domingo, 12 de junio de 2022

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. San Antonio

 

                              San Antonio de Padua. Bartolomé Esteban Murillo (1618-1682). Catedral de Sevilla.


                  En recuerdo de mi entrañable amigo Rafael Lería, grandísimo devoto de San Antonio.


12 de junio, domingo. Dicen que es el santo al que se le piden los amores imposibles. Hay quien va por el camino más corto y solamente le pide un novio.  Eso debió ser en otro tiempo, porque en los que ahora corren… Según la superchería, se coloca el santo de cabeza y se le arrojan trece monedas. Tampoco debe ser la cosa tan estricta. Me viene a la cabeza aquella canción de Raphael que, en un fragmento, decía algo así como: “la gente quiere paz, y se enamora”. Pues eso.

Se le conoce como San Antonio de Lisboa. Nació en el barrio de Alfama – desde donde se ve, en todo su esplendor el Mar de la Paja, o sea la desembocadura del Tajo – en el seno de una familia acomodada. La casa donde vino al mundo fue destruida por el terremoto de Lisboa en 1755. Se conserva solo un sótano. En Lisboa tiene dedicada una basílica y se reconoce como patrón de la ciudad.

Hombre de una gran formación. Estuvo primero con los agustinos en Lisboa y Coímbra. Gran conocedor de las Sagradas Escrituras y de las obras de san Bernardo de Claraval, san Agustín y san Jerónimo. Profundizó en los clásicos: Ovidio y Séneca. Su formación teológica y sus dotes oratorias, lo hicieron un predicador famoso y extraordinario.

En Coímbra tuvo conocimiento del martirio de varios franciscanos en Marruecos. Pasó entonces a la Orden Franciscana y camino de África sufrió una grave enfermedad. En el viaje de retorno, una tempestad desvió su barco a Sicilia y de allí entró en contacto con San Francisco que le asignó importantes misiones de predicación contra la herejía - cátaros -  en el sur de Francia y norte de Italia.

En vida ya se le atribuían milagros y se contaba de una aparición del Niño Jesús en su habitación – Murillo tiene una obra excepcional en la Catedral de Sevilla, en la nave del Evangelio, al final – del poder de bilocación, al detectarse su presencia en dos lugares a la vez y su capacidad para hablar a los animales: peces, pájaros… que lo entendían.

Por su sabiduría se representa con una biblia en la mano. El Papa Gregorio IX lo llamó “Arca del Testamento”, por su castidad con una vara de azucenas; por su bondad con un rostro afable y bueno. Murió joven con 35 años, en Padua, donde está enterrado.

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