’…


Vienen, también, días de música – cuánto más ruido, más felicidad – consumos, escaparates donde ya no caben más productos; muchos peces en el río y reyes por arenas que siguen una estrella…Otras personas tienen en el olvido la estrella y la espereza de un cambio en sus vidas. La perdieron; no la encuentran. Hoy la poesía de la vida viene marcada así. Ustedes, perdonen.

Resultado de imagen de mariposas de colores

domingo, 27 de noviembre de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Calor de establo

Llueve. El cielo derrama, desde hace unos días, la Gracia de Dios a manos llenas. Se llama agua. Los campos están empapados; ahítos los terrones y los surcos; corren los arroyos, las cañadas…; apunta un manto como pelillos del diablo pero verdes por las lomas, crece en las orillas de la carretera, asoma en los bordes de los caminos…

Llueve. El establo, al amanecer, tiene un vaho caliente. Contrasta con el frío que se cuela desde fuera. Las bestias comen la pastura. No hoy ya faena. La yuntas estacionadas en la pesebrera de esa vía muerta donde se aparcan los días que no se puede salir al campo.

Llueve. Hay un repiqueteo de canales. Es el son monocorde de una música especial inconfundible, única. Solo viene de su mano cuando las borrascas deciden que sí, que es tiempo, que levantan el castigo de infierno de la sequía, y por ahora abren otros horizontes…

Llueve. Los pámpanos de la parra están cansados del tiempo pasado en la altura y se han bajado al suelo. Hay una alfombra de suspiros blancos y tenues bajo el jazmín que tampoco aguanta. Están las rosas doblabas por el peso de las gotas. Saben que los rosales ya solo piden poda porque han ofrecido todo su esquilmo…

Llueve. Hay una paz que se palpa, se siente cercana. Se ha instalado entre los naranjos. Se dan la mano unos a otros cargados de fruto con el color propio del tiempo que es porque han madurado su fruto y saben que bajo sus ramas buscarán cobijo los pajarillos para pasar la noche.
Llueve. Hay un embrujo de brumas que suben por las cañadas y llegan a las cumbres. El Hacho es un Olimpo de otros dioses. Vienen con el viento de poniente; traen aguas del Atlántico. Han abierto sus zurrones y han descargado…


Llueve. La gallina llueca busca, en el amparo del pajar, el calor complementario que sale de su cuerpo y le proporcionarán cama propicia a los pollitos cuando rompan el cascarón…

sábado, 26 de noviembre de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Las Nuestras: Catalina de Erauso

Personaje controvertido. Polémica desde las fechas de su nacimiento hasta su muerte. No hay acuerdo si nació en 1585 o 1592. Su muerte  - tampoco hay certeza - pudo ser en 1650; ni en su sexo. Nació mujer pero vivió como un hombre; y en sus rasgos físicos más acordes con la masculinidad, aunque imberbe, que con los de una mujer.

Su carácter pendenciero y violento le causó muchos problemas.  A los cuatro años la ingresan en un convento junto a otras dos hermanas. Su padre, Miguel de Erauso, capitán del ejército de Felipe III fue gobernador de San Sebatián. De él aprende  - debió ser muy precoz porque si a los cuatro años ya están el convento dominico de San Sebatián, el viejo… - el manejo de las armas.

En la adolescencia tiene un enfrentamiento con otra monja. Castigo y reclusión en una celda. No admite la disciplina religiosa. Huye. Va por tierras de Castilla. Come yerbas en el campo y la fruta que encuentra. Se sabe que vive en Vitoria, Valladolid, Bilbao, Estella, San Sebatián, Sevilla y Sanlúcar de Barrameda… Trabajó con arrieros; paje; ayuda de poderosos. En 1603 embarcó rumbo a América.

Llega a Venezuela, pasa por Cartagena de Indias, Panamá y Ecuador. Se ve envuelta en varios líos de camorras pendencieras, duelos – con muertes incluidas -  y en otros de faldas. Cárcel, problemas con la justicia de los que se va librando por influencia de los poderosos para los que trabaja. Soldado en Perú y Chile. Participa en combates. Obtuvo el grado de alférez de Infantería.

En 1623 está a punto de ser ajusticiada en Huamanga, Perú, a causa de una disputa. Confiesa al obispo Agustín de Carvajal que es mujer. La reconocen varias matronas. Certifican su virginidad. Obtiene el perdón y vuelve a España donde Felipe IV, conocedor de su fama, la recibe. Algo parecido ocurre en su visita a Roma. El Papa Urbano VIII, y el Rey le autorizan a vestir como hombre…


En 1630 vuelve a América. Vive en México del oficio de la arriería. Nariz aguileña y ruda; mentón robusto y fuerte, aspecto huraño…; vida de una dureza extraña. Su vida, de leyenda,  al cine: “La monja alférez”. Nació en San Sebastián, murió – parece – en Cotaxtla… Una de las nuestras.

