viernes, 19 de octubre de 2018

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Montería



Las encinas tienen las bellotas maduras; están moradas las acebuchinas, arracimadas en los varetones, como un rosario de otoño que espera el momento para ir a tierra,  y rendirle el tributo que pide la naturaleza. El monte se ha vestido de oro viejo. Silba traspuesto el viento. Hay un trasiego de nubes por el cielo azul. Los cantuesos están sin flores. Aulagas y retamas se dejan bambolear por la brisa que se arranca a media mañana…

Tiene el monte parte del terreno yermo. No cría nada. Hay roquedos que sobresalen entre la vegetación.  Chaparrales, lentiscos,  madroños y quejigos, carrascas…. En las bajadas de agua, chopos y álamos, junqueras, algunas adelfas…

Hay murmullo de voces lejanas. No está el monte en calma. Demasiado ruido desde el amanecer. Motores, gente que habla entre ella y se grita, y un silencio roto por algo extraño que va de quebrada en quebrada, de loma en loma. Trepa, sube a las cumbres, baja a lo más hondo.

En la espesura están agazapados, escondidos los animales. Aguardan en connivencia con su sentido de supervivencia el momento oportuno para poner rumbo a una huida o a la espera que se aleje el peligro si es que se va por otros sotos o vaguadas.

En un momento determinado el animal no aguanta más. Le puede una fuerza interior que brota con un hervir de sangre. Siente el latido de los perros muy cercano. La ralea cruza el monte y es una jauría que ladra y ladra. Tanto que todo es  un atronar de ladridos que se pisan unos a otros sin misericordia.

El animal comete un error imperdonable. Abandona la espesura. Deja las matas de tomillo y romero, los matagallos y las jaras. Se va a campo abierto. Allí es presa fácil. Tan fácil como ofrecer su yugular a los enemigos y entonces, es precisamente entonces,  cuando suena un tiro que se pierde en un reguero de agudeza lejana como un silbido escapado…

Sentado en ante el televisor contemplo escenas que dejan atónitos. No sé quién es el animal agazapado, ni quién forma parte de la jauría que ataca a ladridos primeros, casi a dentelladas, después. Todo es una confusión y hay una voz que dice que con muertos habría ido más rápida la consecución de sus objetivos. No doy crédito. No quiero dar crédito…




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