martes, 30 de septiembre de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. La chica del parque

                              

La chica cruzaba por debajo de los árboles del parque. El paseo era largo y casi no se divisaba el final.  La lluvia caída durante la noche lo había sembrado de hojas secas. El viento las arrastraba, alocadamente, de un lugar a otro y, de vez en cuando, caían algunas gotas perdidas en la copas de los árboles.

Un amigo le había recomendado: escucha, cuando puedas, a Gloria Lasso, en ‘Luna de miel’. La chica, que era muy joven, no sabía ni quien era Gloria Lasso, ni Rafael de Penagos que había escrito la letra, ni Mikis Theodorakis que había compuesto la música. Caminaba, ligera, bajo la arboleda del parque y pisaba las hojas secas.

La chica tenía unos ojos preciosos, unos cabellos negros largos y finos que casi le sobrepasaban los hombros y una contractura muscular en el cuello que le hacía sentir dolor en todo el cuerpo. Por su cabeza rondaba aquel comienzo de la canción: “nunca sabré  cómo tu alma, ha encendido mi noche…”

Se cruzó con gente que iba y venía. Hombres con corbata y enchaquetados, mujeres con prisa, algunos estudiantes camino de la Facultad, que estaba un poco más allá, sólo un poco más allá, al otro lado de la arboleda.

Era temprano. El día se abría con un montón de problemas que aguardaban. En su mente aparecía, de pronto, como un resorte que no se llama, otra vez la letra y la voz maravillosa de aquella otra mujer, Gloria Lasso: “nunca sabré el milagro de amor, que ha nacido por ti…”

En la mediación de parque, el quiosquero levantaba las compuertas que servían de ventanucos, rompía el silencio y procuraba vaciar el agua acumulada en las lonas de los toldos. Dentro de un rato, cuando al parque llegasen los turistas se acercarían como clientes.


La chica veía al quiosquero todos los días, casi sin saludarse, se decían algo en silencio… La chica pensó: a mí, también, me han roto; tendré que recomponerme porque: “nunca sabré en qué viento llegó este querer”. Cuando llegó al final del paseo, giró, cruzó el semáforo y se perdió entre la gente que iba y venía.

lunes, 29 de septiembre de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Requiem por muchas cosas


                           

Están los tiempos revueltos. ¿Cuándo no es Pascua? De Norte, a Sur; de Este, a Oeste. Después de los días que llevamos de catalanes, ahora, en el País Vasco ya han salido las mentes lúcidas de siempre que dicen que ellos, ¿por qué no van a ser, también, más de lo mismo?

Gente aburrida de tanto engaño, ha clamado, esta tarde en Álora, ante las cámaras de televisión: piden la limpieza del río Guadalhorce, piden la reposición del puente arrasado en las inundaciones del 28 de septiembre de 2012, piden, gestión. Sobre la mesa el dolor de dos muertes y la ruina de mucha gente… Y, no pasa nada.

Me entero que en mi pueblo han rendido homenaje a Juan López, un hombre bueno. Ha repartido - con otros - más de setenta y cinco mil kilos de alimento entre gente que la necesitaba. Se va de la ONG porque los años no  perdonan y llega eso que llamamos vejez y cansancio por fuera y por dentro. Naturalmente, ningún telediario de se ha enterado.

La televisión que dicen ‘la nuestra’ anda a bombo y platillo, estómagos llenos y buches ahítos, pregonando no sé cuantas excelencias. Somos los mejores, somos los primeros en no se sabe cuántas cosas. De las tasas de paro y de las de emigración, de los jóvenes sin salida…,¿de eso?, ni mijita. Prohibido, siquiera, nombrarlos.

Hace unos días Málaga enterraba a su alcalde de la modernidad. Tuvo este hombre –como todo humano sus caprichos, también – una visión de las cosas diferentes. Apostó por la modernidad, por museos, por calles con otros aires, por la reapertura de teatros y por la música que es bálsamo y no ruido estridente.


Y, el pasado 28 de septiembre, hace un montón de años, que el Papa Luciani, que también fue de Venecia a Roma, anocheció para amanecer – dicen que fue el corazón - entres las sombras de las dudas ciertas y las sospechas sonoras. Había demasiado bajo las alfombras para que las desempolvase el ‘Papa de la sonrisa’. Requiem por muchas cosas.

domingo, 28 de septiembre de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Concierto para flauta y arpa Do Mayor K299, Mozart

        
                       
Daniel era un niño de once años que viajaba solo, con su camaleón-mascota, en un autobús desde Málaga a Los Llanos de Tiberia. Daniel cursaba primero de Bachillerato en el Seminario Menor, según le dijo a un  compañero de asiento, profesor de Ciencias Naturales del Instituto Pedro Espinosa de Antequera. Daniel, en opinión del docente tenía un par de bemoles…

Lo cuenta Juan Rebollo, en Bajo el cielo protector (Córdoba Libros, 2014),  su última novela. La noche que la presentó una luna esplendida se apoderó de los Llanos de Tiberia. Tiene mucho de autobiografía y las pinceladas propias que el autor añade para dar mordiente, chicha y picante a todo el relato. Conjuga vida de internado con la libertad perdida del niño de pueblo.

Hace el autor una incursión por la vida del adolescente seminarista. Juega con la habilidad del leguaje entre la censura de una España retrógrada y reprimida y apunta – el despertar, lo llama él – a los nuevos aires que, en lo religioso, aportaría el Vaticano II y, en lo político, lo que pretendía difundir Radio Pirenáica o la llegada del socialismo a España.

Como los raíles en la vía del tren la novela tiene dos caminos: la vida, el devenir, el acontecer y, la fe. ¿La fe? Hay palabras (monosílabos) que lo dicen todo: “sí”, “no”, “fe” En este caso, Rebollo, rompe moldes, busca algo que no está de moda. Y, entonces, viene y como quien no quiere la cosa, hace magna exposición de la fe.

Flota en toda la novela la sombra casi imperceptible de Pual Bowles. El norteamericano se debatió, en su vida personal, entre conflictos, en apariencia irreconciliables: tendencias, corrientes personales, modas o lugares exóticos


 Daniel Domínguez, el protagonista de Bajo el cielo protector, va con pie cambiado. Hay luz de nuevos tiempos: en la política, en la vida eclesial, en las relaciones laborales, en el dolor, en el amor… Daniel, juega con todos. Los cuelga en un asidero que solo es suyo: la fe. Ah, y por cierto, cuando escribo estas líneas escucho el Concierto para Flauta y Arpa Do mayor K 299, de Mozart.

sábado, 27 de septiembre de 2014

Una hoja suelta de cuaderno de bitácora. Yanguas

                                                

Yanguas está al otro lado del puerto – el Puerto de Oncala – conforme se va de Numancia a La Rioja. Forma parte de la Comarca: Las Tierras Altas de Soria. Frío tremendo, despoblamiento generalizado. Vida dura y difícil. Se va la gente…

Casi en la linde con la Comunidad donde nació el Castellano. ¿Se acuerdan? “En román paladino como suele fablar el pueblo a su vecino” que decía Gonzalo de Berceo, cerca de San Millán.

A lo que iba. Salva el río por un puente nuevo, tras bajar por una curva enrevesada, puesta allí para que el viajero mire, inexorablemente, al pueblo: Villar del Río, para el caso. Pueblo, viejo, con un frontón y un parque infantil  nuevos y sin niños. Carretera adelante está Yanguas.

Lo orilla el Cidacos. Los chopos estaban vestido de primavera cuando pasé por allí; ahora de oro viejo. No los veo, pero estoy seguro que es así. Agua clara, saltarina y rumorosa. Es un río limpio. Va camino de las vegas de Arnedo, de Calahorra, del Ebro… Si vas sin pan, la hogaza es excelente. 

Avelino Hernández, también la recomendaba. Y ya se sabe, a Avelino, simpre, hay que hacerle caso.
Entré  - quizá, el único bar del pueblo -. Tomé un trozo de tasajo y un vino. El hombre es parco en palabras. No tenía ganas de hablar ni le interesaban las preguntas del viajero. No había nadie.

