lunes, 4 de julio de 2022

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. ¿Novia del mar?


                       

  

      Mar Mediterráneo. Málaga.


4 de julio, lunes. Mi amigo trabajaba en Barcelona. A mi amigo, cuando algo interior se le movía como aleteos de deseos por dentro porque se evoca a la tierra de uno, cogía el coche y se hacía esos más de mil kilómetros que separan a las dos ciudades que orillan el Mediterráneo…

Mi amigo pasaba el infierno de las Cuestas del Garraf, y los campos de algarrobos de Castellón, y los vergeles de Valencia, y eso que ni es estepa ni llanura, pero que desde la Fuente de la Higuera llevaba por una carretera - ¿de qué orden?-  por tierras de Albacete y Murcia y llegaba Cúllar Baza – porque por ahí decían que se acortaba más camino que por Puerto Lumbreras – y luego encaraba el Puerto de la Mora y si la cosa estaba mala, entonces, por Guadix, Moreda e Iznalloz…

Mi amigo dejaba atrás Granada y Colmenar y entonces, precisamente entonces, en un momento antes de llegar a la Fuente de la Reina, abajo a los pies junto al mar, ella. Casi siempre era noche cerrada o amanecía, según, y entonces Málaga - ¿alguien la llamó “novia del mar” – aparecía expectante, quieta, como quien espera compuesta a quien sabe que llega…

Un sinfín de curvas, una bajada precipitada. El cansancio, relegado, porque casi se tocaba con la yema de los dedos el deseo que impulsó el viaje. Sobre la ciudad, la torre de la catedral emergía entre la bruma si había viento de levante. Málaga ahí, esperaba como había hecho siempre con tantos otros.

Alguien cantó: “adiós Málaga la bella / tierra donde yo nací / fuiste madre para todos / y madrastra para mí…” Todo se perdonaba. Todo iba a esas alforjas del recuerdo que tan bien saben guardar los secretos del amor de quien tuvo que partir…

Hace unos días el periódico informaba del empadronamiento de muchas nuevas familias en Málaga. Es más. Llegaba a decir que algunos jóvenes de Málaga ya no tenían la necesidad de salir fuera de su tierra. Aquí, por la conjunción de muchos factores, el crecimiento económico es de gran importancia. El periódico vendía triunfalismo. Algo de verdad, sin embargo, encerraba el mensaje.

Málaga, a la que el maestro Alcántara vio como “la frontera azul, el mar nuestro de cada día. Dánosle hoy, Señor. Señor, dánosle siempre”, está inmensa como una biznaga en noche de verano.

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