jueves, 25 de junio de 2015

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. La Vera

Cuando el viajero corona el puerto de Miravete tiene en frente Gredos con La Vera a sus faldas y entre el Tiétar y la autovía el Campo de Arañuelo. El viajero sigue, como siempre, por la Madrid-Lisboa que tomó en Mérida y llega a Navalmoral de la Mata.

Deja la carretera por donde siempre, cruza la ciudad por donde siempre, ve las vías del tren donde siempre y deja, a la derecha el campo de fútbol del Moralo, donde siempre. Y como siempre tiene un recuerdo para un hombre que escribía poesía en prosa. Se llamaba José María Pérez Lozano y publicó, cuando el viajero era todavía un muchacho, un libro delicioso: “Dios tiene una O”.

Cruza el Campo de Arañuelo. Está reseco. Ya no pasa por Talayuela porque un desvío ha sacado la carretera del pueblo. Cuando da vistas al Tiétar sabe que ha llegado a ‘otra’ tierra. Cruza el puente; el río va  con agua clara de orilla a orilla…

El verdor de las plantaciones: tabaco, pimentón, hortalizas, maizales dice muchas cosas sin pronunciar palabra: el agua es vida; la gente es muy trabajadora; exprimen y sacan la riqueza que esta la da con mucha generosidad y los tópicos están muy bien… en su sitio.

El viajero deja la desviación de Robledillo de la Vera y sigue para Jarandilla –  salvo un par de pueblos, casi todos reivindican el apellido: de La Vera -. Pasa junto al castillo de los condes de Oropesa  y ve cómo este año parece que están más hermosas las hortensias…

Llega donde Adriano  y saluda a los amigos.  Echan la partida como siempre y a la hora de siempre, y le dicen que le han asignado la habitación…Ya se sabe la costumbre…

Luego  va al Lago junto a Jaraíz; antes pasa por el Monasterio que ya está cerrado y envuelto en el silencio. Cuando llega la noche se echa a andar por las calles de Cuacos – de Yuste - y saluda a las señoras que comparten  fresco y cháchara.


Y escucha cómo resuenan en la noche los caños de la fuente y la campana del reloj que da las horas. Y se acuerda de sus amigos, don Julio, a quien el viajero le llevaba siempre dos botellas de manzanilla de ‘La Guita’,  y Felipe que regalaba libros al viajero y Teodoro que le daba  muchas cosas y ratos de conversación con dos ‘butanitos’ delante…

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