Resultado de imagen de catalina de erauso


viernes, 25 de noviembre de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Taborochi

En la botánica lo han bautizado con diferentes nombres: palo borracho, árbol de la lana,  árbol botella, palo rosado, samohou, o el que he utilizado para titular el artículo de hoy: taborochi. Es oriundo de las tierras que están por encima o por debajo del trópico, depende del hemisferio. Es decir, tierras cálidas. Ni mucho frío ni mucho calor.

Viene América. Nordeste de Brasil, Paraguay y Argentina. Se extendió por el sur de Europa. Alcanza hasta los doce metros de altura y es pariente lejano del baobab africano De su pulpa se saca una bebida utilizada por las poblaciones indígenas de algunos lugares de Perú, Ecuador y Bolivia.

El ejemplar que Marilina nos aporta está al comienzo de la Avenida Picasso, - ¿será una paleta olvidada por genio?- en Álora, conforme se baja hacia el Centro de  Salud, y a tiro de vista de la Fuente de la Manía, en el arranque de la avenida conforme se va hacia El Chorro.

Dicen los que saben que tiene un troco abultado por su mediación, lleno de púas, que es un árbol de hoja caduca y que tiene flores de dos colores o blancas o rosáceas. Imitan un poco a la flor del ibiscus y su corteza, muy verde, le ayuda a realizar la función clorofílica en su tiempo de reposo sin hojas.
En algún lugar he leído que en Málaga es el único lugar de España donde obsequia, al igual que la Jacarandá,  con dos floraciones al año: primavera y otoño. Ésta, de otoño es preciosa. Se ha tocado con la sutileza propia de las cosas muy sencillas y muy bellas.

En sus ramas hay un punteo de violines como escapados de una obra de Grieg; un silbo de viento acurrucado entre sus pétalos; una llamada a la sensilidad; un saludo con pañuelos de colores a los pájaros que pasan, en vuelo alto, camino de sus migraciones…


Lo veo cada mañana, ahora, en plena floración: Me pregunto si sus flores son mariposas de colores que cansadas de deambular por el aire decidieron pasar la noche en sus ramas y, al amanecer, en una asamblea de silencio, decidieron que ésta era su estación término y que aquí ponían fin a su andar por los caminos de las fantasías… para gozo y delicia de otros caminantes.

jueves, 24 de noviembre de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Caracoles

Ayer, Dios fue placentero con tantas peticiones, abrió la mano y dejó venir la lluvia abundante y  mansa. El campo, esta mañana era otro. Estaba como esos niños después del  baño que la madre  los viste con ropa limpia, les pega un peinado y, además, les rocía un espurreo de colonia para “vayan oliendo bien”.

Salió el sol. Se abrió paso, a empujones casi, entre las nubes plomizas ahítas de agua, que empujan los vientos que vienen del Atlántico pero que querían seguir de largo. La gente del campo, a ese sol, lo llaman, el sol de los caracoles.

Estos bichitos – moluscos gasterópodos con concha espiral, que dice de ellos la definición que les viene bien – son amantes de la noche. Después de un aguacero son aficionados a dar sus paseos, acompasados y sin prisas. Vamos como quien sale a otear el horizonte y cambia impresiones con el vecino.

Este verano, junto a Sines, en el Alentejo portugués, probé una manera de guisarlos diferente a como suelen prepararlos en mi casa. Estaban exquisitos y daban un entretenimiento de mucho tiempo porque había que armarse de paciencia para sacarlos desde del interior de la concha donde habían encontrado su final.

Mi madre los guisaba con almendras molidas, algo de pique y un caldillo que estaba para chuparse los dedos. Del resto de la receta, ni idea. En la concina, en lo que verdaderamente soy experto, es en la preparación de bocadillos de atún. Eso sí, con un mimo y un esmero, que ¡ni les cuento!
Mi amiga Pilar Fernández los guisa con tomates fritos, les agrega virutillas de jamón, trocitos de chorizo y algo que tiene su mano de gran cocinera que tampoco sé lo que es, pero que los hacen riquísimos.


Mi mujer prepara un sofrito y, luego,  les agrega perejil, comino, hinojos, yerbabuena, guindillas, almendras, un poquito de pan… Le Me pregunta por la recete. Me dice qué para qué quiero saberlo. Se lo digo, y va y me responde: ‘y muchas cosas’ … y , yo, agrego: y, ahí, queda eso.

Resultado de imagen de caracoles

miércoles, 23 de noviembre de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Encanto

Misteriosa ciudad que se adivina detrás de la niebla. No se ve; se intuye. Se siente que está ahí y espera. Llovía. Por los cristales corrían gotas de agua que van a alguna parte. Un vaho de gasa como mantos de ángeles olvidados por el cielo lo cubría todo; lo envolvía todo. Le daba el hálito de enigma que tienen las cosas únicas.

En un horizonte de bruma se recorta la silueta del castillo. Es el castillo de las Torres. Último bastión medieval cuando la gente – ahora, tampoco – se entendía y querían solucionar los problemas y los desencuentros con guerras.

La Historia dice que ahí se asentaron fenicios. Bueno exactamente ahí no, a sus pies, en el arroyo, el arroyo Hondo, que viene de El Hacho y baja por las laderas de la Viñuela del Soldado y rodea el monte y llega hasta el río.., Ahí fue donde tenían sus alfares. Hasta tres, censados. Allí construían ánforas de barro para llevar aceite y vino a tierras lejanas…

Y en su cima, los romanos dijeron que haría una ciudad y le dieron por nombre Iluro, y en las excavaciones aparece un aljibe de unas dimensiones considerables porque había que abastecerse de agua cuando los tiempos se pusiesen malos…

Y, luego, vinieron gentes de los desiertos cálidos, y fue entonces cuando hicieron una torre de defensa. Tenía una guarnición de soldados. Por nombre lo llamaron hins… Y pasó el tiempo y comenzaron a engrandecer el castillo, primero como cinturón de defensa de la potente fortaleza de Bobastro; luego, como subsistencia propia ante los peligros que venían de Castilla.

Y,  ante sus muros nace uno de los romances fronterizos más bellos de la épica castellana. Comienza: “Álora la bien cercada, / tú que está en par del río…” Sí, ese río que está casi al alcance de objetivo de la cámara, que se oculta y no casi no se ve y  que lo ha captado en una mañana de lluvia.

Misterio de historia y sueños. Como los amores imposibles, bellísimo y siempre fuera del alcance, lleno de embrujo, de misterios, de encantos…

martes, 22 de noviembre de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. La tarde

He subido esta tarde, ¿sabes?, por el camino que lleva a la Sierra. Los perros me acompañaron hasta el borde del corral. No tenían ganas de andar y  se quedaron de guardianes de la casa. Los animales, muy listos, al igual temían en su subconsciente – por cierto, ¿los perros tienen subconsciente? que podría descargar un chaparrón y no se les apetecía mojarse.

Al cruzar la cañada que baja desde el Cerro Gordo y que aporta – cuando al campo le sobra – agua al arroyo de Paredones, salió, en estampida, una pareja de mirlos. A esa hora de la tarde, saben que el campo ya es de ellos; se asustaron ante lo imprevisto.

Las pitas del vallado estaban empapadas. Sus pencas carnosas, sensuales están llenas de púas punzantes y rígidas como el amor imposible. Los pitones florecidos del verano ya están marchitos, secos. Cualquier noche que sople el aire de arriba los tumbará como guerreros derrotados en tierra.

En la fuente del lavadero cae un chorro de agua clara. La fuente está muy agostada. Todavía no ha recuperado su manantial. Toda el agua caída se ha quedado en la tierra que estaba sedienta. Por el rebosadero sale el agua y se pierde entre juncias por una atarjea de ladrillos mazaríes.

Los hinojos del borde doblan las crestas; han cumplido ciclo. Tomillos, romero, aulagas, retamas…El campo tiene la quietud de quien sabe que, también, para ellos ha llegado el otoño; su ciclo toca a fin.
A media ladera se ha arrancado una perdiz; un poco más allá, otra, y otra, y otra… No puedo contarlas. El vuelo es intenso pero breve. Han planeado y se ha dejado caer – lo intuyo porque no lo veo – en la ladera de enfrente.

Cuando he llegado al borde de los pinos se me abre el horizonte. En la lejanía se recortan otras sierras azules, malvas, violetas. Echan el pulso al horizonte y juegan con la luz; en la media distancia, otros pinos y tierras de labor.


Por el cielo camina un ejército de nubes errantes, como yo, solo que yo echo mano a los versos de San Juan de la Cruz, y una vez más, sé que “mil gracias derramando / pasó por estos sotos con presura; / e, yéndolos mirando,/ con sola su figura / vestidos los dejó de su hermosura”.

lunes, 21 de noviembre de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Ella

Pasó con pasos de luna. Sin sentirse; sin casi dejar huella con ese silencio que siempre llevan consigo, a hurtadillas,  las cosas bellas, y cuando se abrió paso la luz del día, entonces, solo entonces, había por la calle una estela de ella. Era tan mínima, tan pequeña… Supimos que había pasado tan sutil, tan ligera que nos dejó un suspiro perdido de deseo.

A media mañana sonó el teléfono. Era el Maestro Barbeito. Preguntaba, se interesaba con tanto interés como teníamos todos… Nada, maestro; nada. ¿Cómo es posible? Lo es Maestro, lo es; pero nada.

Luego, cuando el mediodía llegó a esa hora en que la luz no sabe para dónde dirigir las sombras, entonces sí; entonces, se dejó sentir. Todo era bruma en el horizonte; todos los puertos tomados. Un cielo de plumas sucias de ángeles que volvían del recreo y que se habían revolcado en las arenas de la orilla de una mar de otoño.

Los granados han echado mano a su ropero de las grandes ocasiones; han sacado las mejores galas. Se han vestido esta mañana con trajes de oro viejo y los mirlos han buscado ramas de mejor cobijo porque el ritmo del tiempo ha dejado sin pámpanos las parras y sin hojas las higueras de la huerta, y…

Y todo se quedó quieto, en calma, como esa calma que dicen que se asentaba en los mares cuando los barcos de vela buscaban en tierras de muy lejos esas cosas de olores y sabores que llamamos especias. Y, todo estaba en postura de recibimiento.

