jueves, 19 de marzo de 2020

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Cuento apócrifo: Noche de aventura






Era de noche, hacía frío, mucho frío. Desde la puesta de sol caía la helada como acostumbra a caer en La Mancha las noches de mediados de diciembre. La llanura inmensa en la oscuridad, era aún más asombrosa.

Caminaban hambrientos y ateridos, ambos dos. Uno queriendo arreglar el mundo – los suyo era ‘desfacer entuertos’ – el otro, lo seguía con la docilidad del hombre simple que se lo cree casi todo y más cuando ve la posibilidad de satisfacer sus necesidades.

Al mediodía tomaron un bocado – un mendrugo de pan duro, un trozo de queso en aceite y unas aloreñas que les habían dado en el Arenal de Sevilla – cuando dieron en parar junto a un río que  se pierde en la tierra y,  en otras,  aparece como un manantial.

De pronto, en la lejanía, se vieron luces. Parecían estrellas caídas del cielo. Se movían de una manera muy en desacorde. Son antorchas, le dijo un hombre barrigón, rehechete y de poca estatura… El otro, el que hacía de jefe lo vio, a pesar de la oscuridad, claro, muy claro.

-         Ya ves, Sancho es una aventura que me pone a mano el destino.
Aguardaron a que las luminarias se acercaran. Venían vestidos de manera muy rara. Traían hábitos largos, algo así como ensabanados y cantaban latines y rezos que se perdían entre el cric-cric de los grillos.

Entonces, don Quijote, que era quien tomaba la iniciativa siempre después de pasar el miedo, porque ellos también lo tuvieron y temblaron como tiemblan todos los valientes, rechinando los dientes, se dirigió a quien encabezaba la comitiva. Le ensartó una serie y de preguntas y le dijo que respondiese, a lo que le contestó que no podía entretenerse y unas cuantas cosas más.  Don Quijote, que no estaba acostumbrado a esas respuesta, espantó a la mula y el otro, al suelo…

Le dijo, entonces el que estaba en el suelo, que llevaban un muerto de Baeza a Segovia y que… Y don Quijote que sabía que la gente andaba asustada fue y le preguntó…

-          ¿De qué ha muerto, del bichito ese que anda por ahí suelto…?

-         No, Señor, de unas cuartanas que Dios le ha mandado…

-         ¿De la cuarentena…?

-         Cuartanas, Señor, cuartanas, que son fiebres pestilentes….

La verdad que no fue así…


No hay comentarios:

Publicar un comentario