domingo, 30 de enero de 2022

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Gente


                                  



30 de enero, domingo. Día de invierno, temperatura de primavera (veinte grados) y cielo con calima de verano…¡Un lío! Desde hace unos días, el viento de Levante ha imperado con fuerza. Ha dejado ver su poderío en la medida de que,  cuando manda el viento, todo se pone a sus órdenes. O sea, queda claro que es él quien chlifla… En la ladera del Peñón Gordo y en el borde de la carretera, están florecidos los almendros. Ahítos, rebosantes, explosivos.

Casi a media mañana han celebrado un prueba de atletismo. Más de quinientos deportistas ha pasado como un tropel ligero. Luego, desde de detrás de los cristales, veo a la gente – poca gente - que pasa por la calle. La gente va a lo suyo. Desde que comenzó el invierno, la gente viste con colores oscuros, grises, como si fuesen todos de uniforme. Una mujer relativamente joven rompe la monocromía. Lleva un pañuelo de colores que rodea su cuello.. La gente va seria. Tiene un tinte de preocupación en sus rostros.

Han pasado dos hombres que suelen pasar casi todos los días a la misma hora. Su parecido físico delata que son hermanos biológicos. No hablan entre ellos. Caminan con paso seguro y decidido. Estos hombres deben tener la obligación de dar una paseo por aquello del colesterol, del aburrimiento, del escaparse un rato de sus casas… No sé. Los veo pasar cada mañana, por cierto, los dos tienen el pelo blanco.

Un poco más arriba, en el parque, la gente reunida en pequeños grupos deja que pase el tiempo. Como se ven a diario, sus temas de conversación siempre son los mismos. Sus caras denotan aburrimiento. Alguien con un poco de chispa, ha bautizado los tres bancos que están próximos al paso de los transeúntes con los nombres de tres hospitales de Málaga: El Pascual, El Marítimo y el Clínico.

La lectura a la ironía es implacable:  ‘terminales’,  ‘aparcados’ por si hallan la solución, y ‘en vías de reparación’. Todos viven su momento y pregonan que la gracia innata es algo que da Dios a quien quiere regalársela. Cuando son días de vacaciones, la chiquillería acude a los artilugios que el Ayuntamiento ha colocado para dejar palpable que nuestro pasado, el Pitecantropus erectus, el mono y algunos niños de hoy, pues eso, casi primos hermanos con el mismo ADN. No hay más que echarles un vistazo…


 

 

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