miércoles, 2 de octubre de 2019

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Don Pío






Se le atribuyen frases, anécdotas, situaciones… Como todo en la vida, la mitad, de la mitad. Don Pío era huraño, hosco, casi enemigo de las multitudes. Tenía pocos amigos pero buenos; paseaba con unos cuantos. Lo que nadie duda es que es uno de los grandes novelistas españoles.

Sus amigos íntimos, Azorín y Maestu, “el grupo de los tres”. Con Valle-Inclán y Galdós paseaba por la calles de Madrid. Los bautizaron  como “desgaataceras”.  Era muy urbano. Le atribuyen  que solía presumir de no ir a ningún sitio desde donde no pudiese regresar a su casa andando. No es del todo cierto. Cuentan, también, que en una ocasión, Galdós, en su paseo rutinario, al meterse en un descampado, le avisa: “Ten cuidado Pío, que eso es campo”.

Don Pío, vasco de nacimiento (Vera de Bidasoa, 1872), vivió gran parte de su vida en Madrid. Médico de formación pero no de vocación. Su profesión le acarrea los primeros problemas con ‘su’ sociedad. Se enfrenta con el alcalde, con el médico viejo de Cestona, donde ejerció en el balneario, y con el cura porque los domingos trabajaba en el jardín de su casa y no iba a misa…

En Madrid regenta con su hermano Ricardo la panadería que les deja su tía. Don Pío era eminentemente escritor y un ávido lector. Las horas muertas tras el mostrador las aprovechaba para leer. Lee mucha filosofía alemana.

En la panadería conoce, igualmente, a algunos de los personajes que, luego, lleva a sus novelas. En los primeros tiempos no vende casi nada. Solo un ejemplar que compraba siempre el pintor Regoyos. Rubén Darío pretende lanzarle una puya por el ‘oficio’ de panadero y dice de él que es un escritor con ‘mucha miga’. Baroja no se corta. Le responde: “Él es un escritor con mucha pluma, se nota que es indio”.

Mordaz: “Si la obra de los hermanos Álvarez Quintero se tradujese al castellano…”; áspero: “Solo los tontos tienen muchas amistades”; conocedor de la sociedad de los españoles de su tiempo: “los que viven gracias a los que no saben. Estos últimos – continuó Pío Baroja – se llaman a sí mismos políticos y a veces hasta intelectuales”.

Una foto recoge a don Pío que paseaba por el Retiro. Las sombras de los árboles, en la neblina de un día frío, alargadas y finas. La sombra de Baroja…




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