jueves, 19 de octubre de 2023

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Espera...


                                            


19 de octubre, jueves. La tarde está ventosa; mueve las copas más altas de los árboles. La deseada lluvia no aparece. El peso de las granadas mantiene las ramas rígidas. A las granadas, como a todas las frutas, les llega su tiempo. Ya están en su punto. A veces queremos luchar contra los tiempos naturales y nos precipitamos. El refrán lo dice muy clarito: “No por mucho madrugar amanece más temprano”.

La luz de la tarde regala un colorido especial. La luz cambia – todo es una mutación – varias veces durante el día. La luz de la mañana es intensa, fuerte, crece poco a poco. Va y toma su vigor con tanta fuerza que le dura hasta el mediodía. El sol, dicen, está, entonces, en su cenit.

Al rato ya ha virado, cambia lentamente, tan despacio que casi no se percibe.  Aún no ha llegado la luz de la tarde, pero hay momento, no sabemos cuál, y ya ha cambiado. La luz, entre nubes de paso, se torna de caramelo de miel. Alarga las sombras; los pájaros se toman un respiro. Los pájaros a esas horas deben andar de cavilaciones y casi seguro piensan cómo les ha ido el día (mucho viento y poca agua hasta ahora). A mí no me lo han dicho nunca y me gustaría que me descubrieran el secreto.

Cae la tarde; el campo tiene otro color. Las nubes que se columbraban sobre los lagares ahora son otras nubes. A mí así me lo parecen. Son las mismas nubes, pero el sol les regala una luz más tenue, y entonces, ellas, agradecidas se muestran menos rabiosas.

Sobre la sierra de Abdajalís, la Huma y la Capilla se echan sobre sus hombros (¿las cumbres de las montañas tienen hombros?) un manto de nubes. Alguien que sabía de estas cosas, me dijo que por las mañanas eso era un regalo del viento del norte que, frenado, se asomaba al valle; por las tardes, el levante no puede pasar por el puerto de Flandes al otro lado de la cordillera.; se aferra a las paredes de caliza. ¿Y el poniente, el que trae el agua, ¿dónde está?  No sé. Me lo dijeron y lo cuento.

Entre dos luces los pajarillos vienen a tomar sitio en la habitación reservada en el ciprés del borde de la alberca. Los pajarillos madrugan mucho, pero cuando la noche avisa que llega, se vienen a la querencia, y la quietud de la tarde se ve rota por la algarabía que forman entre las ramas…

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario