martes, 5 de abril de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Esquinas

¿Cuántas vueltas dará el viento buscando la calle de en medio? ¿Cuántas dudas encerradas para  quedarse quieto y  acurrucarse en la esquina y mirar, a ambos lados, y esperar que pase el tiempo? ¿Cuántas preguntas sin respuesta?

Está revuelto el tiempo.  Nubes que se columbran y pasan y cruzan y buscan otros cielos y el viento que en la esquina espera y espera… No hay nadie en la calle. Todo es silencio. Aguarda; no ha llegado, todavía, su tiempo.

Pasó una muchacha morena y un hombre de paso incierto, y una mujer mayor, y unos niños que iban ¿adónde iban esos niños a esas horas por las calles del pueblo? Los niños iban a alguna parte. Los niños siempre se las andan por otros derroteros.

“Desperté de ser niño – escribió Miguel Hernández – nunca despiertes…” Era una nana, ‘La Nana de la Cebolla’ de un poeta que fue cabrero y luego…¿Luego? ¡Ay, Dios mío lo que vino luego y después de luego…!

La faenera  - mujer de otro tiempo – oferta un presente; unos geranios florecidos; unas macetas; un pedestal de elevación, un homenaje al trabajo de cada día, a mañanas de frío en el Llano de la Estación, liando en papelitos de seda, el zumo contenido en unos frutos para deleite de otras tierras.

Al fondo, el campo. No es un campo abierto, lo cierran los cerros. ‘Cantarranas’ - ¿porqué habrá  calles con ese nombre en tantos pueblos? – Lo pregunto; nadie me da razón. ‘Algarrobo’ baja y baja; las dos confluyen en el mismo cielo. Montes recortados; el azul, derramado en el cielo.


Una pared ahíta de flores; un balcón en silencio, callado, sin resuello; sin niña detrás de la reja, sin un misterio al otro lado de un  muro de silencio. Está ahí, donde siempre, como siempre, solo que ahora es un gozo a golpe de vista y lo que era una pared de cal blanca,  ahora es poesía y color y belleza; encantamiento y ensueño…

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