sábado, 27 de agosto de 2022

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. España desconocida. Por la Sierra de Cabra



Nacimiento del Río Cabra.

 

27 de agosto, sábado. De los puertos de Cabra hizo venir Federico a Antoñito el Camborio, aquel gitano fino que acudía a Sevilla, con una vara de mimbre a ver los toros y por el que suspiraban, entre otras  - ¡qué suerte la suya! – las mocitas de Loja y Benamejí; de la tertulia de un patio solariego por aquellas tierras hizo nacer Juan Valera los amores entre Pepita Jiménez y aquel muchacho de invernadero, que acudía desde el seminario por vacaciones, para abrirse al sol la vida; del ferrocarril del aceite  -que llegó solo en deseos y proyectos - y la burguesía del  siglo XIX surgió el desarrollo económico de Cabra a orillas y pie del río y sierra del mismo nombre…

El pueblo se acuna en el fondo del valle rodeado de olivos centenarios, copudos y grises que se alinean en filas, rectas, interminables. Ondulan lomas y colinas de monte bajo y matorral mediterráneo, de quejigos y encinas, de álamos blancos y chopos que titilan en la ribera o junto a la orilla del río que llenan de frondosidad la fuente de su nacimiento.

La sierra es gris, pelada, agreste. Entre las rocas calcáreas nacen lirios morados cuando se preludia la primavera y en las siestas de estío despiden fuego. Un rebaño disperso pasta cansinamente y dibuja figuras blanquecinas – esquiladas las ovejas – que se alargan, se contraen o se distorsionan en un deambular que no va a ninguna parte.

El santuario es blanco, pulcro. Lo dedican a la Virgen de la Sierra. Hasta allí suben una romería y otra y otra… Muchas romerías.  Corona la sierra y otea vientos.

Desde su vera se divisa a lo lejos, muy lejos, Sierra Morena, por el norte; por poniente, las sierras de Cádiz por donde vienen los aires del Atlántico y Málaga de donde los arrieros traían el pescado; a sol naciente, las moles de Granada. Es un picacho que punza el cielo. En sus cercanías una antena – esqueleto de metal - anuncia progreso y comunicación. Rompe el encanto del paisaje. Abajo, la bruma de levante se expande por el valle. Un águila con vuelo sereno, seguro y acompasado surca el cielo de subbética cordobesa. Dejo, mientras avanza sin prisas la tarde, que también mi pensamiento se escape por otro tipo de vuelo…

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