lunes, 22 de enero de 2018

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. ¿Sabes?

¿Sabes? Se ha levantado la brisa de la tarde. Viene húmeda. Esa brisa trae olor a brea y a sal. Es una brisa suave... Acaricia; es casi imperceptible. Es dulce, es una brisa diferente  pero se reconoce fácilmente porque en con esa brisa vienes tú y hay un susurro que se pierde y parece que encierra un mensaje: “ven y vuelve otra vez…”

¿Sabes? Hace un rato que se puso el sol. Se dibujó una silueta de oscuridad. Se echó el campo. Han dejado de cantar los pájaros. Se alargan las sombras. Las sombras son como esas lágrimas que resbalan por las mejillas y nunca responden ¿por quién son esas lágrimas?

¿Sabes? Se ha echado la noche. Todo está oscuro. Tintinean unas estrellas lejanas. Se intuyen más que se ven. Las luces de la ciudad la ahogan; casi no las dejan que brillen por ellas solas pero todas dicen lo mismo: “y quisiera que supieras cuánto… ”

¿Sabes? Hay una rodaja de luna en el cielo. Es la luna en cuarto creciente. Es la luna que crece. No sé si la luna se pregunta algunas cosas o quizá las sepa todas. La luna lee esos mensajes que no se escriben y desgrana las notas que se pierden en el pentagrama de los sueños…

¿Sabes? Hay un silencio que lo invade todo. A ratos lo rompe el motor de algún coche. Va a alguna parte. El coche, claro; el silencio, no. El silencio está ahí y espera y espera ¿hasta cuándo? Las esperas largas son como esas canciones que arrancan jirones al alma y hace preguntas y más preguntas; preguntas y más preguntas…


¿Sabes? Ya apunta el alba. En el horizonte ha aparecido el lucero que anuncia la venida del día y “simplemente no puedo creer que sea verdad”. Pero sí, sí. Es verdad apunta un nuevo día y de su mano llega el sol de la mañana y los pájaros que cantan y se comen las manzanas que alguien dejó en el tronco para que ellos con sus cabecitas negras y sus pechillos rojos tengan un despertar inesperado y todo es “como si antes nunca hubiera…” Ya sabes. 




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