martes, 10 de octubre de 2023

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. No se ve, se siente


                            


10 de octubre, martes. Recientemente he leído un artículo, un gran artículo que no sé quién lo firma. Una lástima; no tiene desperdicio. Dice el autor o autores que la soledad no se ve, se siente. Parece que esa verdad últimamente anda un poco fuera de valoración.

Habla el artículo de que en nuestro País, sí, éste que llamamos España  y al que a veces pintamos tan extrovertido y a alegre (eso no lo dice el artículo, lo digo) hay más de tres millones, ¿son muchas gentes, verdad?, solas. Solas significan que son islas dentro de la multitud que le rodea.

Solas entre su familia, entre los vecinos de la escalera, entre la gente con la que se cruza por la calle, solas en medio de las masas que llenan, en ocasiones, las terrazas de los bares, los acontecimientos públicos, los espectáculos. Solas, literalmente solas; y casi todas, mayores.

Leo también que en Málaga se produce un suicidio cada dos días. Eso es demasiado. Eso no tiene nombre ni uno sabe cómo abordarlo. Una palabra de alguien con la que uno pueda desahogarse, un momento de atención para ver que otro tiene, sufre o lo ahoga el dolor. Carecemos de empatía para pensar un poco menos en “yo” y un poco más en “tú”.

En medio de una sociedad con excesivo ruido es clamoroso el silencio de mucha, muchísima gente. Muchas llevan echado sobre sus hombros el mantoncillo de la tristeza. “Como los hombres tristes, siendo tantos, cada uno solo” escribió un día Juan Ramón. No ha perdido ni un ápice de actualidad.

Tristeza, decaimiento, apatía, falta de ilusión… En una ocasión cuentan  que don Gregorio Marañón, en una sesión hospitalaria preguntó a sus alumnos acompañantes, quién era, en su opinión, el enfermo más grave de la sala. El grupo callaba porque esperaban la lección de maestro. Y dicen que don Gregorio señaló a un enfermo en su cama que no se quitaba las moscas de la cara.

La soledad no se ve, se siente, como se sienten las moscas en la cara sin que uno las aparate porque ya se ha dado como receta del día convivir con ella. Existe la soledad física, la emocional, la social - ¡quítate viejo, que estorbas, le gritaba, hace unos días un chaval con una bicicleta a un hombre mayor que caminaba por la acera por donde por cierto iba el ciclista indebidamente!- Me quedo con el aldabonazo. A lo mejor es necesario pensar un poquito más en los demás…

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