lunes, 14 de octubre de 2019

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Curiosidad...






El color sepia le da la pátina que solo concede el paso del tiempo. Debió ser, por cómo están las sombras, por la mañana (el sol se va por el Monte Redondo, o sea, por las espaldas), y  primavera porque no usan ropa de abrigo… La curiosidad los asomó a la puerta, y  a los dos balcones.

En esa casa vivió y murió don José, el veterinario. Don José fue primer veterinario titulado de Álora. En las noches de verano se sentaba a tomar el fresco en esa puerta y si alguien pasada de largo sin dar el saludo correspondiente, él solía levantar la voz y exclamaba: “vaya usted con Dios que el Lugar, todos nos conocemos”.

La foto, de antes, de cuando era fonda. Las mujeres vestidas de blanco lo atestiguan. A los demás, como al gato, les puede la curiosidad. El hombre del sombrero plano y la señora con vestido largo hasta los pies dice que la foto debió ser de finales del XIX o principios del XX.

La calle de La Parra – en un tiempo, Marqués de Sotomayor – era la arteria principal del pueblo. Posteriormente vivió otra gente. En la casa siguiente don Francisco Bermúdez, abuelo del que muchos años después fue el Juez Bermúdez; le sigue la de Manolita Guidú, madre de Paquito - ¡qué pronto se fue Paquito!- y, a continuación, don José Becerra, maestro y relojero…

Mariquita, la de Fabián, enseñaba a bordar, a las niñas en la siguiente, en el piso de arriba; Salvador Morales y Doña María Pérez, que era muy mayor y tenía varias criadas; en el portal de la casa, había unas pinturas al fresco, con pajaritos en las cuatro esquinas.

Nació Tomás García, en la que sigue. Tomás tuvo que exiliarse cuando terminó la Guerra. Volvió y fue Consejero de Industria en la Junta Preautonómica. Dejó su pequeña fortuna, a través, de una Fundación para el Desarrollo Social de Álora.

Pepe Casermeiro trabajó en la Renfe. Vivió en la casa que le sigue… No tenía hijos; vivía con su mujer y su cuñada… Eran muy religiosos,  acudían a la iglesia los tres juntos; a continuación, Doña Amelia Marín.

En la penúltima, don Francisco Pérez, médico, alumno de don Gregorio Marañón; en la última, la ‘Escuela’ de las niñas…, pero tengo una curiosidad, una curiosidad insatisfecha ¿qué habría en los cujones del serón de borriquillo?




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