lunes, 25 de noviembre de 2013

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Sombra negra

                                            

Salen –morbo de buitres y necrófilos televisivos, aparte- noticias espantosas sobre la muerte de la chiquita que trajeron de tierras lejanas para matarla en Galicia. Es un horror. No se puede ser más cruel, más sádico y más hijo e hija (aquí hay que emplear masculino y femenino) de eso que usted están pensando, para hacer – presuntamente, claro- lo que hicieron.

La tierra de los ‘airiños’ de Rosalía, la tierra en donde decían los papales viejos que se acababa la tierra firme y empezaba la mar tenebrosa y oscura, no lo merece. Han sido dos tragedias casi en el mismo sitio y con pocas diferencias: el tren de la tarde aquella de Santiago y, hace unos días, esto.

¿Hemos perdido el norte? ¿Sabemos que estrellas nos guían? Cuando el ser humano pierde su condición y se convierte en bicho, entonces cae, aún, más bajo. Los bichos no actúan con tanta maldad como revela el auto judicial que obraron estos tipos.

Acuñaron mensajes preciosos: “Galicia punta verde” o “Santiago donde la lluvia es arte”. Y otros diferentes. Y, y es, más. Es ese embrujo que se levanta con las nieblas que suben por los ríos y se enroscan en los bosques. “Sombra que siempre me asombras” porque es canto y es murmullo de río y es noche y es aurora… que escribía Rosalía y, luego, cantaba Luz Casal…


La Galicia de la Colegiata - emulación de la torre de Pisa, por su inclinación - del Sar ¿Te acuerdas, José Luis? Los dos, por la vía adelante,  cuando nos dijeron, aquella tarde, en el ferrobús de Vigo que no nos podíamos venir sin verla. Y la vimos. Me quedo con aquella Galicia. Con ésta, como que no. ¿A qué, ustedes, tampoco? 

No hay comentarios:

Publicar un comentario