miércoles, 10 de junio de 2015

Una hoja suelta del cuaderno de bitácora. A esa hora

Era a esa hora en que el sol hace chiribitas por las esquinas y en la carretera se forman esos charcos que parece que hace un rato se escapó por aquí el diluvio universal, sí, aquel chaparrón que encerró a Noé en el Arca y cuando vio las nubes negras fue y le dijo a la familia: vamos a meternos para adentro que parece que el tiempo está de agua.

Era a esa hora en que reverbera la cal – la cal blanca, pura – en los bordes de los caballetes de los corrales y en las casas del campo que jalonan como puestas en su sitio un paisaje único entre el verdor de las huertas y los rastrojos después de que ha pasado la cosechadora.

Era esa hora en que en la sierra no canta el cuco, ni zurean las tórtolas en las alamedas del río ni los mirlos se las andan con sus silbos de una música diferente cuando ven alguna lombriz o bichillos en el estiércol descubiertos en su andar de caza permanente…

Era a esa hora en que las cabras sestean en las sombras de las encinas o debajo del algarrobo grande o junto al pozo del arroyo y dejan que pasen las horas sin que casi suenen las cencerras para no despertar al pastor que dormita y el perro, junto a él, ronronea. Era esa hora en que el agua de la botija está caliente, muy caliente.

Era esa hora en que nos niños no salen a la calle a comprar hedos ni chuches al quiosco ni las niñas se mandan mensajitos con los móviles y no hay ningún mozalbete impulsando ese ruido espantoso que dan los tubos de escapes libres… No.

Era esa hora en que uno está dormitando y safisfecho porque mi amigo Antonio Lobato me soluciona el problema a medias y deja un portátil suyo para seguir con esta activida y,...Era esa hora en que suena el teléfono y una voz que tiene acento de ser de muy lejos va y te pregunta. “¿Tiene usted dolores musculares, artrosis y por un casual el duelen los huesos, todos los huesos, cuando se levanta, cada mañana, de la cama?


 Y entonces, tú vas y le dices. No señorita, no tengo nada, absolutamente nada de eso, pero tengo un agua de levante… ¿Cómo dice, señor? Le digo que son las 3,45 de la tarde, esto es el Sur de España y aquí llamar por teléfono a esta hora es pecado mortal… ¿Lo entiende, usted? Y entonces, es a esa hora en que el teléfono se pierde en una señal intermitente y continuada.


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