lunes, 8 de octubre de 2018

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Santa María



 Estrecha y lóbrega. Nunca entra el sol. Las sombras son sus dueñas.  Santa María –también se llamó ‘Mercaderes’- forma parte de la  Málaga romana. Dicen los que saben que era la calle que comunicaba el levante y el poniente de la ciudad. Es decir, desde donde sale el sol hasta donde va a morir, el decumano.

Tiene dos partes diferenciadas. Una, de calle Císter hasta Molina Lario, el obispo que vino de Teruel y dejó, entre otras obras, el acueducto de San Telmo y eso que solo gobernó la diócesis durante siete años… En su origen se llamó del Arco del Obispo;  iba hacia calle Granada.  La otra,   desde Molina Lario hasta el corazón de la ciudad: la Plaza de la Constitución.

En el primer, tramo,  dos edificios notables, a la izquierda, la iglesia del Sagrario. Posee  una soberbia portada de estilo de gótico desembocando en el plateresco. El mal de la piedra se ha cebado en ellas. Muchas de sus filigranas y figuras han perdido sus  formas; enfrente, en el número 31, el Hospital de Santo Tomás.
Los dos monumentos encierran en sí un tratado de arte. No es  lugar ni momento. Del hospital  cabe decir que es uno de los antiguos de Málaga. Data de 1505. Un terremoto en la noche del 24 de diciembre de 1888 lo destruyó  en su totalidad. Hubo de reconstruirse de nuevo…

En la esquina de Molina Lario, a una mano el Palacio Episcopal – por la puerta que accede a las dependencias y despachos de la Curia – en la otra, un inmueble de galería acristalada a modo de rotonda que apunta al modenismo vienés.

Calle adelante, la calle Correo Viejo – lo menos que se vende en calle – guarda, hacia el final la casa donde nació, José de Salamanca, el marqués que transformó medio Madrid y dio nombre al barrio. Enfrente, calle Fresca. (Málaga ciudad de contrastes. En calle Fresca viven los curas y en calle Beatas la mujeres que hacen ‘favores’).

La demolición del convento de la Carmelitas, a la derecha, posibilitó la aparición de la calle Sánchez Pastor; enfrente, la del convento de las Agustinas, el Pasaje de Álvarez o Pasaje de Chinitas. Allí estuvo el café y en el que según Federico, “dijo Paquiro a su hermano / soy más valiente que tú, / más torero y más gitano…”.



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