jueves, 12 de marzo de 2020

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. El Inspector






Málaga, en los años cincuenta del siglo pasado, era un ciudad de medio pelo. O lo que es lo mismo, una ciudad suficientemente grande como para ser capital de una provincia. La ‘capital’, obviamente, era Madrid, pero Madrid estaba muy lejos.

Barcelona tenía recuerdos de emigración, de lugar donde la gente se iba a buscar trabajo, a emprender una nueva vida, a encontrase con  la fortuna (¿?) que el destino le negaba en el pueblo.

Algo parecido ocurría con Valencia, con Bilbao o a Asturias, donde en la mina cabía mucha gente y daba acogida a los que cruzaban el mapa.

Sevilla estaba más cerca. A Sevilla iba la gente de ‘viaje de novios’. Los que eran de clase ‘pudiente’. Los otros se conformaban con Málaga. De Sevilla mandaban postales que llegaban mucho después del regreso de los novios, con una plaza que tenía coches de caballos y un parque con muchos árboles y palomas…

A Málaga se iba en contadas ocasiones. De la estación de Málaga partían los trenes de largas distancias que viajaban durante toda la noche y por la mañana llegaban a Madrid. Ese era el ‘Expres’. Los trenes correos, tenían un recorrido más largo en el tiempo – paraban en muchos sitios – pero no en el espacio que era el mismo.

En la estación de Málaga había un señor que en la puerta de acceso pedía los billetes de andén – que no sacaba nadie – o el billete para viajar y que tenía que mostrar el viajero. El hombre era corpulento, orondo y de pies planos. En los meses de invierno, vestía con un abrigo largo que le llegaba casi a los tobillos, con una botonadura dorada, siempre sucia y una gorra de ‘autoridad’.

Un día, casi a la hora de salir el Exprés, un hombre bien vestido simula que quiere entrar sin mostrar el billete. El portero se lo pide, se lo exige. Insiste el viajero que le dice que va a perder el tren…

-         El billete, o usted no entra…

Se echa mano a la cartera. Se lo muestra y pasa.  Al poco, se vuelve…
-         Tengo que felicitarles por lo bien que lo llevan. Es la única estación de España donde se lleva con tanto rigor…

-         ¡Calle, hombre, calle.! ¡Qué va! Aquí se cuela todo el mundo pero hemos tenido un chivatazo que venía un inspector de Madrid…




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