viernes, 8 de mayo de 2015

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Barbeito

Lo llamé a eso de cuando la media noche casi toca con los nudillos en la puerta. Lo llamé porque el Sevilla, ‘su’ Sevilla acababa de dar un recital de fútbol, - sobre todo en el segundo tiempo -, había pasado por encima de un gran equipo; no le dejó brillar y casi sacó el billete para jugar la final en Varsovia…

No me cogió el teléfono a la primera, y en cuanto pudo me devolvió la llamada. Y, como en la copla de Sabina nos dieron… Las horas del reloj cuando se habla con Barbeito, que es de quien se trata,  corren más que otras veces. Al menos, a mí me lo parece.

Hablamos de lo divino y de lo humano y se interesó, como hace siempre, por mis cosas y hablamos de campo, de nubes y de cielos, de pinares en primavera, y de olivos, y de ríos que nacen en tierras lejanas y pincelan de colores las piedras.

Y me dijo que por qué no nos íbamos juntos a La Toscana y hablamos de viñedos y de campiñas y de cipreses en las colinas y de carreteras, ‘algunas, son como una guita en el bolsillo’, me dijo. Y le dije que sí, pero que cuando uno se queda delante de las puertas del Baptisterio de la catedral de Florencia… entonces, amigo mío, entonces sí que se para todo.

Y me contó del paisaje, del suyo, del paisaje de su Aljarafe que lleva a sus artículos y del cielo: "porque hay cielos por los que merece la pena creer... en el cielo", y de la marisma y de los toros de Morante y de cómo torean algunos maestros: Finito, Padilla, o José Antonio cuando están a gusto con el becerro y con ellos mismos.

Y hablamos de libros y de otros viajes. “Llevas el mapa de España en la cabeza, - me lanzó. Me has dicho setenta kilómetros y según pone aquí son sesenta y ocho” -. Y uno sonríe y agradece y entonces piensa que por lo de anoche y por lo de otras noches, que sí, que es verdad, que existen los Reyes Magos, aunque para disimular, se hayan cambiado de nombre…

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