jueves, 4 de enero de 2018

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Decíamos ayer..

La anécdota es del religioso agustino Fray Luis de León. Humanista, docto, sapientísimo y profesor en Salamanca. Se vio ante los tribunales por mor de la envidia. La culpa la tuvo la traducción de unos pasajes de las Sagradas Escritura. Le acusan de falsedad.

Fray Luis está varios años en la cárcel. Se comprueba  la infamia y es puesto en libertad. Vuelve a la cátedra bajo una gran expectación. Esperan ver  la reacción ante lo ocurrido. La sorpresa,  total. Fray Luis comenzó: “Como decíamos ayer…” y continuó por el punto en que se había quedado antes de entrar en prisión.

La situación de España no tiene nada que ver con Fray Luis ni con rencillas ni con envidias infundadas. La realidad tozuda viene a decir que es la que es, a pesar de estos días pasados en los que teníamos que comer por decreto ley, ser felices por decreto ley y ser más derrochadores  por decreto ley.

Siguen los mismos problemas que no se habían solucionado antes que la niña ¿quién se acuerda ya de aquella preciosidad que alargaba con su voz la cantidad de euros que correspondían a un número determinado en la bola de la lotería?

Anuncia el hombre del tiempo que viene frío. Mucho frío. ¿Agua? Probablemente poca y en los sitios donde más falta hace casi ninguna. Helará por las noches y las madrugadas van a ser duras. Las carreteras intransitables y en las mesetas – en las dos, porque ayer lo decíamos pero ahora se ha olvidado había una norte y otra sur – la cencellada será de órdago.

Decíamos ayer que había vividores en una parte del territorio español que ahora para diferenciarse probablemente de ellos mimos se ponen un moñito amarillo en la solapa. Claro que desde el amarillo del submarino aquel de los Beatles y del tractor de los “No me pises que llevo chanclas” una cosas así no había tenido más resonancia.

Bueno sí hubo otra. Rememoraba una tradición en la Guerra de Secesión en Estados Unidos. Las mujeres se ponían una cinta amarilla como señal de fidelidad a los maridos en el frente. Aquello era otra cosa. “Los Mismos” un grupo de Valladolid popularizó la canción. Y, un día supimos que el convicto  -el de la canción, claro - al regresar a casa vio “cien cintas amarillas en el viejo roble”.


Claro, esa es otra historia, “como decíamos ayer…”



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