lunes, 24 de enero de 2022

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. En el río aquel...

 

                            


24 de enero, lunes. Tarde tórrida de verano. Finales del mes de julio. Hasta donde la vista se perdía por el horizonte, era un secarral. El muchacho subió al tren. Era un tren viejo, de los que circulan entre estaciones perdidas en el mapa, por vías de segundo orden con vagones de madera. Por la ventanilla, el muchacho  veía cómo se alejaba la estación cuando el tren emprendió la marcha. Primero, lento; después, con más velocidad… Todo quedaba atrás. Todo se perdió en un momento.

Un hombre grueso, de uniforme y tocado con una gorra solicitó el billete. El muchacho, en silencio, alargó la mano y se lo dio. El hombre sacó un artilugio que lo picó y arrancó un trocito de cartón que quedó incrustado en la oquedad que se formaba cuando apretaba aquel alicate. El hombre vio que estaba escrito y leyó lo que había por detrás:

-         “No me olvides nunca”

-         ¿Sabes, dijo el hombre, que si tienes un accidente no podrás reclamar nada porque los billetes escritos pierden todo su valor?

-         Y ¿usted, peguntó el muchacho, que habría hecho en mi lugar?

-         Lo que tú, respondió el hombre que continuó con su trabajo rutinario…

El tren siguió su marcha. El sol, poco a poco se hundía en el horizonte. Se acercaba la noche después de un día de mucho calor. Por la ventanilla entraba un aire caliente, abrasador. Casi quemaba. En la llanura, acarrado, un rebaño de ovejas esperaba el fresco que estaba aún muy lejos…

Entonces, el muchacho entornó los ojos y recordó el río aquel que hacía meandros en medio de la llanura. El río estaba bordeado de encinas centenarias, carrascas y coscojas, y por el cielo volaban algunas rapaces que aprovechaban las corrientes térmicas…

“Yo recuerdo aquel día / que nos fuimos a bañar… “ Era la canción de aquel verano que tarareaban los jóvenes enamorados sentados en los bancos del parque, mientras parpadeaban las estrellas lejanas, distantes. En el tocadiscos del bar del parque la repetían una, y otra vez, y otra vez más, y después Delilah en la voz de Tom Jones y,  luego…  El muchacho recordaba aquella agua tan fría y su forma de nadar y  su pelo moreno mojado y los ojos profundos, y los cuerpos secados al sol…

El tren se adentró en la noche. Todo se volvió oscuro y lejano como el río aquel….

 

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