miércoles, 3 de octubre de 2018

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Mari Pepa



Hay situaciones en las que el timbre del teléfono suena de otra manera… Era el compadre. “Mari  Pepa se nos ha ido…” Lloraba. Me quedo sin palabras. Solo me viene ¡Dios mío, Dios mío! El desconcierto es total.

La carretera – la media noche casi tocaba con la yemas de los dedos en el alféizar de la ventana – tiene muy poco tránsito. Se me hace el trayecto muy largo. Vamos llegando todos. Lloramos. Lloramos como niños perdidos, desorientados. Todo se cae de pronto. ¡Dios mío, Dios mío!

Todos coincidimos. Tú eras la mujer de la alegría. Tu sonrisa tiene ahora el brillo de la inmortalidad. Mientras estemos por aquí tú serás la mujer de la sonrisa que nos regalabas con generosidad. Amplia, grande, abrazadora porque tú, Mari Pepa, tú nos envolvías…

Alfonso me lleva hasta donde tú estás. Una sábana blanca y tu rostro que transmite paz. Mucha paz. Tanta, tanta que ni te lo imaginas. Bueno. He escrito una tontería. Tú ahora estás en la luz plena. Lo ves todo. Tú estás junto a la Luz…

Ya estamos casi todos. Los otros de camino, ¡la que has líado en un momento! (Alfonsito vendrá de Lisboa, Juan Pedro de Madrid, Conchi de Barcelona, Antonio de Bilbao. Ya sabes, la hora, los vuelos, los enlaces…); todos tenemos los ojos llenos de niebla.

Sentado en el asiento inhóspito del pasillo me vienen, a barrullo,  los recuerdos. ¿Te acuerdas? Bajábamos el Hayedo de Santiago en los Montes Cameros. Andrés hurgaba en la raíces de la geneaolgía;  buscábamos el Solar de Tejada. ¿Te acuerdas? Carretera de tercer orden, Alentejo portugués, un día de infierno… ¿Qué se  nos ha perdido aquí? Preguntó alguien. ‘Eso digo yo, contestaron al unísono’ pero tú tomaste partido por mí…

La brisa en tu cara frente al azul de Sines, o desde el Puerto a Cádiz en el vapor por el Guadalete, o aquella tarde en Monsaraz, o cuando le cantaste – porque qué voz la tuya, Mari Pepa, que voz …-  a las monjas cistercienses de Vico aquellos fandangos de Encinasola….

Te ha podido el miura de cinco yerbas…

Miro y remiro el cuadro que me regalaste… Tú, en esas pinceladas que trazaste en el lienzo. Tú que eres – porque una cosa es que te hayas ido; y otra, lo otro – la luz de la alegría, la mujer de la sonrisa que nos acoge…




4 comentarios:

  1. Bonitas palabras. Es muy difícil despedirnos de los amigos, queda la esperanza de que sea un hasta luego.

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  2. Un abrazo amigo Pepe
    Sensacional, como siempre.

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  3. Sabía que te quería, pero no que te echaría tanto de menos.

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  4. Muy bonito, Pepe. Muy bonito. Un abrazo

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