sábado, 30 de abril de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Las nuestra: Rosalía de Castro

Era una mujer de mirada triste, perdida, lejana. Sus ojos apagados veían un más allá tan lejano que se antojaba un imposible. Barbilla pronunciada; boca grande; frente despejada y un caracol del pelo que rompía la monotonía de un peinado de aquella época.

Su cara era la expresión de quien vive un ensueño; una llamada a las meigas que  andan por alguna parte; una evocación a las brisas que juegan en los bosques; un sentimiento hacia los cantos de las aguas del río en la noches de brumas; un lamento del viento que se vuelve en la cumbres.

Un suspiro por reencontrar lo perdido y que alguna vez se tuvo pero ya no está. Se añora, se anhela, se desea: “Airiños, airiños aires, / airiños da miña terra; / airiños, airiños aires, / airiños levaime a ela”.

 Rosalía de Castro – que ese es su nombre – escribe en gallego. Su lengua materna, entonces,  desprestigiada. Se había perdido todo lo escrito en siglos anteriores y surge esta mujer como una de las grandes en la literatura femenina del siglo XIX.

Conoció la dureza del campo. Su mundo,  la lengua; sus costumbres. En la madurez se traslada a Madrid. Vive en la calle de la Ballesta; luego – después del matrimonio – su deambular es constate. Conoce la estrechez económica y la felicidad no llega a su casa; pasa de largo.

Mujer enfermiza, aquejada constantemente por el dolor y el sufrimiento. Su obra fundamental, dicen algunos críticos, es – prologada por Castelar -  ‘Follas novas’. La consideran en medio de la transición desde ‘Cantares  gallegos’  a ‘En las orillas del Sar’ su último libro de poemas…


Estremecedores, bellísimos. “Cuando pienso que te fuiste / negra sombra que me asombras, / a los pies de mis cabezales / tornas haciéndome mofas. (…) Eres estrella que pasa / eres viento de sopla”. Póngale voz de Luz Casal; música, de Carlos Núñez y escuchen y déjense llevar por esos caminos de delirio y…

2 comentarios:

  1. ¡Que profundidad desde la sencillez! Me encanta Rosalía de Castro.
    No he podido evitar recordar a Amacio Prada: con qué delicadeza puso música a "Adiós ríos, adiós fontes..."

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    1. Así es, amigo Tomás. En estos días de tanta mediocridad tropezar con ella es una auténtica delicia.

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