lunes, 25 de abril de 2016

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Barcos

La marisma está esplendida en primavera. La marisma se recorta en la lejanía por unas montañas que se intuyen más que se ven. El cielo está limpio. Toda la planicie flota sobre una capa de plata; el agua está  ahí quieta y sosegada.

Arrozales, cañaverales, castañuelas y canales hacen un entramado imposible y el agua – o sea, la vida – está ahí y da cobijo a las aves que van y vienen, cada primavera, para cumplir el ciclo que manda la naturaleza.

“Para los barcos de vela, Sevilla tiene un camino…” lo escribió Federico. Lo acuñó para que nadie lo olvide y fuese un recuerdo permanente cuando él ya no estuviera, como también dejo dicho que “por el agua de Granada solo reman los suspiros”.

Otro poeta excelso, Juan Gaitán, acaba de publicar en su “Poema del lunes” que la luz se tiñe de azul bemol en alguna parte de otro abril,  y que el tiempo teje el olvido con delicadas hebras de agua… ¡Qué bonito, por Dios, qué bonito!,  y que solo – eso no lo dice Juan, lo agrego yo – hay que entornar los ojos para seguir soñando.

Y de pronto sin saber ni cómo ni porque Pilar cuelga una foto. Un barco cruza por el río. Me asaltan un montón de dudas y preguntas. ¿Irán cargados esos barcos en sus bodegas con mercancías de lugares lejanos? Sí. ¿Llevarán, también, consigo palabras tan bonitas como libertad, paz, amor, Dios…?

La copla ponía en labios del preso otras dudas; otras preguntas. No sabía si aquel barquito que cruzaba la bahía iba para Cartagena o para Almería. ¡Qué más da si la paloma tiene las alas recortadas y no puede volar!

Navega el barco majestuoso, despacio. Pavoneado en sí mismo. Lo ven pasar Coria y La Puebla y toda la marisma siente envidia de tanta belleza. Eucaliptos, chopos, alisos, álamos blancos sacan un pañuelo desde la orilla. Le dicen que no hay nadie que remate mejor con una media verónica como Morante…


Y, le susurran y le cantan al oído y le dice un ¡hasta luego!

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