miércoles, 27 de mayo de 2015

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Pasteleo

Rafael era un hombre mayor. Vivía, en la esquina de la Callejuela, unas cuantas casas más arriba, en la acera de enfrente.  Rafael estaba casado, en segundas nupcias, con Margarita. Margarita era una mujer limpia como una patena y sorda como una tapia. Rafael siempre le hablaba a voces pero ni por esas Margarita se enteraba – el resto de los vecinos de la calle, sí - de casi nada.

Rafael era muy trabajador. Le ‘metía’ manos a todo. En verano vendía helado que pregonaba por el campo. Su voz de barítono de pueblo corría por los caminos cuando Rafael y su borrico, que era su medio de transporte, aún venían lejos.

-          “¡Hay helado muy rico!- ¡Al rico helado¡ ¡Qué rico es! – y apostillaba – que lo hace Margarita y lo vende Rafael! ¡Al rico helado!

En invierno compraba la ‘cáscara de la naranja amarga’; iba a Coín por fruta o vendía castañas de la Serranía; otras veces, eran peros de Ronda o lo que el tiempo tuviese a bien que se terciara: boniatos de Nerja, ajos de Alhurín o papas nuevas de la Costa…

Rafael tenía la boca ligera. Ligerísima. De tejas arriba, no dejaba títere con cabeza. Todo aquello se agudizaba cuando, en la puerta de la casa, aparejaba cada mañana el borrico. El animal al sentir el aprieto de la cincha, fingía hincharse y se movía constantemente.

La señora del nuevo secretario municipal, vecina de casa contigua, era pía, de velo de blondas negras, misal y comunión diaria. Lo denunció ante el párroco por ‘blasfemo y escandalizador de niños”.

El párroco lo llamó al orden y lo amenazó con penas mayores. Rafael, una mañana con enorme impotencia, ente dientes, mientras apretaba la cincha del burro que no se estaba quieto ‘dialogaba’:

-          “No te aproveches, no te aproveches…”

Las elecciones del domingo han dejado el patio… Hay un pasteleo que asombra. Algunos no dicen más tonterías porque no entrena; otros, como pataletes en el nuevo nido, tienen el pico abierto. Esperan llenar el buche y si es posible prontito.

Hay quienes, entre dientes, musitan el mismo estribillo de Rafael con el burro porque eso sí, ahora se impone diálogo, mucho diálogo…

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