viernes, 5 de octubre de 2018

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Callejeo



Han vuelto los tordos al campanario. Como cada año, cuando comienza la temporada de aceitunas, bandadas de pájaros acuden, al atardecer, a buscar el amparo de la torre. Por el día se las andan en los olivares y se buscan la vida, lo que por otro lado, por estos lugares, y dada la época, no se les viene muy difícil. En los ficus de la Cancula, los gorriones le hacen competencia, (en el gorjeo constante) porque encuentran un refugio más caliente y menos venteado. Cada uno va a la feria cuando y como quiere.

He bajado, esta mañana,  a Málaga. Málaga aún no está vestida de otoño: los almeces del parque no dejaban caer de manera mustia las hojas; los cipreses de Puerta Oscura sí están vestido de limpio. Los chaparrones que descargaron el otro día les han arrancado el polvo del verano y se exhibían enhiestos, vigorosos y brillantes. La Alcazaba se asomaba, como siempre, al paseo desde su lugar de privilegio; abajo, el Teatro Romano, bueno lo que queda del graderío aguantaba las miradas de los turistas. Los teléfonos móviles se llevaban los momentos. Poses, miradas de complicidad, suspiros…

Se agolpaba la gente para entrar en el lugar más de moda que hay ahora en Málaga: El Pimpi. Cartelería antigua de toros, barricas que un día maduraron o conservaron o vaya usted a saber el vino, y que han quedado para mostrar firmas y epígrafes de famosos que las estamparon allí en su momento.

Málaga se muestra  con el encanto con que ella sólo suele mostrarse cuando quiere. Es ensueño y magia, nostalgia y recuerdos que se agolpan, tiempos que fueron y no volverán a ser, como tampoco lo seremos nosotros. Málaga, siempre Málaga. Cuando regresaba sobre mis pasos por Alcazabilla alguien, cicerone docto, marcaba un punto en la altura y le decía al grupo, “y allí, aquello que sobresale, es el apartamento de Antonio Banderas”. Ya se sabe, Antonio también forma parte del paisaje urbano de Málaga.

Dentro de unos meses tengo anunciada la visita de dos personas entrañables. Las llevaré por el mismo paisaje callejero, solo que Málaga ya estará vestida de otoño y ellas, ambas dos, serán dos pinceladas únicas en un lugar de privilegio.





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