domingo, 3 de julio de 2022

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. España desconocida: Medinaceli

 

            


     Arco romano de Medinceli (Soria) España.


3 de julio, domingo. “Una de queso”, vociferó Evelio con tono ronco hacia un ventanuco, cuadrado y pequeño, por el que se veía la silueta de una mujer que trajinaba en la cocina, mientras él llenaba unos vasos de tinto.

El Evelio – como le llamaban – debía tener unos cincuenta y pico de años, cara colorada y la experiencia de los pueblos viejos. Evelio regenta una taberna frente a un convento cerrado. Le doy hilo. Me cuenta que ha sido cacharrero, colmenero y esquilador y de joven, por noviembre, nunca se arredró de subir a las ramas más altas de las nogalas del Eustaquio, o a las del huerto de las monjas, o a las de la tía Petra que, desde que el Caprasio se fue a Barcelona, casi nunca salía de la casa.

-         ¿Sabe usted? Por aquí hace muchos años hubo uno de su tierra y era muy trabajador.

-         ¿Ah, sí? ¿Y en qué trabajaba?

-         No sé.

Ambrona tiene un museo paleontológico, cielo azul; tierra ocre, Arbujuelo; en Esteras nace el Jalón y Ventosa del Ducado se desmorona abandonada. Medinaceli no se ve desde la carretera. Arriba, al subir la cuesta, su triple arcada se asoma a una pendiente. No hay nadie en la Plaza Mayor y las sombras avanzan hasta su mediación.

-         ¿Usted también viene a ver lo de los romanos?

-         Sí. Y otras cosas… Le digo que voy a todos sitios y a ninguna parte. Se desconcierta…

No se ve a nadie por los campos. Páramos yertos. Sequedad. Por aquí, en otros tiempos anduvieron personajes que contaban a los caminantes que “cuando el diablo está satisfecho, también es buena persona”. Yo no tuve la suerte de encontrarme con ninguno, pero se lo leí a Avelino Hernández y es de justicia decirlo así.

Transitar por estos campos es ir en compañía de la soledad y el silencio. Balan en la lejanía las ovejas, pero hay que echarse a un lado de la autovía – la autovía de Navarra – para escucharlas. Levantan nubes de polvo. Se camuflan los pueblos en un mimetismo total con la propia tierra. Cantan los tordos en las choperas del soto a orillas del Izana.

Antes de partir, el Evelio me recomienda: tome chorizo y el pan de hogaza que pueda y beba en todas las fuentes…

-         Me voy para la tierra de Gomara…

-         Procure que no le pille por allí el cierzo en invierno…

 

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