sábado, 23 de julio de 2022

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Felicidad

 


            Estagira. Grecia. En este paisaje creció Aristóteles...


23 de julio, sábado. El mundo – los que vivimos en el mundo – da palos de ciego. O sea, palos al aire sin saber ni a quién, ni por qué, ni hacia dónde. Nos lanzamos hacia algo que, en teoría, nos lleva o creemos que nos puede llevar a una utopía que se llama felicidad. Ansiamos la felicidad. La palabra no se cae de la boca. “Feliz Navidad”, “Feliz cumpleaños”, “Feliz onomástica”, “Feliz Año Nuevo”… No conseguirla, acarrea frustraciones.

Buscamos y no encontramos. ¿Buscamos en el lugar adecuado? Y segundo ¿qué buscamos? Las dos preguntas tienen un montón de respuestas. En la vida no todo es negro o blanco. Hay matices, y en función de que nos acerquemos o nos alejemos pueden ocurrir muchas cosas.

Decían que el hombre feliz no tenía camisa. Era una manera de despreciar lo material, ignorarlo y si me apuran incluso cambiarlo por la espiritualidad. (Pensemos en los anacoretas de los desiertos). Ahora me viene a la mente una anécdota de un hombre intelectualmente muy bueno, don Manuel González Ruiz, ensombrecido por la gran mente de su hermano, José María. “Las monjas, comentaba un día, dicen que no están en el mundo, que sepamos, en el cielo no están; en el purgatorio, tampoco; en el infierno, por supuesto que no. ¿Alguien de ustedes sabe decirme donde están las monjas?

Hay quien busca la felicidad en el sexo, en la droga, en esa inquietud permanente de poseer más y más, en la ambición insatisfecha, en el narcisismo, en la aceptación por los otros, en el poder, en cambiar de sitio, de amigos, de costumbres, de lugares… Da la impresión de que en todo ese conglomerado se puede vender cualquier cosa menos felicidad.

Aristóteles nació en Estagira (Grecia) 384 años a. C. y murió con ‘solo’ - ¿ven? la felicidad de alagar la vida-  62 años después de dejar los cimientos de la Filosofía clásica, que rige el pensamiento desde entones.  Muchos de los pilares que dejó puestos, a pesar del tiempo transcurrido, no se han modificado.

Por puro azar, me llegó uno de sus mensajes. Una de esas maneras en las que Aristóteles sentó cátedra. “El fin principal del hombre, dijo, es lograr la felicidad, pero esta no se deriva del placer sino de hacer el bien a los demás y cumplir el papel que, cada uno, tiene, reservado en la vida”. Hasta hoy, nadie ha podido rebatírselo.

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