Sé que los yangüeses aparecen en el Quijote. Cervantes supo de aquellas recuas de arrieros que llevaban los granos por Castilla. Dicen que, bajo la torre de San Miguel, está enterrado el rey Fruela…¡Vaya usted a saber! Y, como tampoco, es cuestión de preguntarle…

A la iglesia de Santa María se va por una ‘vereita’ que sí, que sí cría yerba, a pesar de tener al Cristo común de veintitantos municipios. Yanguas supera, por muy poco, el centenar de habitantes.


La carretera lleva a Las Ruedas de Enciso (que se bordea y no se pasa) porque se lo tragará un pantano. Me senté bajo los chopos con un libro: El Santero de San Saturio de Juan Antonio Gaya Nuño. Una joya. Dejé que corriese el tiempo y el agua por el Cidacos…

viernes, 26 de septiembre de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Tarde de otoño

                                   

Me preguntaba, esta mañana, mi entrañable José María, desde una orilla lejana del mar de Ulises, qué hacia dónde apuntaba la veleta de la Veracruz… No ha llovido. Hasta ahora, cuando escribo estas líneas, cielo entoldado, airecillo lloveó… Una tarde propia para ojear libros.

Marisa me pedía una relación de libros que hayan marcado parte de mi vida. Marisa siempre, busca cosas que nos cogen  en fuera de juego. Es difícil, muy difícil pronunciarse. Cuando dejé el Capitán Trueno y el Jabato supe, por aquellos tebeos, que las nórdicas, además de rubias, tenían los ojos azules y eran guapísimas.

Me acerco al anaquel. Donde están ellos. Sobre la mesa dejo dos: los miro, los remiro, entorno los ojos, los abro al azar. Homero Macauley, en Ithaca, California, sigue llevando telegramas. No dicen cosas buenas. Seguimos en guerra. Ahora se las anda - la guerra - por lugares de arenas ardientes y embauca a hombre que han perdido la cabeza. El libro: La Comedia Humana, William Saroyan.

Heminway ya no va a La Habana, ni fuma puros, ni bebe ron. Hace mucho tiempo que cambió el burladero de Pamplona por otro con una visión más amplia. Siguen cálidas las aguas del Caribe; alimenta ciclones. Rema, por allí otro viejo, como aquel “que pescaba solo en un bote en la corriente del Golfo y hacía ochenta y cuatro días que no cogía un pez…” El Viejo y el mar. Ernest Hemigway.

El muchacho, el que se identificaba con aquel otro muchacho que  quería pescar con el Viejo y, que otras noches, pedaleaba junto Homero Macauley, en otra bicicleta, cruzando por entre la niebla, dejó de ser muchacho.


Pensó en otros muchachos de aquella hornada. Otros telegramas anunciaron… ya se sabe. Y, recordó aquel tren que subía lento, otras tardes de otoño como ésta. Silbaba cuando se acercaba al paso a nivel y cuando remontaba la ‘Cuesta del Cajero’. En aquel tren no viajaba ningún negro que saludase, agitando la mano… Ya ves, José María, esta tarde no ha querido llover. ¡Con lo que necesitamos la lluvia! 

jueves, 25 de septiembre de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. La veleta

                                           

“Me llamaste veleta / por variable, por variable; / si yo soy la veleta, / tú eres el aire, tú eres es el aire”. Eso dice la copla. No va, hoy, por ah la cosa. Hablo de otra veleta. La que dice de dónde viene el aire y si, además, anuncia agua. Estamos pasando una racha que ya ni la veleta nos da una alegría aunque sea mínima.

Verán. Tenemos en Álora una manera original de predecir el tiempo. Si la veleta de la Veracruz apunta a la Cancula, aire de arriba, cielo azul y poca agua. El aire del norte en invierno sopla seco y frío; calor, en verano.

 Si es para los Lagares, aires de Levante: nubes mañaneras, abren al medio día y tiempo revuelo. Casi nunca llueve. El Levante, salvo cuando sopla el Sirocco que viene del desierto es un aire fresco, por lo general, agradable y placentero. Refresca después de una noche tórrida de verano. De las gotas frías de comienzos de otoño, de esas, ni mejor mentarlas.

 Si ‘mira’ - la veleta - al tejado de La Balita: agua segura. Viene el aire del Estrecho (“El Levante las mueve y el poniente las llueve”). Cuando las borrascas entran por Cádiz son bendición para campo. Llueve con abundancia, lo empapa todo, lo cala todo. Es el agua que, por venir del cielo meteorizada trae bendición de Dios.

 Si mira al sur - el sur, también, existe -, tiempo fresco. No hay que descartar algún chaparrón… El aire agradable, acaricia el rostro.


Pero para predecir el tiempo, olvídense de telediarios, amets, veletas y esas cosas. La receta la tenía el, entonces, alcalde de Carratraca. Inundaciones del año 1989. Ni Protección Civil ni nadie que hubiese anunciado lo que se vino encima. Reunión el Gobierno Civil: “En mi pueblo tenemos una ‘seña’ que no falla. Usted echa las cabras fuera del corral, si se espelucan y se meten ‘pa entro’: agua segura”.

miércoles, 24 de septiembre de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Copla y magia

                                               

Del fondo de la taberna del puerto salía la voz de doña Concha: “no me llames Dolores, llámame Lola, que ese nombre en tu boca sabe a amapola…” Naturalmente, allí no estaba doña Concha ni probablemente lo habría estado nunca. 

La radio, en la que sonaba la canción, era vieja, desvencijada y estaba llena de polvo. Se le habían caído algunas letras doradas donde en otro tiempo se leería: Telefunken. Era una de esas radios que se apagaban solo cuando, casi de madrugada, el tabernero echaba la llave…

Bebían algunos hombres en el mostrador; otros, golpeaban con fuerza, como quien reafirma la jugada, las fichas desgatadas del dominó sobre una mesa de madera. Estaban sucios, sin afeitar y con ropa muy usada. Era gente de la mar. Todo era viejo. Allí era de noche; fuera, aún, campeaba el día.

En el suelo había papeles, restos de comida, cáscaras de gambas, huesos de aceitunas, mondas de altramuces, palillos de dientes rotos… Todo era viejo, tan viejo que hasta los carteles de toros que anunciaban a los toreros parecían de otro siglo. El aire era un vaho viciado; olía a colillas y tabaco.

Un almanaque de Explosivos Riotinto S.A. mostraba una muchacha morena con el pelo largo caído a un lado. La muchacha tenía un encaje blanco que dejaba entrever la lujuria de unos pechos caídos hacia arriba y apretados por una cinta que se entrelazaba por unos ojales metálicos. Al pie de la muchacha dormitaba, echado, un perro de caza y una escopeta doblada…

Todo era sucio y viejo. Todo era de otro mundo. Cuando el muchacho salió a la calle agradeció la brisa fresca que venía del puerto. Era un rosario de espuma perdido por los entresijos de calles estrechas por las que nunca entra el sol.


La gente iba a lo suyo. Las sombras de la noche tomaban sitio. Tres pitidos largos de sirena anunciaban la salida de ‘melillero’… Y, mientras se alejaba, pensó cómo serían los ojos - ¿serían negros? - de aquella Lola de la copla porque si “ese nombre en tus labios sabe amapola…”

martes, 23 de septiembre de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Paz para Mónica

                                          

Cuando algo no tiene explicación el pueblo llano que es sabio halla respuesta: “el sino, sería el sino” y lo dicen y pretenden seguir hacia adelante. El sino tiene la culpa de muchas cosas, como los fantasmas que conviven con nuestros sueños, como las meigas, como ese no sé qué que no sabemos…

No es el caso. No. Mónica era una flor que abría a la primavera, a la meteorológica que tocaba en su puerta y, a  la de vida. Una tarde, una mala tarde, Mónica tuvo la llamada de ese más allá que nos marca, inexorablemente, desde el día en que nacemos.

