jueves, 14 de mayo de 2020

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Comares




                                   


“Sólo a una cuarta del cielo, / me han dicho que está Comares / entre peñas y olivares y blanco como un lucero”.

Te dicen bien. Sube.  ¿Corre brisa suave y fresca? Viene del mar. Comares corona una roca, es una pincelada blanca que avienta las nubes desde un nido de águilas donde el progreso  - ¡dichoso progreso! - ha puesto su sello a manera de parabólicas y antenas de telecomunicaciones.

En la lejanía,  casi perdidas en la llanura de la costa Benamargosa  y Vélez-Málaga, enfrente Almáchar y El Borge. Colgados en Sierra Tejeda: Alcaucín, Canillas de Aceituno..., por el otro lado Periana.

Enclave primordial en el territorio con Benthomiz y Zalía.  Los textos nazaríes la citan con el nombre de Hisn  Qumarich.

A mediados del XIII,  Mohamed I nombró  alcaide a su yerno Abd Ishq Ibrahim, de “los escayuelas”. Traidor, se alió con Alfonso X, contra su soberano y suegro.

Encontrarás gente amable:  “si usted quiere, pido la llave de la iglesia para que entre a visitar al Santísimo”  y  te ofrecen, por si lo tienes a bien comprar vino moscatel,  pasas, miel  o pipas de almendras “para los guisos”.

Todo desde la penumbra, en la hora de la siesta desde detrás de una cortina, que todavía da más encanto y misterio.

Sus calles angostas y blancas, reverbera la cal y florecen los geranios. En paneles plastificados cuentan su historia.

Asómate a los miradores. Se abren sobre el precipicio: por la Puerta de Málaga, por el Camino de la Aguada, desde las almenas del castillo o desde los paredones del cementerio.

La calle del Perdón recuerda otros tiempos, la iglesia, antigua mezquita se consagró la Encarnación. En Comares, estuvo de cura mi amigo Rafael Gómez Marín que nos dejó hace poco…

Un mosaico recuerda la pervivencia del tercer estilo: “Comares” – los otros, “Almogía” y “Montes” -  en la Plaza de los Verdiales. Los entendidos afirman que es el más vivo y dinámico de los tres. Cante, música y baile. Raíces, profundas.

“Han querido ver en el zéjel, al abuelo natural de los verdiales” y,  que  aquí,  en Comares, allá por el 862, murió  Samuel, solista y director, portador de la exquisitez musical de Al-Andalus.  Dicen que la mejor Panda es “La Número Uno, de Maroto” que cantó: “Viva Dios que nunca muere / y si muere, resucita / Viva la mujer que tiene /delgada la cinturita”.




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