martes, 15 de diciembre de 2020

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Pastorales, Meceeros y Tontos (I)

 

 


 

Era otra manera de entender la vida. Ni mejor, ni peor, distinta. Lo poco que había se compartía y la generosidad siempre podía a la pobreza que imperaba. Quizá la riqueza de la vida interior, afloraba dese el ingenio y se sobreponía la excesiva exteriorización.

Cuando se alargaban las noches y se acortaban los días, o sea cuando el otoño casi tocaba con la punta de los dedos el invierno que llamaba a la puerta, algunas veces aparecían blancas las cumbres de la Sierra del Valle. El pueblo se aprestaba a vivir la Navidad.

Por entonces, venían tres maneras grandes de celebrarla: Pastorales , meceeros y los Tontos.  Los preparativos se iniciaban pasados los Santos y se incrementaban a primeros de diciembre. Concluída la sementera y la recolección de aceituna (la manzanilla aloreña madura muy pronto y a finales de otoño, ya morada, la que no está en el molino, está en el suelo).

Ya en el campo, solo quedaba en pie ‘la faena’ – manipulación de cítricos – para la exportación. Limones reales, naranjas ‘canadú’ (las granos de oro de toda la vida), chinas, - las cajeles venían más tarde - mandarinas, limas… Esos frutos se cargaban en trenes de mercancías que los repartían por distintos puntos de la península, o directamente (todavía no habían llegado primeros Transfesa) al otro lado de los Pirineos, que entonces sí que nos separaban de verdad de Francia.

Los remitentes, es decir los comerciantes con menos poder de mercado, vendían la mercancía en diferentes puntos de Andalucía, algunos llegaban hasta el mercado central de Legazpi en Madrid, donde todavía ni se soñaba la presencia de Mercamadrid.

Camiones con cierto poderío, salían al caer la tarde y después de toda la noche de viaje por las carretera de entonces, llegaban a primera horas de la madrugada para guardar cola, descargar y buscar carga de retorno y no volver de vacío.

El muchacho estaba colocado de camionero. Llegó la hora de la boda y naturalmente había que hacerse un traje a medida, la ocasión lo pedía. Fue al sastre. El hombre con la cinta al cuello, tomaba medidas de hombros, de brazos,  de piernas, de cintura…

-         Tú, en un momento de la operación,  le preguntó, ¿para dónde ‘carga’?

-         Pues verá usted, eso depende de como esté el mercado: unas veces para Puente Genil, otras para Lucena, algunas veces llego a Martos y  hasta Linares…

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