Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Ilusión

 

 

5 de enero, miércoles. Hace frío. Bueno, lo que se entiende por frío por ahí por la tierras del norte, no. Hace eso que nosotros llamamos frío y que obliga a que haya que coger un jersey un poco más recio que el que se usa todos los días, cuando se va el sol de la tarde o por las mañanas cuando gusta eso de andarse por la recacha.

Ha soplado durante toda la tarde de ayer y parte de la noche el viento del norte, o sea, el de arriba. En verano se conoce por terral y ahora, dice el hombre del tiempo que viene del noroeste. Es un frío que pela, a veces,  con rachas potentes que al doblar la esquina se nota de una manera más especial. Es ese aire que en la loma arranca el sombrero al gañán y hace que el perro se resguarde en el hato esperando algo mejor.

Las noticias que vienen del mar, son de las que rompen por dentro. En día como hoy, más. Seres humanos que huyen de la miseria, no logran llegar a esas costas en donde ellos creen que van a encontrar mejor vida. Me pregunto ¿cómo tiene que ser la que ellos han llevado en sus puntos de origen, cuando se echan al mar en esas condiciones?

Esta noche los países ricos, a los que no es que les sobre el dinero, que no, van a tirar de todo su potencial de materialismo. Buscan – buscamos - la felicidad de esa manera. Obviamente ahí no se encuentra porque no está. Pero da igual. Volverá la burra al trigo.

Un amigo me ha puesto un correo donde me dice que dejan de fabricar uno de los colores de la goma de borrar Milan. Se hacía en Gerona y los niños de la España de hace muchos años, sentíamos parte de la felicidad que traía en la mano una pelota de goma, un estuche de lápices de colores Alpino, un sacapuntas y un paquete de gomas de borrar: rosas verdes, blancas… Naturalmente, de la marca Milan. ¡Con qué pequeñas cosas era uno casi feliz¡

Ah, tampoco faltaban unos calcetines – conjuntamente con otra ropa – algún libro, y…. bueno. Lo que había, que no era mucho, pero que nos llenaba ¡tanto!