Maldito canal aéreo, malditas puertas que no estaban cerradas, malditos candados abiertos, malditos alambres oxidados, maldito cemento pasado... Maldito todo lo que sea maldecible, pero más maldita, aún, la desidia humana, la irresponsabilidad, la incoherencia…

Cuando se produce un accidente inevitable: no se encuentran las palabras; cuando pudo tener evitarse, entonces, hierve la sangre por dentro y sin decir nada, porque no hace falta, se sabe que eso, además de un contradiós,  es una canallada…

Y, entonces, en la lucha interior hay muchos porqués sin respuesta. Se busca refugio. Me viene a mano la letra del Maestro Alcántara: “Si otros no buscan  Dios / yo no tengo más remedio: / me debe una explicación”.

Parece que los políticos – algunos políticos – ahora dan largas cambiadas con fechas, con promesas incumplidas, con falsas ilusiones… a los padres de Mónica. Están en lo suyo. Lo hacen a las mil maravillas. Son insensibles al dolor y a cuanto hunde a esta familia.

Claman los padres de Mónica. Piden Justicia. Pueden hacer suyos aquellos versos del profeta: “Oh, vosotros que pasáis por el camino, mirad y ved si hay dolor semejante a mi dolor”.


 No lo hay, Alonso, no lo hay. Justicia y paz para Mónica, para Mónica Gómez,  que así se llamaba, y para todos las Mónicas del mundo que estén en situaciones similares ahora que el viento de otoño saca a las hojas de su sitio.

lunes, 22 de septiembre de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitacora. Yoli

                                                           

Compuso el maestro Solano cientos de coplas. España, entonces, contaba su historia vendiendo agua fresca de la Fuente del Avellano o nos decía cómo una paloma blanca bajaba al río a bañarse… No había parlamentos con iluminados, que ni atienden a razones, ni buscan más interés que el suyo. No. Era otra España.

Escoger una, de entre todas las canciones del maestro, es difícil. Su obra pasó para la inmortalidad por la garganta de doña Concha, de Rocío Jurado, de Isabel Pantoja…y, de una voz desconocida de pueblo: Yoli Fernández.

Verán. La cosa comenzó así. Cuelga la incombustible Marisa Segura un video sacado de Álora TV. Día de la Mujer, teatro Cervantes, orquesta dirigida por Guillermo Carretero, concierto “No me llames Dolores, llámame Lola”…

Arranca la orquesta. Aparece en el escenario Yoli Fernández. Good Vibrations. Se ve venir, se palpa, se siente. Es ese pálpito del arte, de lo bien hecho, de lo mejor sentido, de lo que se transmite y llega a donde tiene que llegar.

Un estruendo de aplausos la recibe: “Cuando de verás se quiere…” Y, rompe la voz el aire que va y viene, y el mensaje que habla de temblores de agonía, y del color de tu pelo que dan celo, y pregona, que tiene miedo de querer y de perder, de sueños a los que no importa la luz del día ni las tinieblas de la noche, de puñales, de presentimientos. Miedo, mucho miedo…

Yoli tiene pellizco, Yoli lleva mucho dentro y lo da con generosidad y con entrega. No se reserva nada. Vibra su voz; tiene el embrujo de la muleta de Curro, de una media de Morante – si esto es una media, escribió una vez el Maestro Barbeito, ¿cómo será entera? – y aflamenca lo que aquel genio – “Miedo, tengo miedo” - escribió como tonadilla.


Me dice Marisa que el concierto es de hace un tiempo pero, como el arte es atemporal… Lleva Marisa razón. Toda la razón. La pena es que este arte se quede encerrado dentro del arca. Hay que sacarlo fuera. Alguien tiene que romper este silencio, porque Yoli rompe moldes. Good Vibrations.

domingo, 21 de septiembre de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Melocotones de Periana

                                

Langostinos de Sanlúcar, quisquillas de Motril y coquinas de Huelva; boquerones de Málaga, urta de Rota y salmonetes de Estepona; pescaíto de Cádiz y chocos de Isla Cristina…

Embutidos de la Sierra, Encinasola a tiro de vista de Jabugo, - ya se sabe el “Miño lleva la fama y el Sil el agua” -,  y morcilla de Cártama; aceite ‘marteño’ y gordales de Dos Hermanas; oro liquido del Aljarafe y aderezo de manzanilla aloreña…

Roscos de Loja – “rosa entre espinas” – y piononos de Santa Fe; Bienmesabe de Antequera y anís en Rute; mantecados en Estepa, mostachones de mi tía Carmen (por cierto, tita, andas, últimamente, mal de memoria) y ‘alemanes’ en Guarromán…

Me llama un amigo: te tengo unos melocotones de Periana… Y, uno sabe que allí dicen que son los mejores del mundo. Y lo son. Y hoy se ha ido por ellos. Y, echamos el día. Y hablamos de lo divino y de lo humano y de eso que sólo se habla entre amigos y se lo lleva el silencio.

Le cuento que cuando anduve por allí me encontré con gente amable que, “si usted quiere pido la llave de la iglesia para que entre a visitar al Santísimo” y me ofrecieron por si lo tenía a bien, comprar vino moscatel, pasas, miel o pipas de almendras,  “par los guisos”.

Cuando bajé, supe que la presa sobre el Guaro, además, de al río se engulló los vestigios del paleolítico y los que había en las terrazas y los yacimientos que llegaban a la época romana. Lo que perduró siglos destruido, como quien dice, en un rato.

Y de allí, le digo, por el curso del río, me fui al mar, al mismo, pero un poco más al oriente de donde viene la luz, que ahora vemos desde tu ventana.  Estaba  - y está -  cerca. Se presiente en la suavidad de los pastos, en el vaho del aire, en la sensación de agrado que acaricia el rostro.

sábado, 20 de septiembre de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. La margarita

                                

La niña enamorada y quinceañera deshojaba la margarita. La niña arrancaba con primor  pétalos blancos. Los desprendía de un corazón central amarillo y grueso, como un queso granulado pero de flores. ¿Me quiere? Sí, no, sí, no… y, cuando terminaba con una, cogía otra, del borde de la carretera. La niña nunca supo el final.

La vieja y añeja Europa ve cómo le quieren arrancar los pétalos. Todos tienen la misma pregunta e idéntica respuesta. Ayer  lo quiso Escocia: no; hoy, Cataluña: sí… Nunca se llega al final y nunca se sabe cuál es la respuesta.

De aquella Europa del Camino a Santiago sólo queda el recuerdo que busca el Finis Terrae: nunca llega. ¿Dónde está ese Finisterre de otros tiempos? Ni ella misma lo sabe. Europa va a la deriva. Europa está arrugada y el bastón que usa se ha apolillado.

Demasiada gente con colmillos retorcidos. Probablemente asistimos, sin saberlo, a un nuevo Renacimiento. Superior – porque la rueda ni tiene retornos ni gira hacia atrás – al de los siglos XIV y XV. Internet ha rodo muchos moldes.

Afortunadamente podemos hablar y vernos con alguien que está en Chile y en Australia; en el Cabo de Buena Esperanza y en el Cabo Norte… y, todos, al mismo tiempo. ¿Y nos vamos a pelear con el vecino por mor de una mísera ventana? No tiene sentido, ningún sentido.

La tribu fue una forma de vida. Parece que nos encontramos a gusto volviendo a la tribu. ¡Hay gustos…! Rebrota la “Europa de los Pueblos”. Del mapa pueden desaparecer, por ejemplo, España, Portugal, Francia, Reino Unido, Alemania… y se colocan otros nombres: Cataluña, Algarve, Aquitania, Escocia, Baviera…. O sea, lunares del pellejo del mismo perro.


