lunes, 4 de diciembre de 2023

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Oh, Luz de Dios



4 de diciembre, lunes. Mi amigo vive en un pueblo perdido entre la Selva Negra y los Alpes. El pueblo donde vive mi amigo se llama Weyarn.  Me dice que allí sigue haciendo mucho frío en invierno y que antes nevaba más que ahora, pero a pesar de eso ya están blancas las cumbres.

 

En el pueblo donde vive mi amigo hay viñedos sembrados en las laderas de la montaña. Las noches de verano son encantadoras. Dejan de sonar los cencerros de las vacas y se hace un silencio que lo llena todo.

Las vides en verano están frondosas. El verde de sus sarmientos se confronta con el verde de la yerba que crece desde la primavera hasta finales del verano. En los sarmientos aparecen los racimos de uvas que luego, cuando maduren, serán vino. Un vino propio que no sale de su tierra.

- ¿Porque se marea, ¿no? le dije un día a Edwin que es como se llama mi amigo.

- No, porque la producción es tan pequeña, me respondió, que no se comercializa fuera de la región.

Mi amigo es un alemán como son todos los alemanes que conozco. Cabal, serio y en su sitio. Mi amigo cuando viene por Málaga siempre admira el sol, y yo le digo que para venir de turismo sí, pero para convivir con él…

De vez en cuando, por la puerta de la casa de mi amigo pasa un tractor cargado de heno. Lo llevan a los silos. Cuando vengan los meses de días cortos y noches muy largas el ganado tendrá la reserva de su alimento asegurada. (Le tengo que preguntar si la campana del reloj toca también en las noches de invierno).

Los amaneceres de verano en el pueblo donde vive mi amigo son esplendorosos. El sol se eleva sobre las cumbres de las montañas y tras las ventanas entreabiertas se ve un campo muy distinto al campo que yo estoy acostumbrado a ver. En los meses de primavera tardía antes del alba, canta un ruiseñor. En el cercado pastan, además de las vacas, un par de caballos percherones. Los tienen para tirar de los carros.

Mi amigo me ha enviado un video de felicitación para Navidad. De música de fondo le ha puesto: “Oh, luz de Dios”…

Escribo y pienso en mi amigo a esas horas de la tarde, cuando ya se ha puesto el sol. Aquí ya manda la oscuridad.  Rebobino. Esa Luz de Dios que me ha llegado desde su pueblecito perdido al pie de los Alpes es la luz a seguir en estos momentos de tanta zozobra y confusión… Feliz Navidad, Edwin.

 

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