jueves, 16 de junio de 2022

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. La chica del tren

 

                         


16 de junio, jueves. El sensor automático abrió la portezuela del tren. Entonces apareció ella. Anudaba a su cuello un pañuelo de seda estampada que apenas le cubría el pecho. Traía, a modo de bandolera, un boso colgado de su hombro izquierdo y bajaba hasta la altura de su cintura que estaba ceñida por un cinturón de cuero. La chica rubia con el pelo recogido hacia atrás, tenía una tez blanca, muy limpia y dejaba ver que venía de un lugar donde no la había achicharrado el sol.

Avanzó por el pasillo. Miró algunos asientos y siguió adelante, casi hasta el final. Ocupó un asiento junto a la ventanilla del lado derecho del vagón. Miraba con la vista perdida a través del cristal. Un poco más allá, el antiguo muelle de carga que ya no se utilizaba y el llano polvoriento donde estaban aparcados los vehículos de los trabajadores que habían viajado en otros trenes más madrugadores.

 La chica tenía una alegría radiante. Su cara era la frescura de la juventud, algo así como ese canto de las alondras cuando llegan las primeras luces del alba, pero el sol aún no había aparecido en el horizonte y todo en su alrededor ofrecía optimismo en una huida de las sombras.

Por un momento pensé que aquella chica podía venir de un jarrón imaginario de flores, que un día se convirtieron en frutos sin que ellas lo hubiesen percibido, como esas cerezas que aparecen en los escaparates de las fruterías, desconocedoras que hace solo un par de meses eran flores en los árboles del valle por el que corre, entre cantos rodados, un río de aguas claras.

Nadie le ha venido a decir que era como las flores silvestres que han nacido en el mes de abril junto a los bordes del camino, sin que fuesen conscientes de toda la belleza que encierran dentro y que, sin querer, la ofrecen a los que pasan por su lado, las admiran y las aprehenden en su interior.

Alguien dijo que la cara es el espejo del alma. Es un tópico. Muchos tópicos son ciertos. Ella como las flores, como el canto de los pájaros, como la luz que rompe al alba, no sabrá nunca ¡cuánta belleza lleva en su interior! ¿O sí? El tren se puso en marcha, lento, despacio, después tomó velocidad. Se percibía el ruido metálico del deslizamiento de las ruedas sobre los raíles….

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