sábado, 6 de junio de 2015

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. Apreciaciones

Llega al  Juzgado de Paz. Pide al personal de servicio hablar con el Juez; lo recibe y el hombre todo correcto se dirige a Su Señoría:

-          Don Francisco ¿Cuánto lleva de multa pegarle una par de bimbas a uno que me está importunando más de la cuenta?

El Juez que lo ve venir:

-          Hombre, depende, entre cinco y diez mil pesetas a criterio del Juez que tiene que valorar los agravantes y atenuantes…

-          Pues, váyame usted aforando, diez mil duros…

Otra. Comienzan los matrimonios civiles. Cierto día, desde la puerta de Lería, ven revuelo de gente vestida con ropa nueva en la puerta del Juzgado de Paz cuando estaba en la calle Santa Ana.

-          Oye, ¿Qué ha pasado en el Juzgado que hay tanta gente en la puerta?

-          Na. Una boda.

-          Y, ¿ahí se casa la gente?

-          Sí, ahora, sí.

-          Y, ¿quién es el cura?

-          El cura no lo sé, pero es sacristán es ¡Juanito el de la Fonda

Tercera. Don Francisco Bueno, Juez de Paz, años cincuenta del siglo pasado. El juicio está en el apartado testifical. El Ujier abre la puerta del salón de juicios.

-          Don Francisco, los testigos falsos ya han llegado ¿les digo que entren?

Y la cuarta. El Juez, oficiante en la ceremonia civil, lee con parsimonia y dándole todo lo suyo, los artículos del Código Civil referentes al matrimonio. El hombre está nervioso, inquieto, el Juez que piensa que es por la trascendencia del acto, le dice:

-          Calma hombre, calma que este acto es algo muy importante.

-          No, no, si yo no estoy ‘altereao’ es que es la hora del bocadillo, el encargado me ha dado permiso para venir y si me retraso me lo descuenta luego…
 

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