viernes, 8 de mayo de 2020

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Cosas de viejo







El niño se hizo muchacho; el muchacho, hombre y el hombre se hizo  viejo. El viejo pensaba mucho en  cosas de otro tiempo. En la cabeza del  viejo había un continuo rebobinar de recuerdos, imágenes y sensaciones que venían solas sin que nadie las llamase, pero que se presentaban así, de pronto…

Un día, contactó con otros que eran tan viejos como él, y que por esas circunstancias, que en ocasiones se dan entre ellos, fluía una cierta comunicación y compartían parte de todo aquello que vivieron juntos y ahora  lo hacían en comidas y en ratos de charlas y también de discrepancias.

El viejo un día puso un mensaje y preguntó:

-         ¿Os acordáis de aquellas tardes de mayo en que veíamos las montañas del Atlas al otro lado del mar, cuando todo era como una balsa?

Solo uno contestó, y dijo que él, ahora las veía desde las ventanas de su casa. Preguntó también si recordaban el ruido renqueante de los camiones que subían por la Cuesta de la Reina. Solo uno contestó, el mismo que contestó antes, y  dijo que aquello era una autopista, comparada con la carretera que venía de su pueblo por Casabermeja coronando los Montes…

Otro día, el viejo preguntó:

-         ¿Os acordáis de aquellas mañanas de mayo, con las puertas de la capilla abiertas de par en par, y la schola que cantaba el Veni Creator? ¿Vendría el Espíritu Santo a modo de brisa?

Ninguno contesto.

 Y volvió a preguntar:

-         ¿Os acordáis del frío que se adueñaba de la galería las noches de invierno cuando el viento silbaba en las esquinas?

Tampoco tuvo ninguna respuesta…

El viejo preguntaba y preguntaba:

-         ¿Os acordáis del autillo que ululaba por las noches en los eucaliptos de enfrente?

Probablemente no lo recordaría nadie, porque nadie respondió.

-         Otro día volvió a preguntar:

-         ¿Os acordáis de la luna llena sobre el Monte de las Tres Letras?

Una mañana en la que el viejo andaba entre sus rosas, se lo contó a Él, a quien le contaba todas sus cosas y entonces  intuyó que Él esbozaba una sonrisa, y entre los dos se entendieron… El sol apuntaba sobre los Cerros de los Lagares, y el viejo pensó, que había llegado el momento en que no debía seguir preguntando…






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