sábado, 9 de mayo de 2015

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Las colmenas

Estaban, conforme se sube a la fuente de Juan Valor, en un recodo del camino casi donde terminan la tierras de labor. El colmenero las había puesto en el lugar apropiado: cerca del agua, en tierras con abundante floración en primavera y a pie de la sierra.

El colmenero es un hombre relativamente joven. Sube en un coche adaptado para transitar por caminos ásperos y pedregosos y tiene el vehículo adaptado para realizar su trabajo profesional. El colmenero es un hombre un poco distinto a otros hombres.

Me dice que a él no le pican porque sabe tratar a las abejas y cuando hay que mover las colmenas lo hace siempre aprovechando la noche que es cuando están en reposo y toda la colonia está dentro de la colmena.  Sabe castrarlas y cuando hay que hacerlo y si le avisan de la presencia de algún enjambre sabe cómo capturarlo.

Yo suelo echar algunos ratos con él cuando lo veo. Es un hombre muy afable y me cuenta muchas cosas que, a los que somos curiosos, nos da información. Un día me dijo que él comenzó en eso de las colmenas por afición pero que ahora es su actividad principal ‘porque si se saben llevar las colmenas pueden sacar adelante una casa’

Me ha hablado de las diferentes clases de miel y que viene en función de dónde liben las abejas que tienen un radio de recorrido bastante grande, por eso nunca se pueden colocar cerca de las casas, ni próximas a las carreteras ni… pero no pueden estar lejos del agua.

La miel fue conocida por el hombre desde hace miles de años. Tiene tantas propiedades que en algunos lugares se utiliza con fines terapéuticos. El colmenero me dice que él desde hace muchos años, en ayunas, toma un zumo de limón y lo endulza con miel. Por lo que pueda pasar, yo voy a seguir sus pasos. El colmenero tiene la tez de la cara rojiza. Vende salud. ¿Será por eso?

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