sábado, 2 de diciembre de 2023

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Antequera, en su sitio...

 

                     


2 de diciembre, sábado. La carretera que lleva desde Álora a Antequera es tortuosa y estrecha. Está llena de curvas – tropecientas mil – y salva la cordillera por el Valle de Abdalajís. A un lado, El Torcal; al otro, la sierra que le da apellido al pueblo.

Antequera es un paraíso de la geofísica. El conglomerado kárstico de El Torcal pone una nota diferencial. Es algo distinto. El viento unido al agua de lluvias o a las nieves del invierno crea un paisaje bellísimo. El visitante que sube a su cumbre siente en su interior el revoloteo de mariposas de asombro y admiración.

Antequera echa raíces en tiempos muy lejanos. El hombre aún no dejaba documentos escritos. O sea, en la Prehistoria y entonces, al carecer de escritura nos dejó lo que mejor tenía: sus monumentos megalíticos, los Dólmenes, testimonios en piedra de lo que el ser humano es capaz de hacer para asombro de todos.

Antequera es Roma a pedir de golpe de arado. Pienso en Singila Barba, en los mosaicos de los cortijos o en la estación; en las figuras del Efebo o de la Venus que se encontraron ‘por casualidad’. Estaban ahí, con la capa de tierra sobre ellos esperando su día y su momento…

Antequera es una ciudad del Renacimiento. La sacaron del espacio donde quizá habría sido una de tantas. La Toscana en Antequera se llama la Vega; la recostaron al pie de El Torcal en el centro casi geográfico de Andalucía y la llenaron de palacetes, de iglesias y espadañas y torres y de cipreses que se asoman por las tapias de los conventos.

Antequera es el Barroco encerrado en retablos de filigrana pura y fina, soberbia y ensortijada con lo más puro del arte que también salió a la luz en Sevilla y en Priego. En imaginería tutea a la que pudo nacer en la Escuela granadina, aunque su imaginero más grande, Pedro Roldán, buscó la expansión de su arte a orillas del Guadalquivir.

Antequera es poesía en Pedro Espinosa que, de espaldas a Santa María, con un libro en la mano, desde al otro lado del Arco de los Gigantes, duda si en mirar a la iglesia del Carmen, o a la ciudad, burbuja blanca, o hacia la vega feraz a la que recorta en la lejanía la sierra de la Camorra. Es ese mar de campiña y olivos; es agricultura nodriza en otro tiempo…

Antequera es otra hoja más de “Las cosas del Campo” que nos dejó Muñoz Rojas…

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