Las sementeras encierran en su secreto la vida. Romperán en manto verde y, luego, en campos ondulados por una mano invisible que le dan un murmullo de brisas de abril y, cuando apriete la calor y encañen y granen en espigas de oro serán Hostia Sagrada, Cuerpo de Dios.


Y, ahora, cuando la tarde dice que se va el día, escribo y llevo palabras engarzadas en un collar de… Hay  un repiqueteo de gotas en los cristales. Escriben notas en el pentagrama de cinco canales. Es una música única, especial, distinta. Permíteme, Maestro, que entorne los ojos, y haga mío lo tuyo “porque Dios está tocando el arpa de la lluvia”

domingo, 20 de noviembre de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. La chica rubia de ojos claros

La chica rubia de ojos claros subió al autobús en la parada de siempre. Había más gente. Casi siempre era la misma gente. Entre los viajeros ya había cierta familiaridad. Se deseaban lo buenos días entre ellos conforme llegaban a la parada. Eso era algo muy raro en una ciudad tan grande.

La chica rubia de ojos claros tomaba el ‘146’ en la parada de la plaza de Barbados, esquina con la calle de Tampico, dirección al centro. A esa hora el autobús, todos los días, iba casi vacío. La gente lo llenaba conforme consumía kilómetros de la línea.

La chica vestía un traje crudo. Chaqueta torera; pantalón caído y liso. Lo sujetaba con una correa negra y hebilla dorada. La chica llevaba un bolso color camel, de marca cara. Hacía juego con el equipo. Se complementaba con zapatos claros y un pañuelo crudo anudado al cuello con una vuelta que le daba cierta gracia a la cara.

Se tocaba con dos perlas que realzaban su belleza. El pelo cortado a media cara, le daba un aspecto más juvenil del que correspondía a su edad. La chica rubia de ojos claros llevaba unos tonos suaves en los párpados y usaba una barra de labios rosa suave…

Aguardó su turno en la cola de acceso. Deseó los buenos días al conductor y pasó por el visor electrónico la tarjeta de transporte mensual, más económica y, que el ayuntamiento pone al alcance de los usuarios que frecuentan el servicio público.

El autobús consumía trayecto. Subía gente dispar; bajaban, otros. Comenzó a ir gente de pie. No hablaba nadie. El ruido del motor, cuando aceleraba el conductor, entraba en todo el interior del vehículo. Otros coches, en los dos sentidos, llenaban la calle…


La chicha rubia de ojos claros trabaja en el centro. No pulsó el timbre de aviso solicitando la parada; otro viajero, se adelantó. Se bajó en la parada de siempre; se alejó entre la gente… y entonces, él se sorprendió tarareando una canción de Joan Manuel Serrat: “no hago otra cosa que pensar en ti/ por halagarte y para que se sepa… / pero hoy las musas han pasao de mí, / andarán de vacaciones”

Resultado de imagen de mujer rubia de espaldas

sábado, 19 de noviembre de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Eva Canel

Agar Eva Infanzón Canel. Su padre, médico de un pueblo de la Asturias profunda: Coaña. Por sus tierras de sus valles corren las aguas claras, limpias, impolutas del río Navia. De la montaña a la orilla del Cantábrico, domina el manto verde de la yerba; al frente, en el horizonte, el azul de la mar; sobre las cumbres, brumas y nieblas los días que no se divisa el cielo limpio.

Huérfana desde los tres años. Su padre murió en un naufragio por un ataque de piratas. Con su madre marcha a Madrid. Reemprenden y reajustan sus vidas. Con quince años debuta como actriz de teatro. Conoce a Eloy Perillán. Él edita una revista humorística y satírica. Le cuesta una orden de destierro. Viene el exilio.

Ella continúa con la edición de la revista satírica, La broma. Un año después Eva (todavía no firma como Eva Canel) marcha tras él. Se instalan en Bolivia; colabora en la revista El Ferrocarril…Después viven en Buenos Aires y Lima donde conoce a Emilia Serrano que es la madrina de su hijo.

La Guerra del Pacífico desata las hostilidades entre Perú y Chile. El matrimonio regresa a España; se establecen en Barcelona. Perillán vuelve a América. Se establece en Cuba donde fallece. Eva se traslada a la isla. Pide trabajo en dos periódicos; no se lo dan. Funda su propio periódico y tras la Guerra de Cuba regresa a Madrid.

En 1904 está en Buenos Aires; después Uruguay. Su gloria literaria ya se conoce en América; se cotiza como conferenciante. En 1914 viaja a Panamá. Cae enferma; se traslada a Cuba. Son los años preludios del final. Recae en 1924. Comienzan las crisis nerviosas; su memoria de deteriora…

Sus textos muestran una visión aventurera y abierta. Es amena en sus rutas y en las descripciones del paisanaje que encuentra a su paso por las tierras de América.


