domingo, 21 de junio de 2020

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Carta a Pablo Alborán







Querido Pablo:

Ya sé que lo de Alborán, una parte de tu apellido, es una manera de distinguirte en el mundo del arte. Da igual, eso no importa.

Debo comenzar diciéndote que, “a mí, las mujeres me gustan todas, hasta la mía, pero hombres, ninguno”. A renglón seguido, o lo que es lo mismo, en el hilo de la narración, te felicito por ser como eres. Ni bueno ni malo, sino todo lo contrario. Olé por tu valentía por salir en un mundo de hipocresía y decir lo que te ha parecido bien decir a los cuatro vientos, para que se enteren quienes tengan intención de hacerlo.

Verás Pablo, te admiro por tu ternura, por tu sensibilidad, unos pocos escalones por encima de los que estamos los demás. Yo no te conozco personalmente, pero sí me has llegado a través de tus canciones, de tu obra.

Tuve, y digo tuve, porque se nos fueron hace unos años amigos entrañables,  que me cautivaron por su obra y por su amistad.. Jacques Laulheret me cautivó por la exquisitez de su trato, por la sensibilidad que regalaba siempre que tenía  que sacar adelante a un amigo. Y por su pintura de trazos seguros, de atardeceres sublimes, de caserones desvencijados.

Rafael Lería, su compañero,  era mi amigo, y supe de sus lágrimas en un abrazo entrañable en la puerta del Hospital de San Francisco de Asís, Joaquín Costa 28, Madrid, cuando se acercaron una mañana  - iba Jacques con él – porque sabía que se nos iba la vida, en una habitación de aquel centro hospitalario por culpa del tumor cerebral. Llorar como lloran, a veces los niños, hace bien. A mí me hizo mucho bien.

Pepe Rosas, a quien el profesor Rodríguez Becerra catalogó como “Memoria colectiva de un pueblo” era único, excepcional, distinto... Si te digo que una noche que me llevó a la Virgen de Gracia a Carmona, al regreso, de madrugada, me vino cantando de Carmona a Álora sin parar… grabé tres cintas en la cassette de bolsillo… Me dijo: “haz con ellas lo que quieras, pero procura que otros no ganen dinero a mi costa”. Entendí perfectamente el mensaje.  Lo poquito que sé de folclore me lo enseñaron él y Juan Martín, “el Capitán”- Sencillamente era él…

Tengo que cortar. Ya sabes, el espacio y esas cosas. Sé que no verás estas letras nunca, pero tenía ganas de decírtelo y lo he hecho. Gracias, Pablo.



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