domingo, 3 de mayo de 2020

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Místicos







Me llega un video de Diana Navarro. Canta a los místicos. Pone su voz única, la música es de Amancio Prada, la letra ¡ay la letra¡ Santa Teresa y San Juan de la Cruz, los dos más grandes, que han escrito en lengua castellana poesía mística.
Teresa de Cepeda nació en Ávila o en Gotarrendura, en la comarca de La Moraña, a poco más de veinte kilómetros de la capital. Da igual. Nació en 1515 y murió en Alba de Tormes en 1582. Teresa, era por su abuela de ascendencia judeoconversa, niña inquieta, en una ocasión la encontraron de camino con su hermano, con la intención de ir a convertir moros.

Es la reformadora del Carmelo. Funda conventos por toda España y sobre todo escribe con una profundidad mística de tal hondura, que el Papa Pablo VI la proclamó Doctora de la Iglesia en 1970, siglos después de su muerte, lo que habla de la profundidad de sus escritos.

Mujer muy activa, su vida está plagada de anécdotas sabrosísimas. Se dice que, ante el peligro  en el cruce de un río crecido, pide ayuda a Jesús, -  toma por nombre Teresa de Jesús- y le increpa por el trato que le da a ella que se juega la vida fundando conventos… Una aparición le transmite: “Teresa, así trato yo a mis amigos”. La respuesta es directa y espontánea: “Con razón tienes tan pocos”. Como contraposición escribe versos que comienzan: “Vivo sin vivir en mí / y tan alta vida espero / que muero porque no muero”.

Juan de Yepes o San Juan de Cruz, que para el caso es lo mismo, nació en Fontiveros (Ávila) en 1542 y murió en Úbeda (Jaén)  en 1591 con cuarenta y nueve años. Es el reformador de la Orden masculina de los Carmelitas Descalzos.

Acusado injustamente ante la Inquisición, en la cárcel de Toledo escribe, mejor dicho memoriza, porque no tiene ni papel ni lápiz, las treinta y una estrofas primeras del Cántico Espiritual, obra cumbre del misticismo español…

De sus andanzas por tierras de España, también se cuentan anécdotas con mucho sabor. Entran Teresa y él en un pueblo,  para evitar posibles habladuría, él se rezaga. Teresa se percata y le dice: “Vamos Juan, que no se avergüenza la dama, y se avergüenza el caballero”.

Doctor de la Iglesia. Sus versos… “¿Adónde te escondiste, /amado, y me dejaste con gemido?” ¿Cabe más?






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