La nueva UE puede autoconcederse  algunos asuntos comunes: Relaciones Exteriores, Defensa y, una Policía que transite desde el Mediterráneo al Báltico, de Gibraltar a la Laponia, del Peloponeso a las Feroe. Los listos que se llevan el parné a Luxemburgo  que paguen, se escondan donde se escondan,  para todos…y ¿con lo demás? quién más chifle, capaó…¿Esto puede parecer un disparate? Y, ¿si no lo es?

viernes, 19 de septiembre de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. La Lanzada

                                         

Las imágenes son crueles. No gustan. No pueden gustar esas cosas. La tradición, a veces, hay que guardarla para el recuerdo y no repetirla. El animal no tiene culpa. Eso no es poesía; eso, no es arte. Eso es el hombre de la caverna que sale de vez en cuando. Los que amamos al animal más bello, más totémico y más soberbio de la creación no secundamos esas barbaries.

Hay otras lanzadas. Una, la más sonada, la dio un centurión romano en Viernes Santo. Dicen que se había cubierto el cielo de tinieblas. La tarde era de impotencia y tragedia. Un condenado a muerte de cruz acababa de morir. De su costado salió, al dar la lanzada, algo sanguinolento… y feo.

Se dan, últimamente, lanzadas con mucha ‘generosidad’ en España. Los últimos días están empachados de muestras. No sólo al toro de Tordesillas que se ha aireado por medio mundo y parte del otro, y que este año, que se sepa, ha terminado a pedradas entre dos bandos.

La muerte ha segado dos vidas de hombres mayores, conocidos, con expedientes profesionales muy densos, con una presencia importantísima en la vida económica de la sociedad de consumo. Hay una cuadrilla de centuriones a lanzada abierta contra ellos, contra lo que suponen y contra todo lo que se  mueve.

No soy quien para juzgar sus trayectorias. Sólo me pregunto y siento pena ¿qué sociedad hemos hecho? ¿A dónde vamos? Si ni siquiera se respeta al presunto ‘enemigo’ muerto… Veo gente joven, muy joven que traspira sudor y odio, resentimiento y unos modales…¿Será ese deporte nacional que llaman envidia?


Los mecanismos de estas grandes empresas no tienen corazón. Andan solos. Todo está programado, todo sucede como tiene que hacerlo. Todo está marcado por su tiempo. Nada ni nadie los para. Hay que analizar, ahora cuando lleguen las tardes doradas que invitan a recogimiento mucho de lo escrito y dicho. A lo mejor aparecen sorpresas…

jueves, 18 de septiembre de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Preludio de otoño



Acaricia el viento los arrayanes. En la Bib-rambla se mecen rosas blancas, ajadas, que apuran verano. Se columbran las nubes. Encaran camino a otras cumbres. La plaza de las Pasiegas huele a espliego y a especias, y a tomillo y azufaifas; el sol de la tarde dora las piedras de la catedral, suena lejana una campana…

Preludia Granada otoño que se viene por las choperas del río. “Corriendo van por la vega / a las puertas de Granada / hasta cuarenta gomeles/ y el capitán que los manda”. Son otras guerras. Por la cuesta de Gomérez bajan los turistas que subieron a pie a la Alhambra.

Dardean los suspiros por el Paseo de los tristes. A un lado los muros enigmáticos de la fortaleza; al otro, una fila de puertas cerradas, balcones y celosías, conventos, tenderetes que venden a la gente que pasa camino del Albaicín. Albaicín de San Nicolás y San Miguel, de patios con jazmines y buganvillias en las tapias…; en medio del Darro.

No trae, el río, el agua tan fría de la Fuente del Avellano que vendía Antonio Molina, ni derrames de aquellas huertas del Generalife cercano. “El moro que a mí me labra / cien doblas ganaba al día” Si tú quisieras Granada…

 Lo cantó Lorca. Sabemos, que sí bajan de la nieve al trigo, que lleva, el Darro, llanto – la sangre, se la puede quedar el Genil – y amores que se pierden por el aire, y rumor de surtidores en los cármenes cerrados… y todo, todo lo que dijo Federico.


Preludia Granada otoño. Gorjean los estorninos en los plátanos desmochados de la Plaza de la Trinidad. A tiro de piedra la Facultad de Derecho y San Juan de Dios: primero,  el pobre y, luego: también. Así desde hace casi quinientos años…amor limpio y cristalino como el agua de la Fuente del Avellano… Por otoño volvió San Juan de Dios a Granada,  y el viento, que zurea por las torres de la Alhambra.

miércoles, 17 de septiembre de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El aguacero.

                                             

Vino a media mañana. Cielo entolado, nubes de poniente, unos goterones, y después…, un algo más, pero no mucho. Sin llegar a lluvia. Hace falta pero como no está el patio para dispendios tirando el agua por las canales y se fue para otros lares.

 Los pajotes de los nidos de los gorriones tienen atascados los bajantes. Los tomaron por suyos y, como nadie los ha molestado durante el verano, pues  luego pasa lo que pasa. Se asustaron cuando vieron como corrían, por entre las tejas, pequeños riachuelos de agua.

“Esto es oro, oro lo que viene del cielo”. Lo decía un viejo en el bar. Humeaba el café con leche. Subían hacia no sé qué alturas las ilusiones y las esperanzas. Todo duró poco, muy poco. Vamos que al rato ya estaba seco el suelo.

Al medio día vino otro apretón. Jugaron, luego, al escondite las nubes con el azul del cielo. Se escondían unas; aparecía, el otro. Así un rato. Se escurrían las nubes por la Sierra del Valle, por El Torcal. Iban camino de Granada. Y la gente miraba la información que daban los hombres del tiempo.

Por media España cae otro aguacero. No me refiero al meteorológico, claro. A ese ni le importan los políticos, ni los ex, ni los que mandan, ni los que aspiran al cargo. La parte de España que pensaba que los puntos cardinales eran cuatro está confundida. En este  batiburrillo que se ha formado  no sabe ni Dios qué hora es.


No cae sobre España precisamente el aguacero esperado que preludia cambio de tiempo y hace que nazca la otoñada. Cae otra cosa. Dicen que sobre Sodoma bajó del cielo fuego, otros que si era azufre o vaya usted a saber. ¿Sabe alguien que es lo que cae sobre esta sociedad de nuestros días?

martes, 16 de septiembre de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Guardia Civil caminera

                                 

Venían por el camino con el capote chorreando agua.  La lluvia empapaba la tierra. Debían pesar aquellos paños, tan largos, una barbaridad. Recorrían el campo. Iban dos; siempre, dos. Uno, decían, era el jefe de pareja. Llevaban una cartera de cuero negra, grande y colgada en bandolera; en el hombro un arma: el mosquetón…

-Niño, como seas malo vienen los civiles.

Y, el niño que no era malo sino traviesillo, se asustaba. Los veía que subían despacio hacia la casa, uno junto a otro, y al niño, le pasaba por su cabecilla inquita una película de posible ‘fechorías’. Siempre tardaba un tiempo, que parecía eterno, en que comprobaba que los civiles iban en otros menesteres.

De la cartera sacaban un libro, con las pastas de cartón gruesas. El libro era grande, pautado y sobre los reglones unos encabezamientos que no leía nadie, pero dónde ponía, lugar, hora de la visita, personas que había en la casa y…

-Morales, le decían a mi abuelo, la firma.

Y mi abuelo firmaba, al final, en un recuadro donde daba fe que la pareja había estado allí en el momento que se decía. Mi abuela, porque en el campo siempre se le echaba un café a las visitas, les ponía unas tazas y algo para seguir camino…

Pasó el tiempo y, luego, venían a caballo. Eran caballos briosos, fuertes, lustrosos. Los guardias a caballo parecían más distantes. Eran hombres de carne y hueso, también. Recorrían parte del término y el lugar convenido podría haber algún jefe esperando y comprobaba…

Cambiaron aquellos caballos por otros de motor. Fue la perdición del campo. Se perdió desde entonces la Guardia Civil de campo. Ver ahora a la Guardia Civil en el campo es porque ha pasado algo. No van por los caminos. Dicen que el Duque de Ahumada los fundó para vigilar las zonzas rurales. Eran otros tiempos. Pero…


Ahora cuando se ven motorizados por la carretera imponen un respeto… O sea, miedo y si te paran, apaga y vámonos. La literatura se encargó de darles palos; los sanguinarios asesinos, muerte. Quienes tenían que defenderlos casi los han vendido (lean, lean la prensa); el pueblo llano piensa en la Guardia Civil que impone respeto sí, y da seguridad en los caminos.

lunes, 15 de septiembre de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Esperanza


                                                        

Tiene el nombre de eso que dicen que es lo último que se pierde. Es rubia, altiva, prepotente y no está sobrada de peso. Alguien dice que tiene de ovarios casi la misma proporción que tiene de lo otro el bicho ese sobre el va subido Espartero.