Nació en 1857; murió en La Habana en 1932

Resultado de imagen de eva canel

viernes, 18 de noviembre de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El mapa

Don José Oropesa tenía colgado en la pared un mapa de hule. El mapa decía que Barcelona estaba en la misma orilla del mar de Málaga pero muy lejos. En Primero, del Bachillerato de entonces, estudiábamos con don Emilio Mandly las comarcas de España. El libro enseñaba que Barcelona estaba en el ‘Maresme’ y que, también, estaba muy lejos.

Don Hilarión, de quien en aquel tiempo yo no tenía ni idea, cantaba en la Verbena de la Paloma aquello de “hoy las ciencias que es una barbaridad”, y lo repetía: “una barbaridad”.

El tren no cruza mapas de hule ni comarcas de  libros descatalogados. El tren, el AVE – que sí que es ciencia – une Barcelona con Málaga en poco menos de seis horas. En tanta distancia recuerdo aquellas paradas del tranvía de Huelín. Aquí más distantes y con otros nombres: Camp de Tarragona, Lleida-Pirineus, Zaragoza, Ciudad Real, Córdoba, Puente Genil-Herrera, Antequera- Santa Ana y a su templo, o sea Málaga.

La estación de Sant era un hormiguero. Tableros electrónicos anuncian salidas para Madrid-Atocha, Sevilla, Irun, Bilbao, Villafranca, Pamplona… Todo es gente que va y viene, todo es megafonía ensordecedora y mensajes en todos los códigos posibles…

El tren sale puntalmente. Arrancas suave. Toma velocidad. Sale a campo abierto;  ciudad se aleja – por la velocidad – en el espacio. Todo está ya tan lejos que parece que están ahí quietos; no muestran toda la vida que llevan dentro.

En Camp de Tarragona no baja nadie; sube gente. Frutales alineados viñedos, masías, pinares, túneles. En Lleida-Pirineus se completa el vagón, un equipo de deportistas uniformados, una chica de ébano, varias parejas de personas mayores, un hombre solo…

Pasado el Cinca, Los Monegros. Por la hora debemos estar ya en latitud Oeste. El sol muy bajo; la tierra muy pobre. Velocidad del tren 3992 con destino a Málaga-María Zambrano, 301 km/h. todo pasa muy deprisa en la cercanía; al fondo, la cadena de montañas recorta el horizonte.


El crepúsculo precioso. Cielo rojizo, entelerañado. Salimos de Zaragoza; casi ha oscurecido. Cruzamos la Ibérica; noche cerrada… A lo lejos, las luces sitúan a los pueblos. Bordeamos Guadalajara; en la lejanía Madrid es un ascua de luz. Atravesamos Sierra Morena. El ruido anuncia la entrada en un túnel… El mapa de hule es un recuerdo.

Resultado de imagen de río cinca

jueves, 17 de noviembre de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Gauguin

Mares del Sur; Océano Pacífico; Islas Marquesas; Tahíti. Deja París y busca en ese otro mundo tan lejano en lo físico y tan rico en su policromía dar salida a su interior. Paul Gaugin llegó cuando huía de sí mismo.  Sin saberlo es el precursor de una nueva corriente en la pintura: el expresionismo.

Hibiscos, buganvillas, flores de loto, vainillas, orquídeas… guirnaldas de flores, coronas o flores en el pelo: colorido en toda su exuberancia. Inicia una nueva pintura; una expresión constante  en esa manera de superar, con la creación, lo anterior. Aporta una visión diferente de la mano de un mundo hasta entonces desconocido.

Paul Gauguin nació en la mediación del siglo XIX en París. Hasta los seis años vivió en Perú donde se había trasladado su madre, viuda, al amparo de la familia. El mundo inca,  la escultura precolombina y el arte egipcio entran como pilares en la base de su formación. Se sabía artista y se sabía que era diferente a todos: “Soy un gran artista y lo sé”, escribió a su mujer desde los Mares del Sur.

Se inició a la sombra de Pissarro. Pronto voló solo. Hombre de carácter difícil; arrogante, egoísta. La relación con él no fue fácil. Su pintura quiere reflejar los fenómenos sobrenaturales porque se sabe que existe y porque se tiene sensación de ellos.

Quiere conocer mundo. Se enrola como piloto de buque mercante. Vivió en Martinica; agente de cambio y bolsa en París; pintor de la gente dura de la Bretaña. Campesinos, gente a la mar que gana el pan en la orilla o  en un mar de oleaje bravo…

Vicent Van Gogh sintió entusiasmo – luego distanciado – por su obra; su hermano, Theo  se convirtió en su representante. Durante un tiempo le dio la ansiada estabilidad económica. Fueron tiempos de una cierta prosperidad después de afincarse en Pont- Aven.

Vendió – subastó su colección de arte – para hacer dinero en su viaje a Tahíti. El éxito, moderado. No obtuvo todo lo que su colección podía valer.

Degas adquiere una de sus obras. Hace aparición el simbolismo. Mallarmé lo consagra como el líder pictórico del movimiento. Recluido en Tahíti y en las Islas Marquesas, solo acude a París entre 1893 y 1895. Está empeñado en encontrar el equivalente plástico al misterio de aquellas islas.


