domingo, 14 de junio de 2020

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Ciclo de vida







Lo escribió  Manuel Machado, a quien casi nadie le pone el ‘don’ a diferencia de su hermano Antonio, y vino a decir que: “Todas las primaveras / tiene Sevilla / una nueva tonada/ de seguidillas;/ nuevos claveles / y niñas que, por mayo, / se hacen mujeres”. Al igual se puede contar de otra manera, pero ¿más bonito?

Hablaba Juan Ramón, aquel que nos dijo que cada tarde tocaban las campanas del campanario y que seguían los pájaros cantando y se preguntaba: “Me dejas que te quiera?”  Y sin esperar respuesta, se contestaba: Vámonos al campo por romero, / vámonos, vámonos/ por romero y por amor…”

Ayer tarde, cuando el sol casi saca el pañuelo para decir adiós al día, subí por los cerros de enfrente. La Cuesta del Moro, Viso alto, Serpeta, la Zurriaga… a Las Cruces, y desde allí, abajo, en la lejanía sereno y perdido el azul de la mar.

La vista desde la cumbre, impresiona: la blancura de los pueblos esparcidos a boleo como varillas que arman un abanico: Villanueva de la Concepción, Álora, Casarabonela, Coín, Alhaurín, Cártama… Calizas grises en la sierras de El Torcal y Abdalajís, la vega frondosa y verde. Caminos que serpentean…

Estaban ahítos los bordes del sendero de siemprevivas en flor. Cada año sin saber qué pasa por otros lares florecen a la orilla del camino sin  esperar que alguien repare en ellas y sienta el gozo íntimo que dan en medio de la soledad del campo, entre cantos de jilgueros picoteando en las semillas de los cardos.

No saben las siemprevivas de las primaveras de Sevilla, ni del romero que Juan Ramón sembraba en otros campos para respuesta de enamorados a muchos de sus  ‘porqués’ en espera de una satisfacción intima… ¿Sabrán en su sencillez que son únicas?

Diminutas, en medio del pasto que se agosta y que ya apunta a verano,  son como un postrero grito para recabar la atención de caminante. Cada año se repite sin que nosotros le hagamos nada, sin que siquiera nos preguntemos qué hemos hecho para merecer tan sublime regalo. Y es que “por aquí paso, / mil gracias derramando…” Ustedes me entienden.  Es el ciclo de la vida.





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