Según cuentan hizo lo que hacemos, casi siempre, todos cuando vamos al cajero y no hay aparcamiento: dejó el coche en doble fila. Vinieron los guardias, vieron la mordida y, todo eso que ya ustedes conocen.

Los dioses eran dioses porque vivían en el Olimpo (el Limbo, que ya dice el Papa que no existe, era otra cosa). Miren por donde los dioses tenían las mismas pasiones que los humanos que, por estas fechas, se la andarían de verdeo en los olivos centenarios del Peloponeso.

No había en la Grecia de aquel tiempo ni cajeros ni guardias (en las películas de Landa se llamaban ‘urbanos’) y ahora Agentes de Seguridad Vial, ni  la tal ‘Esperanza’ que fuese a sacar dinero. ¡Maldito parné! qué diría la gitana.

A mí la señora que tiene el mismo nombre que  las dos Vírgenes emblemáticas de Sevilla. Sí. La que viene de donde los marineros y, la otra, la que está junto a la muralla y lleva las esmeraldas esas maravillosas que se bambolean en su pechera…O, como esa perchelera, que no cabía en Santo Domingo y se la llevaron un poco más allá…

A lo que iba, a mi me parecía que  la susodicha, en política, ya había cumplido, y que estaba amortizada. Hacía falta savia nueva y todas esas cosas que se piden. Pero miren por dónde por cómo y  manera con que le están atizando, yo estaba en la inopia…


Pongo,  por un poner, porque ver una tertulia de televisión es como aguantar un sermón de un cura que había en mi pueblo, y me doy cuenta que a ésta le temen más que a un día sin agua en la ‘sanmiguelá’¡Madre del Amor Hermoso! La han resucitado. Y como dicen que es lo último que se pierde, pues arreglados estamos.

domingo, 14 de septiembre de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Las carretas

                                               

Y, asomaron por la Cancula las carretas. Media mañana, cielo azul, muy azul, tan limpio que la luna –en cuarto menguante – no era de oro sino que se hacía de plata. Soplaba ligera la brisa; no llegaba a viento. Venían de lejos, con paso cansino, iban para el convento.

Primero fue un redoble de cascos sobre el asfalto; relinchos de caballos enteros  –bayos, alazanes, castaños, tordos, negros -: “caballo que a los tres años, ve una yegua y no relincha / o es que no come cebá / o es que le aprieta la cincha / o no es caballo ni es ná”. Luego un murmullo; después,  griterío, palabras, palmoteo, cantes…

No llevaban las carretas troncos muertos, ni gemidos de árboles talados. Muchas, muchas niñas guapas. Flores en el pelo y risa y juventud en la cara. Se escapa, desde el balcón, un suspiro…; una lágrima furtiva corría por la mejilla. Aprieta la garganta. ¡Dios, cuántos recuerdos! Todos, agolpados, en un momento.

Delante venía la Virgen de Flores, con manto verde, con el Niño, como siempre, en los brazos. El Niño de la Virgen de Flores lo ve todo, lo mira todo. Es muy curioso el Niño de la Virgen de Flores; delante, a pie los boyeros con la aguijada al hombro y el paso quedo, con sombreros de palma. Hablan – porque van varios- entre ellos.

Cuando sea hora del Ángelus, como en el poema de Juan Ramón, ya estarán en la paz del campo. Tocarán las campanas, las del pueblo viejo como decía el maestro, y anunciarán con un tañido que se pierde en la lejanía que es hora de rezos. Y uno implora, Virgen de Flores, un rocío de agua. Lo piden los olivares, lo piden los veneros, lo pide el campo, lo piden los cuerpos.


La he visto trasponer por la Fuente de la Manía. Se vuelven, algunos. Sigue la comitiva camino del convento. Allí estarán hasta que la tarde se vista de noche y Ella se quedará, otra vez, en su camarín, al escucho del zureo de palomas que juegan al amor en los alféizares de las ventanas y, cuando sea ya madrugada, un esquileo de estrellas comentarán el evento. Un año más y, así…

sábado, 13 de septiembre de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Las cuatro patas del banco


                               

La Montaña, o sea Santander, además de tener un paisaje hermoso, idílico y casi de ensueño, se entretiene de vez en cuando de soltar personajes de talla que sobresalen, con mucho, a todos los contemporáneos que los rodean.

A Pereda – José María de Pereda – lo ‘conocí’ cuando de muchacho devoraba hasta los prospectos de las cajitas de los medicamentos. Las horas de la madrugada llegaban y yo me las andaba con Peñas arriba. Luego, cuando pude, hice el mismo camino desde el Puerto de Colombera hasta San Vicente de la Barquera. Era casi reencontrarme con los sueños de juventud.

Don Marcelino Menéndez Pelayo era lo había que estudiar. Sí o sí. Algo suyo caía en los exámenes finales y tanto don Andrés García como don Rafael Vela que sabían más de Menéndez Pelayo que él mismo, te miraban con lupa lo que escribías y…  “a ver, dígame, dígame usted por qué escribe Marcelino y no don Marcelino…¿desde cuándo le vienen esas confianzas…?”

Don Ángel Herrera llegó a Málaga en un momento crucial. Era la época de posguerra. Los maquis en la sierra y demasiado luto en muchas casas. Málaga pujaba por salir de situaciones de pobreza extrema en los barrios de El Bulto, San Andrés, las cuevas del Ejido…

Al campo no llegaba la Escuela. Las Escuelas rurales vinieron de su mano. Radio Nacional retransmitía, para toda España, sus homilías de misa de una en la Catedral. Su labor pide un estudio por especialistas profundos. Ah, y referente a los maquis, don José María Ortega, párroco de Ubrique y don Antonio Ruiz Pérez que atendía Behamahoma, por entonces, pudieron haber dicho tanto… ya es tarde.

La muerte de Botín ha desenmascarado a mucha gente. Han saltado las envidias como los plomos en noche de tormenta. A este hombre no le han perdonado ni las virtudes. Debe ser porque es uno  de los hombres grandes que vienen de vez en cuando.  A Don Jacinto Benavente  –que no era montañés -, le dijeron un día:

-          Tal crítico anda hablando mal de usted.

-          ¡Qué raro, no recuerdo haberle hecho un favor nunca!


Algo de eso puede que haya ocurrido con don Emilio. Su muerte ha dejado entrever muchas cosas…

viernes, 12 de septiembre de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Pasarela de biznagas


                                   

Málaga se vistió de biznagas y pasarela en la calle Larios; de luna en cuarto menguante en el cielo y de luna de poesía y paz en la pintura de María Teresa Muñoz que cuelga una muestra en la galería Javier Román en San Juan de Letrán 10, como a tiro de piedra entre la Plaza de la Merced y el Cervantes. O sea, en pleno centro de la cultura malagueña.

Trasmite María Teresa en su obra. Siendo monográfica, como lo es, la luna. Sus cuadros tienen la atracción que puede mover las mareas y, al mismo tiempo, lleva la serenidad y la quietud, el sosiego y la dulzura a quien los contempla y los ve y los mira y entorna los ojos… “como esas noches de luna en que se mira al cielo cuando todos duermen” dice su autora.

Málaga esta tirada la calle. Calor de noche de septiembre y biznagueros con pencas ahítas de flores blancas y ya no se sabe, si se escaparon de la mano creativa de José Carlos Torres o es que se vinieron así, directamente, desde el jazmín.

