miércoles, 17 de junio de 2020

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Familia






Se levantan temprano, muy temprano. El sol todavía no ha apuntado por el Cerro de la Farola –  ahora, en este tiempo sale un poco más abajo, y no lo hace por el Cerro de la Fiscala – y ellos ya se las andan por los caballetes del corral y por los tejados.

Los gatos son animales sigilosos y nocturnos. Se mueven con una agilidad que otros animales no tenemos y sobreviven a los peligros hasta acuñar aquello de ‘siete vidas tiene un gato’. No sé qué habrá de cierto, pero salen de situaciones inverosímiles.

Esta camada nació hace poco menos de un mes. La madre aprovechó una vieja descapotadora de almendras para darles el primer hogar en su llegada a este mundo de zozobra y preocupaciones. En esta primavera hemos tenido lluvios abundantes. Una  tarde se presentó una  tormenta. Les abrí una habitación donde se guardan aperos de labranza y con esa instituto de supervivencia con que están dotados, la madre se lo llevó, uno a uno, dentro y ahí lo ha tenido hasta que comienzan a salir y a husmear el terreno de sus alrededores.

Hace un par de mañanas los sorprendí en pleno desayuno. Estaba reunida la familia y seguro que una vez satisfechos, el padre les iría dando las lecciones propias del manual gatuno. Por cierto, antiguamente, se decía que los ratones reunidos en asamblea decidieron poner un cascabel en el cuello del gato que con el movimiento avisaría de su llegada. Me parece que aún andan preguntándose “¿Quién le pone el cascabel al gato?”

Los egipcios lo consideraron un animal sagrado emparentado con el dios Ra, dios del sol que con sus ojos esparcía sus rayos por todas partes.  Parece que lo domesticaron sobre el IV mileno a. C y viendo su comportamiento aún le queda mucho camino para alcanzar la docilidad de un animal doméstico.

La mitología china lo veía como una hibridación entre mono y león aureándolo  como protector de los humanos. En la nórdica,  como guardián de las cosechas.

Muchos años después, en los años de carencia, en la España que había creado al Lazarillo, Rinconete y Cortadillo, al Pícaro Guzmán de Alfarache, o al Buscón, algunos hosteleros de mesón, fonda o Vventa de los caminos,  lo llevaron al plato de la mesa y nació aquello de: “que no te den gato por liebre”…






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