lunes, 25 de mayo de 2015

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. La Plaza de la Hora

Las choperas del río cambiaban de color dos veces al año. Desde verde de primavera al oro viejo del otoño dejaba, entre medio, el espacio para el estío; los inviernos, crudos, duros, tremendamente fríos.

Por las colinas de enfrente,  cada tarde, cada tarde bajaban las  sombras, y luego la noche, y luego algunas estrellas en el cielo y un manto sobre los cerros y los páramos… y la soledad. Tanta – once años - que hasta pudo volverla medio loca.

El río Arlés confluye con el arroyo del Valle. Van camino del Tajo. Toda La Alcarria es un zumbido de abejas libando en las flores, en el romero, en las plantas que solo se dan en esas sierras y confiere a su miel un sabor especial; único, diferente.

La encerraron en Pastrana. Por el balcón veía la plaza. ¿Lo del ojo tapado era por coquetería femenina que jugaba al despiste? ¿Era tuerta de verdad?  ¿Bizca? Las pinturas de la época dicen que era bonita, hermosa, guapa, elegante y fina como un coral. Era una mujer como no eran otras mujeres.

Era una mujer de quitar uno y dos y tres y todos los sentidos.  Había tenido diez hijos y conservaba una cintura de ninfa.  Su tez blanquecina como era moda en aquellos tiempos – en otros, también – pero en aquellos suponía garantía de ser mujer por encima de muchas otras.

De ideas más largas de las permitidas para algunas cosas. ¿Celos? ¿Espionaje? ¿Infidelidad? ¿Venganza? Mala leche tenía el que la encerró para eso y para más y, encima, era tímido. ¿Qué más se puede pedir? Demasiados interrogantes; respuestas, ninguna.

Desde detrás de las rejas de su propio palacio veía cómo jugaban los niños en la Plaza de la Hora. Rejas en las puertas y ventanas. Enormes. Como el silencio tupido que le ha echado encima la Historia. Sonaban a todas horas los caños de la fuente;  caían sobre el pilar. Era agua clara; no era agua ni mansa ni serena.

Para colmo de sus males, enfrentada a una mujer de mucho tronío: Teresa de Jesús. Pongamos que hoy va de doña Ana de Mendoza y de la Cerda, para la Historia, Princesa de Éboli.

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