martes, 5 de mayo de 2015

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Nada nuevo

“En eso de restituir no hay que hablar  - respondió el mozo -, porque es cosa imposible, por la muchas partes en que se divide lo hurtado, llevando cado uno de los ministros y contrayentes la suya (…)”. Lo escribe Cervantes. Se publica el año de gracia de Nuestro Señor de 1613…

Sevilla era el principal puerto de España. Sevilla, en la primavera de aquel año, debía estar – como ahora – preciosa. Sevilla veía los barcos venir, río arriba, cargados de mercancías que acopiaban en América.

Como ahora, la Torre del Oro se asomaría a las aguas del río y la Giralda y las jacarandas - si es que para aquellos años ya habían cruzado las aguas de la mar grande, o sea del Océano – y darían ese color lila intenso que enamora en la distancia. ¿Porque hay alguna ciudad en el mundo que tenga las jacarandas más bonitas que Sevilla en primavera?

A Sevilla, al Arenal, llegaba, desde todas partes, lo mejorcito de muchas casas. Buscaban aventuras, algunos; otros, rienda suelta a la poca vergüenza. Cervantes los retrata en sus andanzas por las calles, en las puertas de las iglesias o en el patio de Monipodio.

Habla la televisión, estos días, de un presunto, - vayamos, a liarla – que  contaba billetes, no en el patio donde el hampa tenía asistencia diaria. No, ¡por Dios! Alguien me ha dicho que contaba el parné dentro de un coche o algo parecido. Da lo mismo. Lo importante es que “cada uno…”

Ah, por cierto, éste no se las anda por Sevilla. Este mozo se las busca por un lugar del que dice pasodoble que “es la tierra de las flores, de la luz y del amor” y, que sus “mujeres todas tienen de las rosas el color”. Vamos, como si alguna que yo conozco de Sevilla estuviese ‘cagailla de moscas’…., aunque sea muy seria y no sonría nunca.

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