Por Moreno Monroy se asoma la torre de la catedral. No quiere perderse el espectáculo. Me encuentro con mucha gente amiga, Paca Borrego; Adelaida y Pilar Jurado que se empeña en sacarme la foto; Acedo tiene butaca de primera fila y en la Plaza del Carbón ese lujo llamado Manolo Reina me cuenta que viene de presentar un video del “Mocito feliz”…


Calle Larios está llena de mujeres bellas, bellísimas, suben y bajan por la pasarela: Fashion Week; Larios anoche era una semana santa por lo civil. Todo era bonito, todo era fastuoso y admirable todo era único.
     
Como uno es un poco raro piensa en otro tipo de  mujer. La que tiene la armonía de Brunellechi y Miguel Ángel, juntos; la que es tan bella como la Venus que Boiticelli  hacia nacer de una concha de la mar, la mar cercana que también puede ser de aquí, que se intuye y no se ve, y que debería tener los ojos como la Venus que vivía en el Olimpo. Éstas que pasan, bellísimas, sí, sí, pero…


jueves, 11 de septiembre de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El Señor de barbas

                                 

La muerte de don Emilio, don Emilio Botín, al que yo sólo lo he visto de cerca una vez en mi vida y fue en una conferencia en la Universidad Carlos III de Madrid, cuando Peces Barba era el Rector, vayamos a historias, ha cogido por sorpresa a unos pocos.

Han comenzado los chistes. ¡Hay gente pa tó! Y dicen que desde ayer, en el Santander no dan crédito. Se han desenmascarado los odios. Los ha habido con mala baba y colmillos sin estrenar. Sor, para mi no migue ¿vale?  ¡Qué pena de esto que damos en llamar humanidad!

Dicen que en el cielo – le colaron el gol de aquel de la Santa Obra – se las andan de limpieza porque esperan, de hecho ya llevan un tiempo, que un día u otro arribe el Papa Francisco y ya se sabe que desde que murió san Ignacio…

Pues eso, como este año se está muriendo gente que no se había muerto antes, pues que allí, donde un señor con barbas,  ese en el que dicen que creen hasta algunos obispos,  recibe a los que deja entrar el portero, uno que se las andaba de pesca por el mar de Galilea…

 A lo que iba que el señor con barbas tiene cola de gente de muy diversas procedencias  y pelajes y que los angelitos encargados de la limpieza quieren una revisión del convenio colectivo y que las nubes quieren una carga de energía renovable porque con tanto trasiego están casi bajo mínimos. Tan mínimo que ni las vemos.


El patio, el de aquí abajo, está que es una alegría. Mejor una fiesta. ¡Cómo estará la cosa que hay quien ha adelantado el billete porque están hartos de jugar al gol, y de Consejos de Administración y de ‘distraer dinero’ y de escuchar…. Ay, que no, que no. Que me he equivocado. 

miércoles, 10 de septiembre de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Guirigay

                                          

 Esto parece un corral de gallinas a media mañana: mucho cacareo y los ponederos vacíos. Más voces que hechos; más humo que sustancia, más ruido que nueces. Y es que tienen mucha, demasiada resonancia los ecos.

El lumbrera inglés – como lo define Ignacio Camacho en un artículo antológico de ayer – ha metido a todos ‘los hijos de la Gran Bretaña’  (las comillas son mías, no del maestro) en un callejón oscuro y con una salida solo que regular de airosa. Más de dos salen de ésta tocados de ala.

Otro lumbreras, más cercano en el espacio, el autodefinido como el ‘hereu’ político del chorizo de los guiños sigue empecinado en buscarse y en buscarnos un lío. Se cumple lo que se dice en mi pueblo: “la verea se acaba y el tonto sigue…”

Un gallo ya con espolones retorcidos, con el pelo de viejo zorro plateado y los pulmones negros de fumar cohíbas, ahora sin que nadie le dé vela en el entierro viene y dice que el “molt” de corrupto, nada. Éste nunca ha dado puntadas sin hilo…¿Qué buscará aquel mocito extortillero de debajo de los pinos?

No se queda ahí el cacareo mañanero. No. Suma y sigue. En Vigo, el ayuntamiento que preside un socialista dice que de quitar la Cruz de los Caídos, no se habla. Eso que aprobó en su día el que fue su jefe (¡ese sí que fue lumbrera!) pues como que no. Esa cruz representa a todos. De ambos, dos bandos, así que diga lo que quiera la Justicia pero que a ellos naranjita de la China…

¿Alguien ha pensado que Alaya mete en la cárcel a alguno de los ciento y picos imputados? Vamos, hombre. No tenga usted esos pensamientos. “Lo que no puede ser, no puede ser y, además, es imposible…”


 El padre espiritual decía: algunos pensamientos, no sólo no se pueden tener, antes que lleguen hay que rechazarlos Y, uno ingenuo… pero “padre, si usted la viera… es la armonía de Brunelleschi y Miguel Ángel, juntas. “Hijo, que te vas a condenar…” pero, padre, si eso es lo que yo quiero… 

martes, 9 de septiembre de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Nubes de septiembre

DESDE EL LUGAR

                                   NUBES DE SEPTIEMBRE

Llega septiembre. El calendario tiene pellizco. Vuelve la gente al trabajo tostada por el sol de las vacaciones. Está llena de zozobras interiores por eso que se conoce como síndrome postvacacional (¡vaya nombrecito) o algo parecido.
En septiembre, también, se esperan otros cambios: en la meteorología, en el campo o en los cuerpos. En el bar la gente  no es la misma. Parece diferente. Como quien espera algo que está por venir.
El cielo azul de la tarde apareció surcado por nubes lejanas, blancas y algodonosas. Van de una punta a la otra. ¿De dónde vienen? ¿A dónde van?  Se me antoja que esas nubes son las virutas de las gomas de los ángeles cuando escriben en los renglones del cielo y el Maestro les regaña y tienen que borrar...
Los hombres viejos hablaban de las nubes en el campo. Eran otras nubes.  La ‘nube de Alcalá’  - y uno que es preguntón y curioso supo un día que era un nube redonda y grande como una coliflor - se levanta, me dijeron, entre El Torcal y Las Cuerdas, por encima de Joya y, si se pone negra, al rato,  llegan los truenos.
Había, también ‘otras’ nubes para predecir el tiempo. Eran “las gatitas de Mijas”: nubecillas ligeras, casi imperceptibles. Coronaban la Sierra y, como al otro lado está el mar traían humedad. Aparecían y se ocultaban con rapidez. Son como los ojos de la mujer bella. Siempre, esquiva y huidiza, siempre un sueño.
Decían los viejos que, antes de tres días, cambiaba el tiempo. Y, si estaba duro como lo está ahora, entonces suponía un hilo de esperanza  porque traían el agua tan deseada, tan necesaria, tan esperada.

Pide  cambios – en otros temas, también, lo pedimos nosotros – el campo. Hace falta agua del cielo que purifique, que limpie que vigorice tanta sequedad como hemos acaparado por aquí abajo y, si de paso se lleva lo que pensamos…

lunes, 8 de septiembre de 2014

Una hoja suelta de cuaderno de bitácora. Virgen de Flores

                                             

De burdeos y oro. La Virgen – la Virgen de Flores – iba de burdeos y oro. Estrenaba un manto precioso con profusión de hilos dorados sobre fondo de un terciopelo burdeos o al menos eso es lo que se apreciaba desde la media distancia. En el centro el escudo de la localidad, y Ella recorriendo las calles de Álora, o sea, por su pueblo.

No era una borrachera de nardos que venía la calle arriba. No. No se olía a nardos y a Virgen de Flores. Cosas que pasan. Parece que este año correspondía dejar el trono paupérrimo de flores (sólo claveles blancos).  Sí estaba, porque ese no falta nunca el calor de septiembre agazapado para verla pasar.

Era la gente agolpada en la calle y un ramillete de muchachos sudorosos debajo de un varal. Era la Virgen de Flores y ocho de septiembre. Y los que acuden y rezan, y los que la ven pasar, y los que no están…Y notas, cada vez, más logradas las notas de la Banda de Música Municipal. ¡Va por Ella!.

