sábado, 23 de mayo de 2015

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Villa San Sebastián

Entonces, como ahora, San Sebastián, estaba muy lejos. El monte Igueldo y el Urugull cierran la Bahía de la Concha. Uno de los paisajes más bellos, más hermosos y más sugerentes que he conocido. El mar abierto al frente y las olas que vienen a dormirse en la orilla…

En San Sebastián vivía doña Francisca Beraza Zabala casada con Fausto Moya, pintor. El matrimonio no tenía hijos. La señora cogió asma. Entonces los médicos recetaban “cambiar de aires” para curar ciertos males.

Era un matrimonio ‘con posibles’. Deciden cruzar el mapa y desde Donostia se vienen a Málaga. Toman el expreso en Madrid y amaneciendo el tren para unos momentos en la estación de Álora. La señora se enamora del paisaje.

Hacen gestiones; se compran un terreno, por la entrada norte de la estación, junto al camino de los Callejones de la Barca. Construyen un palacete. En su puerta principal ponen una cerámica con sus señas de procedencia: “Villa San Sebastián”. Aún está la cerámica.

En Álora, todos los que venían de fuera, si eran españoles, eran “madrileños”; si  extranjeros, “franceses”. Y, en la estación se afincó: “una rica madrileña”. Vivieron hasta que los acontecimientos de la guerra incivil les hizo poner tierra de por medio. La ingratitud, la venganza, la envidia… Ya se sabe, esas cosas. No volvieron más al pueblo.

Sí, son los ‘protagonistas’, en segundo grado, del Romance de ‘Salvador, el Tejero’ Es ‘la rica madrileña de la que habla el romance’: “En este pueblo vivía / una rica madrileña / con dos criadas que tiene / una se llama Candela / Una se llama Candela / otra se llama Mercedes / Y Salvador, el Tejero /  hace mucho que la quiere” (…)

Y concluye el romance, después de contar la tragedia: “Toma Candela este anillo /y se lo das a mi madre / y le dices que me he muerto / de una calentura grande. / Los amos visten de luto / los niños visten de blanco / y fueron a acompañarla / hasta el mismo campo santo.”  Y todo eso que Nuestra Tierra cantó magistralmente.

Junto a Villa San Sebastián, otra familia,  construyó un complejo cárnico y chacinero. Las circunstancias de la vida fueron por otros caminos. Hoy sigue ahí, recogidos en la foto de Felipe Aranda -, el recuerdo de aquella industria -  y  uno de los más bellos palacetes de la barriada de la Estación…

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