jueves, 3 de diciembre de 2020

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Tatuaje

 

 

                                 


 

Doña Concha Piquer le puso la voz. Valerio, León y Quiroga, letra y música. Estribillo a ritmo de vals, el resto, a manera de tango. Año 1941. España rota por la guerra, un nudo en la garganta y mucho dolor dentro.

Nos contaron que era en un puerto, que el hombre venía destrozado por un amor, que era apuesto y rubio, que… ante los reveses del amor – “toda la esperanza es poca”-  caen los más fuertes por más mostrador y mostrador que se busque para mitigar la pena. El tatuaje lo cantaba. Estaba allí para siempre.

Se han puesto de moda otra vez los tatuajes. Cuando yo era niño, veía a legionarios con las marcas en el pecho y en los brazos, exponiendo a la luz la leyenda de muchas cosas que se ahogaban en su interior. Ahora, muchos jóvenes han hecho de su piel pergaminos de leyendas. Algunas, en los sitios más inverosímiles del cuerpo.

Hace unas cuantas noches, televisaban un partido: Málaga-Lugo. Un jugador del  Málaga, recibió una entrada terrorífica. Se levantó, repelió la agresión: expulsado. Después, en frío en el vestuario, mostró el tobillo y sobre la herida… ¡un tatuaje!

No es nuevo esto de los tatuajes. No. En la antigua Grecia, donde si no estaban de guerra con el vecino de al lado, es porque estaban con el de enfrente, o con el de más allá, pero siempre unos contra otros.

Herodoto cuenta una historia basada en hechos reales sobre tatuajes, espionaje e intrigas. La política revuelta . Todo en torno al siglo V a.C. Histieo, general ateniense, quiere azuzar a su sobrino y yerno Aristágoras, tirano de Mileto para que haga estallar una revuelta contra los persas…

La misión, altamente peligrosa. Los caminos, vigilados. Mileto está  en Anatolia (actual Turquía). Una nota sería interceptada. Llamó a un esclavo, le afeito la cabeza y  sin que él supiese nada grabó en su coronilla: “Histieo a Aristágoras: subleva Jonia” Cuando le creció el pelo, lo envió con la consigna que le volviesen a afeitar la cabeza, pero solo en presencia de su yerno…

El mensajero ajeno a todo, viajó tranquilo hasta el otro lado del mar. Lo cachearon y en ningún lugar levantó sospecha alguna, porque no hay nada que transmita más tranquilidad que la ignorancia… Ah, Histieo fue crucificado por los persas. Aristágora, a manos de los tracios… ¿Hasta dónde aguantará la moda  del tatuaje?

 

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