Allí, lo encuentra la muerte, a principios del siglo XX… En El Prado – colas, aparte – algunas obras suyas esperan y esperan, bajo el sol dorado del otoño madrileño...

Resultado de imagen de paul gauguin

miércoles, 16 de noviembre de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Encuentro

                                                ENCUENTRO

Avenida de la Diagonal 471. Restaurante de menú barato y carta plastificada. Mediodía de otoño, ventoso y frío.  Algunas nubes se columbran por el cielo azul que asoma por encima de las copas de los árboles. Tráfico intenso;  normal, en el sitio y la hora.

Entro. Me asignan mesa. Casi la comparto – por la proximidad – con una señora mayor. Está sola. Lee el suplemento de ‘El País’. Nos deseamos buen provecho. Arranca la conversación ¿El motivo? La pregunta ante lo que tiene el plato. ¿Cómo está el codillo?

Me dejo aconsejar por ella. Es comensal diaria en la casa. Calidad y precio…, acordes. Lleva razón. Todo muy masificado;  no deja de entrar gente. ¿Ve? Mucha de esta gente trabaja aquí, en La Vanguardia. (El Grupo Godó tiene un edificio soberbio justo al lado, en la esquina de la Diagonal con la Plaza Francesc Macià)…

Hablamos de Gaudí, de Picasso y de Josep Pla. Le digo que he leído mucho de su obra… ¿Sabe? me pregunta qué… Le digo algunas cosas que conoce casi todo el mundo. ¿Por qué cree usted que era tan introvertido? No sé… Porque - me dice -  era homosexual y lo ocultaba. Me encojo de hombros. Yo le admiro: era un bicho escribiendo,  su vida privada,  pues ya ve, como que no…

Hablamos de Mariano Fortuny. Me pregunta si conozco su casa de Sitges. Le digo que no. Vaya a verla. No se la pierda. El paisaje, único. Mejor que su obra, porque donde realmente era bueno Fortuny – Mariano Fortuny y Madrazo – era como diseñador de telas y vestidos…

Hablamos del Modernismo. De lo que Barcelona supuso como entrada de Cultura (con mayúsculas) desde Europa a España. Por aquí, se reafirma, porque es la distancia más corta entre Roma y la Península, entró todo lo que Roma nos aportó. Me lo manifiesta convencida… No le discuto. En mi interior recuerdo que de Itálica salieron dos Emperadores. Uno se llamó Adriano; el otro, Trajano; Séneca, cordobés…


Nos despedimos. Una catalana a la que no conozco de nada me da su dirección y su teléfono. Correspondo; le doy la mía. Cuando se ha alejado me pregunto ¿quiénes levantan los muros entre los hombres? ¿Ustedes tienen la respuesta?




martes, 15 de noviembre de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Musa

La chica tenía los ojos grandes, profundos. La chica tenía un deje de misterio en la mirada que siempre llegaba más lejos de donde quería mirar. Sus ojos, negros, a veces, mostraban un fondo de alegría; otros,  una chispa, un no sé qué de preocupación que dejaba al descubierto.

La chica tenía unos labios sensuales; labios de besos que se pierden por las esquinas del deseo. Sonreía de una manera distinta. A veces burlona, a veces, indiferente y picante y cuando hacía un esbozo dejaba un no sé qué de hechizo que se quedaba al descubierto.

La chica era de estatura media; delgada como un junto de ribera que bambolea el viento. Tenía una gracia especial en su manera de andar, y entre sus caderas y el aire que desplazaba, flotaba como pluma de ángel perdida,  un no sé qué de encanto que dejaba al descubierto.

La chica tenía el pelo recogido. A veces se lo soltaba y caía a ambos lados de su cara hasta reposar, suavemente, sobre sus hombros. Hacía movimientos mecánicos con la cabeza y cuando caminaba transmitía un no sé qué de embrujo, que dejaba al descubierto.

La chica tenía una voz con un timbre especial, inconfundible. Era ella, era ella la que tenía aquella voz que no tenían otras, ninguna mujer, salvo ella que la arrastraba y la alargaba y flotaba por el aire un no sé qué a modo de susurro que dejaba al descubierto.

La chica era el encanto de la luna nueva; la brisa de la mañana que entraba por la ventana; la primera rosa de primavera; la mano que ondula, en abril, los trigos y el campo; el sol dorado de una tarde de otoño; la ola que llega a la playa y deja un no sé qué de suspiro al descubierto.


La chica, una noche, no acudió. ¿En qué estrella se acurrucó aquella noche? La chica dejó claro que ella, paloma urbana que volaba desde el asfalto a las copas de las palmeras, era chispa, esbozo, hechizo, encanto, embrujo, susurro, suspiro…, la musa de un amor imposible, y dejó flotando y firmado un no sé que de nostalgia y anhelo al  descubierto.

Resultado de imagen de palomas urbanas

lunes, 14 de noviembre de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Rosas

“Tiene usted que venir en otoño. La floración de otoño es tan espectacular como la de primavera”. Y uno, con más hilos que un carrete de Ancora fabricado por Fabra i Coats  para que las niñas de mi pueblo – y otros pueblos – aprendiesen a bordar con Mariquita la de Fabián,va y pega hebra… ¡Ah!, y el carrete lo vendía Mariquita Rengel.