He llegado casi con la hora justa. Carretera y nubes por un cielo, a ratos celeste, a ratos entelerañado, a ratos limpio. Había que llegar. Me he puesto justo a la orilla de la calle. En los mismos sitios de siempre, porque como no me quedo quieto… Con casi la misma gente de siempre. Donde otros años. Pasan velas que alumbran. Los que van siempre, los que vienen nuevos, los que…

Decían por la radio del coche, mientras atravesaba campos desérticos y secos que hoy había  media España en fiesta. La llaman con las advocaciones más diferentes: De Asturias a las tierras andaluzas. Uniendo los puntos cardinales de un mapa cada vez con más ganas de romperse.

Alguien se ha pasado en los comentarios. Ponderaban a la Santina: “Esto es España, lo demás tierra reconquistada”. Vale, hombre, vale, tampoco hay que ponerse así… pero hay una cosa que nos une. Todos le llamamos: Madre.


Lo siento. De verdad que lo siento pero esta noche de septiembre no me ha olido a nardos (sólo un ramillete en el frontal), aunque eso sí, me ha olido a Virgen de Flores, que en el fondo es lo que importan ¿o, no?

domingo, 7 de septiembre de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Arroyomolinos de León



                                    
Arroyomolinos de León fue tierra extremeña hasta la división territorial de 1834. Más o menos, que una cosa es el papeleo y, luego, lo que es. En 1840 pertenecía al Priorato de León, Orden de Santiago, y a la Vicaría de Santa María de Tentudía.

Cuando yo estuve, porque era primavera avanzada, crotoreaban las cigüeñas en  la espadaña de la iglesia de Santiago; ahora, a final de verano, seguro que ya se habrán volado los cigoñinos…

Vas por terreno pedregoso y áspero. Cercas de piedra seca delimitan el campo. Pasta el toro bravo, el ganado porcino y la oveja. Encinas y más encinas; dehesas de pasto que riegan las aguas del otoño.

La agricultura por estas tierras da para lo necesario y para el complemento del vivir de cada día. Es decir: subsistir. La ganadería es otra cosa: la joya está en todo lo que viene del cerdo. 

Acaso, cuando llegues y hables  con la gente, en alguno de estos pueblos notarás que cambia el acento y el giro de la oración y el uso de expresiones como “quédele el coche allí...”, “tome agua que sea” o, “vaite po tras del cercado”..., y ahora, más que nunca, comprendes que Extremadura está a vista de poco que levantes las cabeza. Es decir.  Al lado.

Y te encontrarás con alguien que como tú recorre lugares y da en ir a sitios como estos. Y detectarás a quien no respeta la intimidad de las personas que viven por aquí y que hay quienes se visten de espantapájaros  para ir por esos mundos de Dios. Pero esos no son viajeros. Esos son otra cosa.


Barbeito - que conoce uno a uno, y a todos por su nombre los pueblos de Huelva, Pueblos en Mancomunidad - me dijo que éste es el único que lleva apellido “de León” y no es extremeño sino andaluz. Y, si él lo dice… 

sábado, 6 de septiembre de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Salud

                                               

Decía el maestro Azorín que “nada indica mejor el estado de un pueblo que la Prensa”. Cuando lo escribió apenas superaba los veinte años. Estaba aún en el siglo XIX. Entonces, ni tertulias  televisivas y ni otras zarandajas.

La Prensa, o sea, la libertad de informar y formar es algo serio. Muy serio. Vividores de todos los colores y tendencias han puesto en ella su pesebre. Sí. Lo que he dicho. Comen de hablar de todo y de todos. Lo mismo se opinan de economía que de las diez mil facetas de los ojos de las moscas.

Dan asco algunas cadenas de televisión. No se puede caer más bajo; no se puede ser más pelota y más sin gracia; no hay por donde cogerlos. El problema no radica en ellos. Es que eso es lo gusta a la gente. A mucha gente. Ahí está lo malo.

Los diamantes se hicieron con un fin muy concreto y…¿Ese es el estómago del pueblo? Me cuesta mucho, muchísimo aceptarlo. Sé de estómagos llenos que escriben o hablan al dictado de la “voz de su amo”. Es la esclavitud del siglo XXI. El bíblico Esaú vendió la primogenitura por un plato de lentejas; algunos de estos han vendido su libertad.

Decía mi gran director, Paco Rengel, que sólo con ver el periódico que lleva la gente bajo el brazo, se sabe la ideología que tiene. Triste, muy triste que los periódicos no sean capaces de mantener la objetividad.

¿Se acuerdan? Si se emborracha el señorito, alegría; si lo hace el pobre, poca vergüenza. Todo depende del cristal con que se mira. El hombre llegue a la luna. Tiene dos lecturas: la victoria del capitalismo asqueroso y facha o el progreso del pueblo que rompe fronteras.


Pienso en esos pequeños talibanes (¿cuál es el femenino de la palabrita?). Mal, muy mal andamos de salud. Pero no de la salud que arreglan los médicos. No, de la otra, la que dice el nivel, el estado del Pueblo si tomamos la temperatura con el termómetro de la Prensa…

viernes, 5 de septiembre de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Tunantes

                                   

Los tunos eran unos muchachos, que acudían de los pueblos, a la Universidad. Por azar, algunos días se topaban con los libros, iban a clase y en la Facultad hasta aprendían cosas de las materias en las que se habían matriculado.

Era otra Universidad. Nada que ver con el botellón y esas otras cosas que ahora nacen como por generación espontánea. Amantes de la juerga, compañeros de la noche, de la taberna barata y de la alegría.

Los tunantes, - presuntos, por Dios -, no pisan la facultad de ninguna Universidad. No llevan cintas de colores que adornan la capa ni cantan canciones con chispa. Los tunantes – otros por ellos – llevan sumas de dinero, mucho dinero (de lo que estaban muy escasos los tunos) a otros países, al amparo de otras leyes.

Hay buena cosecha de tunantes. Arrancaron de viejo. Rinconete y Cortadillo abrieron el queso en el Arenal de Sevilla. Vinieron, luego, el Pícaro Guzmán de Alfarache, el Lazarillo, el Buscón don Pablo… España es el único país del mundo - de otros mundos no se sabe - que tiene una literatura que llamamos “picaresca” ¿por qué será?

Algunos  tunantes de los tiempos que corren visten con ropa de marca, usan coches de lujo, corbatas de seda, zapatos de pieles carísimas y, algunos hasta hacen mohines, muchos mohines. Amenazan y amagan. El patriarca se reviste… Los coches frente  su casa hacen que suene el claxon...

Aquellos, los tunos de la literatura, terminaban en enredos y líos con la Justicia; estos, también. Aquellos caían como moscas; estos se escaparán. Al tiempo. Ponen cara de mártir y parece que nunca han roto un plato. A toda esta panda de mangantes hay otros mangantes  (¿a qué se entiende?) que los amparan y justifican. Dicen que son perseguidos.


Pues ¿saben una cosa? Me quedo con el refrán. “Gallo que no canta, algo tiene en la garganta. Así que…

jueves, 4 de septiembre de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Mi árbol y yo

                                            

Lee don Marcelino, recostado en su estatua de piedra, en el vestíbulo de la Biblioteca Nacional. A sus pies los guardias de seguridad me ojean los papeles. Saludo a don Marcelino. Naturalmente nunca me responde…

Me entero que esta mañana, en el parque del Retiro, cerca de la Avenida que lleva su nombre  - yo siempre tomo el metro, precisamente, en Menéndez Pelayo cuando voy al Archivo Franciscano - por poco se lía…

Ha caído  un pino piñonero. Estaba junto a los jardines de Cecilio Rodríguez. El periódico informa del diámetro del tronco, de la envergadura de copa. Usera, Villaverde, Ayala, Recoletos, Entrevías…¿y van?

