miércoles, 10 de agosto de 2022

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Luna de esturión

 


      Luna de Esturión en noche de agosto.


10 de agostos, miércoles. Los que saben de estas cosas – astros, y mundos siderales – son aficionados a ponerle nombres a las lunas: la luna del ciervo, del salmón, luna voladora, de nieve… Ahora la llaman de ‘esturión’. Según informaban en la Opinión de Málaga hace unos días, el nombre se debe a que las tribus del norte de América en este mes de agosto, coincidiendo con la luna llena, capturaban los esturiones de sus ríos. Sea lo que sea no deja de ser una curiosidad.

Federico nos decía que la “luna vino a la fragua con su polisón de nardos” A mí, particularmente eso me parece más bonito que ir con una caña y un arpón a cazar peces en los ríos de aguas claras y orillas frondosas. Naturalmente que con las cosas de comer no se juega y eso de buscarse el pescado de cada día es algo muy serio. Vamos, casi sagrado.

Recuerdo en un viaje por tierras del Cabo Norte cómo en los poblados de pescadores secaban los pescados al sol de verano y la manera – según nos explicaron –  tan curiosa que tenía de ahumarlos. Me gustan un montón las cosas raras y probar esas cosas que por nuestra cultura no estamos habituados a degustarlas y, de verdad, que son exquisitas, aunque nuestro sabor está educado en otros gustos.

La luna, esta luna llena de las noches de agosto, que va a coincidir con las estrellas fugaces de la noche de san Lorenzo, se pasea por las ramas de la dama de noche y por las otras, las ramas tenues y temblorosas del jazmín y le pone un toque diferencial, distinto. Yo no sé si las noches de luna llena los jazmines tienen un olor especial. No lo sé, a mí me lo parece.

Lo que sí es especial es cuando la luna entra por la espesura del bosque soñado, ese bosque tupido al que solo tienen acceso los privilegiados… Eso, ya se sabe solo está al alcance de los que son llamados para los goces extraordinarios y uno – que es mortal y normalito – entonces se tiene que refugiar en soñarlo, en desearlo sabiéndolo imposible y en ver como la luna viene por el camino, por las copas de los árboles, por entre los pámpanos de la parra o por las páginas encantadas de Bécquer cuando hablaba del rayo de luna…

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