Y hablamos y hablamos. Y me dan una lección de rosaledas y de rosales; y de cultivos y de suelos; de variedades y de técnicas para que la floración venga cuando el rosalista quiere; y del lenguaje con que hablan las rosas…

Y he ido. Mañana de otoño plomiza. No anuncia agua – que por aquí también escasea -. Los he encontrado donde los dejé aquella mañana calurosa de agosto. El parque de Torreblanca está esplendido. Preparan la plantación de invierno…

Ellos están en lo suyo. Les comento que veo ataques de oídium. Y me cuentan una de cosas… Hablamos de Pere Dot, y  de todo lo que supuso este jardinero para el mundo de las rosas, y de los marqueses de Monistrol, y de los desastres que hizo la caballería que montaba gente del otro lado del mar que venía, cuando la guerra,  con… Ellos le han dado otro nombre. Ustedes me entienden.

La rosaleda está espléndida. Es una sinfonía de color. Algunos parterres los cuidan – cedidos por el Ayuntamiento – aficionados que sienten debilidad por la reina de las flores. Me invitan a que me acerque a la exposición de otoño que los Amics de les roses de San Feliu han montado estos días…
Y me alejo. Mientras regreso tarareo una vieja canción de Alberto Cortez: “Te llegará una rosa cada día / que medie entre los dos una distancia / y será tu silente compañía…”  y hurgo en una sinfonía de sueños imposibles y  recuerdos, ¡ay, tantos recuerdos!


El parque de Torreblanca es una evocación romántica en  la confluencia de los términos municipales de Sant Joan Despí, Sant Just Desvern y San Feliu de Llobregat. Estanques, grutas, islas, rincones de yedras, árboles de sombra,  lugares de recreo y ocio  y, sobre todo, rosales con rosas fucsias, blancas, salmones,  amarillas, rosas, lilas, rojas… 


domingo, 13 de noviembre de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora, Luz del Sur

Alguien escribió un día, y dijo de él, que era ‘luz del Sur’. También se ha dicho que lleva al lienzo el quehacer de cada día. Barbeito, - Antonio García Barbeito - fue más allá; no se quedó corto y lo definió como el pintor que pinta ‘el agua en movimiento’.

Nació en el barrio de la Plaza de la Merced. En la calle Tomás de Cózar, estrecha y enigmática, llena de embrujo y misterio por la que el sol pide permiso, sin conseguirlo a veces, para entrar por ella y entonces se dedica a juguetear con las sombras. Allí empapó su alma sensible de artista  de ese devenir diario que llamamos vida.

Supo del agua que cae en un chorro continuo y claro sobre la orza de barro, y chorrea, y deja que corra como corre la vida que infundió Aquel primer alfarero; del grifo que gotea porque el paso del tiempo determinó que ya no cerraban las zapatas.

Dejó el aroma de las frutas maduras y el embrujo de las rosas rojas, amarillas, blancas, ajadas porque cumplen ciclo y derraman belleza como derrama gracia y luz, - ‘la sagrada luz del sur’-  la bendita tierra a la que pedimos tanto y damos tan poco.

Hay un hálito de humo de castañas por las esquinas. Se asoma el otoño a las plaza y los castañeros ponen esa nota que dice que se acabó el verano, que estamos al revolver de un puñado de días, de que beban y vuelvan a beber los peces en ese río que viene de las montañas en papel de plata, y que hay tres Reyes perdidos por no se sabe que desierto y vienen guiados por una estrella…


Leonardo, Leonardo Fernández, que es de quien se trata, se ha ido a la Plaza, bueno, a su Plaza de la Merced, y ha decidido que en este otoño seco corran gotas de agua, la Gracia de Dios, sobre el plástico que protege a la castañera y todo recobre el encanto de quien ve y asiste al milagro de eso que llamamos vida…


sábado, 12 de noviembre de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Las nuestras: Emilia Serrano

Vivió a caballo entre dos siglos. Nació en Granada,  en 3 de enero de 1843; murió en Barcelona, el 1 de enero de 1922. Le faltaban dos días para cumplir los ochenta años. Hay controversias en las fechas sin que sus estudiosos lleguen a acuerdo. Hija de notario, educada en París, tuvo una educación distinta a otras mujeres de aquel tiempo. Lectora voraz; hablaba varios idiomas.

Se casó dos veces. En París conoció al barón de Wilson con quien estuvo casada dos años. Tuvieron una hija que murió pronto.  Al enviudar, baronesa de Wilson; en segundas nupcias, Emilia Serrano de Tornel. Fue amiga de escritores y personajes célebres de su tiempo.

Periodista y viajera. Se ganó la vida con su pluma. Viajó ininterrumpidamente. En 1865  va por primera vez a América, a donde volvió en cinco ocasiones; le impresionó. La recorrió desde Canadá hasta la Patagonia, durante más de treinta años, superando los obstáculos con que se encontraba la mujer en aquella época.