Caen los árboles, y - ¡oh destino! éste estaba cerca del Colegio Oficial de Ingenieros Forestales o algo parecido. Dicen que no saben por qué caen tantos árboles en Madrid. Lo achacan a problemas radiculares. Culpan al agua del riego, al Ayuntamiento…

Escribió Alejandro Casona una obra de teatro fantástica (todas las obras de teatro son fantásticas y, las de Casona, más): “Los árboles mueren de pie”. Era el enredo de la ilusión mantenida, de otra realidad; era esa chispa que nos hace ver la vida aunque sabemos que no es así… Era también algo del mensaje de Casona: el más allá ¿qué puede haber en el más allá?

Hace unos días, el Maestro Barbeito contaba cómo un motosierra (seguro que tiene una marca con nombre sueco de difícil pronunciación) se las había arreglado para llevarse por delante los plátanos orientales de no sé qué Avenida en Sevilla.

Se me subió la sangre a la garganta y le comenté que ojalá haya infierno y que ojalá en él ardan todos estos socios de Satanás que la emprenden contra los árboles. Quizá me pasé. Se lo dije. Si se podan, los árboles rebrotan a la vida y con más vida; si se talan…


Alberto Cortez compuso: “Mi árbol y yo” Cuenta como, ambos dos, el muchacho y el árbol se reencuentran tras haber andado los caminos de  la  vida… Mitad  y mitad juntas, sombra y recuerdos, ausencia y presencia: “mi árbol y yo”. Yo me quedo con él ¿Y, usted?

miércoles, 3 de septiembre de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Periquito, el de las vacas...

                               

Periquito era un hombre enjuto, de nariz larga y de poca estatura. En invierno se cubría con una gorra y, como buen boyero, siempre llevaba una honda enganchada en  la correa que le sostenía el pantalón. Tenía andar ligero y llamaba a las vacas por su nombre, porque todas sus vacas de Periquito tenían un nombre: ‘Primorosa’, ‘Lucera’, ‘Botijera’, ‘Malagueña…’

 Pedro Márquez, que así se llamaba, cuando llegaba la romería de la Virgen de Flores, uncía una yunta y tiraban de la carreta de la Virgen. Las vacas de Periquito no tenían el mismo pelo. Un año traía una colorada con ojo de perdiz; la otra, negra. A veces, una de las vacas era de pelo castaño y la compañera como tirando a jabonera pero casi nunca venían con pelo de  salineras ni berrendas…

Su yunta estaba lustrosa. Le ponía para la romería los frontiles nuevos bordados con filigranas, espejitos relucientes, coyundas de estreno y unas campanillas que sonaban como sólo pueden sonar cuando encima de la carreta va lo va. Él, con la aguijada, daba toques suaves, casi sin dejarla caer sobre los ijares para acompasar el paso, para marcar el ritmo, para hacer andar o porque había que pararse.

Las vacas de Periquito, por las tardes durante el año,  pastaban en los lastones del río. Entonces el río llevaba el agua clara. Y, él, desde la orilla las controlaba y, a los becerros, como eran más inquietos con la honda y un rebolillo en su sitio… Ya se sabe.

Era también un excelente, hortelano. No traían, entonces, los plantones de semilleros de otros pueblos. Echaba su hoyo de tomate, berenjenas, pimientos, lechugas, cebollas…, según la luna y el tiempo. Mucho estiércol, una capa de abrigo y la espera para que las semillas germinasen.

Hurgaban los mirlos – él decía que era una mirla - buscando cochinillas, gusanos, insectos… Y entonces, él que hablaba con los pájaros, alzaba la voz:

-          ¿Ya estás aquí otra vez? ¡Qué te conozco, ¡Qué te conozco!


Dentro de unos días, iremos un año más de romería. Hace unos años que Periquito echa los hoyos en otras praderas y las vacas de sus yuntas tienen el pelaje del color de las estrellas…

martes, 2 de septiembre de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. La leyenda del beso

                                

En 1924, Soutullo y Vert estrenaron en el Apolo de Madrid la Zarzuela de ese nombre. No pensaron que, años después, sería emblema de música enchida de ternura y de romanticismo; tampoco, intuirían que un grupo, Mocedades, ayudaría mucho a su difusión, aunque con un título menos sugestivo: “Amor de hombre”…

Fue más cruel la ranchera; fue más lejos Chavela Varga: “en el tren de la ausencia me voy / mi boleto no tiene regreso / lo quieras de mi te lo doy / pero no te devuelvo tus besos”. Y hablaba también, con voz aguardentosa de tequila y ron, de  nubes llevadas por el viento, de rabia y gotas resecadas…

Desde el istmo de Tehuantepec en Oxaca en México vino aquella canción lastimera y triste. La cantó el mundo entero: “Dos besos llevo en el alma, llorona/ que no se apartan de mí, / el último de mi madre / y el primero que te dí”.

Desconozco la veracidad de la anécdota. Dicen de Jorge Negrete que oscureció la visita de Fleming a Madrid. Coinciden,, en la llegada a la estación y la gente que le debía tanto a la penicilina no conocía a su descubridor. La multitud se va, casi en volandas con quien cantaba aquellos de: “un beso de tus labios me provoca / por uno de tus besos moriría…” ¿Hay quién dé más?

Uno de los pasajes tétricos, símbolo de la traición, tiene muy pocas palabras y una pregunta sin respuestas. “¿Con un beso entregas la Hijo del Hombre”. Caía la noche cerrada sobre Getsemaní; flotaban hálitos de tragedia; la brisa de Nisan movía los tallos de los olivos.

Dicen que el beso es la correa de transmisión que va de un alma a otra; que es algo único al que solo supera el suspiro. No sé si fue como consecuencia del desencanto de Noviercas. Lo elevó a sublime Bécquer: “por una mirada, un mundo; / por una sonrisa, un cielo; por un beso… yo no sé qué te diera  por un beso”.


PD. Si alguien tiene la tentación de escuchar, cuando llegue al final de la lectura, cualquiera de las piezas citadas…; si además, lee a Bécquer, miel sobre hojuelas.

lunes, 1 de septiembre de 2014

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Eran siete...

                                                    

Eran siete. Como los ‘niños de Écija’, como los días de la semana, como los días de la Creación. Y se juntaron como ocurre con las cosas cuando no se programan: porque sí. Porque las cosas que salen bien son las que no están previstas. Primero llegó Antonio Avilés. He venido…  y luego fueron llegando. He llamado a Juan González.

Y en el bar del Chismo se unieron Paco Navarro –reciente abuelo, de baba nueva que paga las primera rondas - y Ventura, y Juan Blanco y, luego llegó Acedo y arrancó el día. Pasaba por la calle, entra, nos saluda, ‘comenta’…, y sigue camino. Es Antonio Javier Trujillo, ‘nuestro médico’. Y fueron cañas fresquistas con vasos que chorreaban espuma y ‘hormigón’ del bueno… ¿Habrá algo mejor que la espuma de una cerveza un medio día de calor?

Y, luego, enfrente, en Candelaria siguió la fiesta. Se recordaron tiempos. Otros tiempos… Hay que brindar porque el primero de septiembre llega una vez, sólo una vez, al año. Los hay con moreno de playa, con moreno de campo, con moreno de barra de fija, con moreno de nietos.

-          Y, ¿a ti que curso te han dado?

-          Primero B

-          Y ¿a ti?

-          Quinto de Repetidores

-          Y, ¿a ti?

-          Vigilancia del Recreo…

Y se recuerdan otros tiempos. Cursos y cursillos “porque hay que acumular méritos” por lo de los trienios, sexenios y complementos…Y vienen los recuerdos. A los que ya no están y, hablan, ahora, de vacaciones con el Inserso. ¡Qué tiempos!

¿Te acuerdas? Y Juan – Juan Blanco – pregunta a Candelaria si “hoy hay, de tapa, arroz” Y, la mujer con más paciencia que Job le responde con la mejor de las palabras: se lo dice todo con una sonrisa.
-          Si tú escribes, yo pongo la foto. Compromiso cumplido, “Jordi”. Por cierto,  pagamos a escote. Los ahorrillos de Andorra para…


Eran siete. Ni nada que ver con los de Écija, ni cono otros siete. Simplemente, siete amigos. Se encuentran, se ven, echan el rato y… porque hay días en los que no ocurre nada pasan estas cosas.