Fundó y dirigió varias publicaciones en La Habana, Lima y México. Su obra, un canto a la solidaridad y homenaje a la mujer de América, recoge las situaciones que encuentra. Narra travesías por Panamá y los Andes a lomos de mulas. Denuncia la situación en que estaban las mujeres de su tiempo.

La periodista Carmen de Burgos dijo que ella que “por mucho menos se han aplaudido viajes de francesas e inglesas” realzando su esfuerzo en todos los campos en los que trabajó de manera incansable en beneficio de la mujer.


Incansable en su batallar continuo. Vivió catorce años en la Patagonia donde se documenta y da a su obra un carácter más investigador y científico que de mujer viajera. Vivió, también, en Quito, Madrid, Sevilla, Málaga…Como a tantas otras su labor fue más reconocida en América que en su propio país donde no ha dejado – a pesar de su obra extensísima – de ser una total desconocida. 


Resultado de imagen de emilia serrano garcía

viernes, 11 de noviembre de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Los viejos

El T2 sube por Carrer de Sant Joan Despí; va paralelo al  parque de la Infanta y cruza la calle a la  que pusieron el nombre de Ernest Lluch después de que muriese asesinado;  luego, en una rotonda, gira hacia la Avenida de Barcelona… El T2 hace el recorrido Francesc Maciá-Llevant- Les Planes.

En la Fontsanta/ Fatjó ha subido una pareja mayor. Tienen caminar torpe e inseguro. Ella se ayuda de un andador; él, lleva en la mano diestra un bastón de palo de avellano anudado. El puño está forrado de cuero negro y carcomido por el uso.

Ella viste una rebeca larga y un vestido negro; él, una casaca con muchos bolsillos. Acceden al tranvía. Se busca entre los bolsillos, hasta que al final encuentra, el billete. Pica dos veces en el artilugio que hay en el centro del vagón. El tren se echa a andar. Ella está sentada en el primer asiento, junto a la puerta, en el lado izquierdo. Él se ha quedado de pie.

Los cabellos son blancos, las manos temblorosas y con muchas arrugas. Van aseados y usan el medio público porque apuntan  a ser parte de ese ejército que ha llegado,  después de una vida de dar mucho y, ahora,  reciben poco.

No hablan. Van en silencio. Parece que en la vida ya vienen de vuelta de todo y el equipaje de eso que llamamos tiempo les pesa demasiado sobre unas espaldas que empiezan a doblarse porque no pueden con la carga…

En Miquel Martí i Pol ha subido un grupo de colegiales. Por la edad deben andar en segundo de ESO, poco más o menos. Van a alguna visita. Van de excursión. Vociferan. Se gritan entre ellos. Rompen el silencio del vagón y el encanto que flotaba en el aire…


En Llevant-Le Planes la megafonía anuncia que es final de trayecto. El viento de otoño avienta un remolino de hojas. Los chicos jóvenes bajan en tropel; lentamente, los viejos. Se van por la calle. Me acuerdo de Serrat: “No tienen miedo, no tienen prisa./ Y por las calles se han perdido los amantes, / con una flor y su ternura…”
Resultado de imagen de parc de la infanta cornellà

jueves, 10 de noviembre de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Y, por allí se va el sol

Si vas por la Sierra de Huelva, pasado Rosal de la Frontera, cruza de nuevo el Chanza; vuelve sobre tus pasos. Desde Aroche - han hecho una carretera nueva - encamínate a Encinasola: “Estrellita marinera / que vas caminando al norte / dime si podré llegar / a Encinasola esta noche”.

Cuando llegues a Encinasola debes saber que estás en tierra de Juan Gualberto que fue ministro cuando Fernando VII.  Tienen por patrón a San Andrés y a la Virgen de Roca-Amador y a la de Flores: “A orillas de la Ribera / está la Virgen de Flores / patrona de Encinasola / reina de los corazones”

En la iglesia, en la parroquia, que posee una colección pictórica notable,  hace un frío que hasta Dios tirita (te lo digo por experiencia de una noche única). Su campanario se ve desde la lejanía. El Santuario de la Virgen de Roca-Amador está sobre una colina; la ermita de  Flores, más lejana y un poco escondida. Si te llegas a Flores, en verano, caminas por tierra reseca. No verás a nadie a quien preguntar si vas por buen camino…

Al otro lado del río, - el Múrtiga - está Barranco; es Portugal. Tierra quebrada y puerta de entrada para el Alentejo. Monsaraz, regala el paisaje más bello de la llanura alentejana y el Guadiana un mar interior en el pantano de Alqueva…

Encinasola por donde el sol, cada tarde,  le dice adiós a España cuando se va camino de América, y que está donde Cristo dio las tres voces y…, tiene fandango propio y comparte historia con Álora. Nos dieron su Virgen, la Virgen de Flores, y la manera de ser, de entender muchas cosas, de encender esa luz de dentro que da sentido a la vida...


No sé tú, yo, cuando he salido y he perdido de vista el pueblo en un recodo del camino,  siempre he sentido el nudo en la garganta de quien se deja algo suyo detrás de sí. Y dice un “hasta luego”, que siempre tarda en llegar...